jueves, 8 de noviembre de 2012

LUIS VARGAS TORRES, ESMERALDEÑO HÉROE NACIONAL



Luis Vargas Torres, Héroe Nacional: El 28 de noviembre de 1886 lanzó un Manifiesto proclamando la Revolución, abrió operaciones y el 2 diciembre ocupó la ciudad de Loja; pero el 7 fue cercado por las tropas del Coronel Antonio Vega Muñoz y cayó prisionero con sus compañeros principales y 42 hombres de tropa. A fines de mes fueron conducidos a Cuenca. El 5 de enero de 1.887 se les instauró un Consejo de Guerra que presidió el Comandante encargado del distrito del Azuay, Coronel Alberto Muñoz Vernaza, “quien se parcializó, cometió infracciones y permitió toda clase de vejámenes contra los prisionero entregados a su custodia”. Dicho Tribunal condenó a sufrir la pena de muerte de Luis Vargas Torres, Pedro José Cavero, Jacinto Nevares y Filomeno Pesantes sindicados de ser los cabecillas de la revolución, así como al soldado Manuel A. Piñeres por el método de la insaculación, es decir, por la suerte, de entre sus compañeros detenidos. Todo ellos, menos Vargas Torres, solicitaron la conmutación de la pena.  
El día 15, en la madrugada, su hermano Jorge Concha Torres compró al Oficial de Guardia y cuando Vargas Torres ya había ganado la calle recapacitó y como no podía abandonar a su suerte a sus compañeros volvió a la celda. La fuga fue comentada en la población y los prisioneros fueron trasladados al cuartel de la Columna Azuay frente al actual Parque Calderón. El 19, día de san José, onomástico de Caamaño, le comunicaron que la sentencia por fusilamiento se cumpliría el día siguiente 20 de marzo de 1.887. El Obispo Miguel León quiso confesarlo pero fue cortésmente rechazado.
No había señal de miedo en su corazón. Murió esbelto, con fisonomía atractiva, vestido íntegramente de negro y de pie, sin haber aceptado que lo fusilaran por la espalda ni con los ojos vendados. La primera descarga de 5 disparos le hirió el vientre y aún tuvo fuerzas para señalar el corazón, una segunda descarga acabó con su vida. Fue arrastrado y lo lanzaron a un sitio llamado quebrada de Supai Huaico o “Quebrada del diablo”, donde iban a parar los despojos de los réprobos (suicidas) porque no fue admitido en el campo santo. Esa noche, la familia de Carlos Zevallos Zambrano, subrepticiamente le dio sepultura cerca del cementerio. La noticia recorrió el mundo americano.
Su amigo Ángel Polibio Chávez le describió así: “tenía la suavidad de un niño y el alma de un atleta, por eso cayó como un gigante”. (Rodolfo Pérez Pimentel). Murió en su ley, mirando de frente al peligro y dejando muy en alto el prestigio que gozaba; pero alguien estuvo a su lado acompañándole hasta el final. Era un ser muy querido, su hermano Jorge, el joven venido de París. Pero esa mancha no tiene por qué contaminar a Cuenca, en donde se ejecutó el acto, únicamente porque las circunstancias así lo dispusieron. En mi concepto, hay un culpable único, y este es el Presidente José María Plácido Caamaño. (Víctor Manuel Albornoz).

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