Diario El Mercurio, de Cuenca. 28 de noviembre de 2010
En un mes como éste, en 1828, las relaciones grancolombiano-peruanas comenzaron a deteriorarse. El Mariscal José Domingo La Mar, cuencano, nacido en una casa diagonal a la actual iglesia de San Alfonso, ejercía el cargo de Presidente del Perú y de Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de ese país. Por su parte, la Gran Colombia envuelta en serios problemas devenidos de un militarismo cansado de guerrear durante la Independencia, diezmado, ambicioso de poder y de riquezas que paguen sus esfuerzos y heroísmo, enfilaron sus armas contra Bolívar y sus más leales seguidores, rompiendo el orden que el Libertador pretendía mantener en los países liberados por su espada.
Batalla importante como otras
El Perú se encontraba enfrascado en similares pretensiones militares y ambiciones, con un conflicto sin resolverse contra Bolivia de donde recién habían sacado a Sucre de la presidencia, buscaba expandirse territorialmente, cual herencia genética del imperio incásico, y encontró la oportunidad en su cuencano Presidente, guerrero experimentado, héroe de luchas en Europa y América, para probar suerte contra la Gran Colombia, indefinida, y en este caso contra el Departamento del Sur para anexarse Guayaquil y Cuenca. Ese fue en rasgos generales el panorama anterior a la batalla del Portete, choque bélico quizás comparable con otros anteriores y famosos como Chacabuco (1817), Maipú (1818), Boyacá (1819), Carabobo (1821), Pichincha (1822), Junín (1824) y Ayacucho (1824). Los números y los partes de guerra lo dicen así.
La Batalla fue en el nudo de Portete
Para enero de 1829, el Perú preparaba una enrome fuerza con el fin de marchar sobre Loja y Azuay. Cuenca era el objetivo, allí esperaban a La Mar sus amigos y familiares con los brazos abiertos. Guayaquil era el sueño dorado, también indefinido, pues algunos peruanófilos se inclinaban a desobedecer los anhelos de Bolívar y querían abrazar la bandera del país del sur para siempre, lo que a la postre por fortuna no sucedió. Que los ecuatorianos hoy inclusive no hemos resuelto del todo nuestros límites aquí y allá, es lo más cierto. Por eso nos ha pasado lo que nos ha pasado. De eso se aprovecharon los peruanos en 1829 y más tarde. Y es peor, ni siquiera sabemos poner el nombre correcto a nuestros acontecimientos, porque no sabemos. Quiero decir, la Batalla fue en Portete y no en otra parte. Argumentos sobre la mesa en nuestra teoría, no para pretender derrumbar lo que ya se encuentra establecido --quizás no para siempre-- sino para invitar a nuevos estudios y consideraciones, a lo mejor después, para reescribir esta parte de nuestra Historia Nacional.
Personajes célebres en el Presbítero Maestro
Camino acalorado por las callecitas del Monumental Cementerio Presbítero Matías Maestro, de Lima y encuentro un hermoso mausoleo donde reposan los restos del Mariscal José Domingo La Mar, depuesto de la presidencia del Perú enseguida de la derrota del Portete. Aquejado de enfermedad física y espiritual el célebre cuencano moriría al año siguiente en Costa Rica, expatriado y solitario, quizás recordando los tiempos de esplendor y gloria y también de dolor del retorno de sus soldados desde Girón luego del desastre que dejaría los campos de El Verde, Portete Chico, La Cofradía y Cuchipirca, sembrados de cadáveres y miseria humana. Muy cerca se encuentra el mausoleo del General Mariano Necochea, y del Mariscal Felipe Salaverry con esta leyenda: “Combatiente en Torata, Moquegua, Sitio del Callao, Zepita, Junin, Ayacucho, Portete y Socabaya”. Más allá, está del Mariscal Agustín Gamarra, de quien nadie se acuerda.
Testimonio de Julio Matovelle
El 30 de septiembre de 1872, 43 años después de la batalla del Portete, el joven aspirante a sacerdote, Julio María Matovelle, pisó el lugar preciso, y emocionado relataba: “Una estrecha garganta, practicada como a pico en la roca, es el Portete… Y bien, en este mismo lugar, el 27 de febrero de 1829 por la madrugada, se realizó una terrible escena…Cuando los tintes de ópalo de la aurora bañaban apenas el horizonte y las aves yacían aún dormidas en sus nidos, la vanguardia peruana empezó a subir segura y callada la pendiente del Portete. Entonces, una descarga combinada del escuadrón Cedeño los tendió cadáveres, y fue la señal de la batalla. Con todo el furor de la sorpresa, avanzaba el ejército peruano, los tiros se sucedieron sin interrupción; huyeron las aves despavoridas y retumbaban los cercanos barrancos con el eco de los cañones. Mas, todo el esfuerzo y coraje del general Plaza fue inútil; un montón de cadáveres yacía ante el pequeño cuerpo, que no tenía más parapetos que su valor”.
La tradición de las cruces
La tradición de las cruces desde entonces prosigue hasta hoy. El viajero puede fijarse en este detalle desde unos metros antes del Km 24 hacia el sur hasta el km 26. Los campesinos no lo hicieron, no lo hacen sin motivo. Por allí nomás, al descender por la boca del Portete hace años encontraron varias pailas de bronce, de las que no sabemos su fin, igual que de pedazos de fusiles, bayonetas, espuelas, balas de cañón y de fusil, espadas, estandartes placas y banderas cerca de la Escuela “Mariscal Sucre” de El Verde, de la loma Pan de Azúcar, de Churuhuaico, Patahuasi. Pallcaurco y Portete Chico. ¿Entonces, por qué en esos lugares los restos de la derrota peruana? Porque en el Nudo a partir del Km 24 de la carretera señalada actualmente, fue el combate y desde el km 25 el griterío del choque a bayoneta calada, “cuando las razones de las armas de fuego” dejaron de funcionar y se produjo la loca y desordenada fuga sureña hacia Girón. Baste decir que el valiente Comandante José María Camacaro, lanza No. 1 del Cedeño cayó un poco más abajo de Cuchipirca, atravesado por la mejor lanza del peruano Coronel Domingo Nieto, talvez cuando los invasores ya habían quemado sus últimos cartuchos. Como recuerdo del mulato venezolano Camacaro, héroe de Junín y salvador de Necochea en esa batalla de 1824, queda el nombre de un puente insignificante por el sitio y la tradición de que sus restos descansaron en el viejo cementerio de Girón algunos años hasta que los llevaron a su patria.
Desde el Portete derrota y fuga
Un segmento del parte del General León de Febres Cordero desde Cuchipirca el 27 de febrero de 1829 dice: “A este tiempo entraba el batallón Caracas al combate cuando a la vez se presentaba sobre la colina una columna de cazadores que el General La Mar traía en persona para restablecerlo, y subían al Portete los batallones Pichincha y Sepita de la División del General Gamarra, con éste a la cabeza…Entonces se ordenó una carga general por los cuerpos del ataque, a la vez que lo hacía el escuadrón Cedeño bajo la dirección del Coronel O’Leary. Yaguachi y Rifles lo ejecutaron a bayoneta por el centro nuestro y derecha, mientras Caracas por una maniobra de flanco tomaba la izquierda, y arrojándose a un tiempo sobre las posiciones de los peruanos, fueron puestos en completa derrota. La fuga fue su única salvación, y se precipitaron a buscarla, por el desfiladero del Portete.”
El Tratado del día siguiente fue en una hacienda ubicada en Pambadel. Todavía existían paredes derruidas de esa casa en 1930. Con la mano en la mejilla e imaginando muchas cosas escuché este último relato de mi Padre, nativo de Girón, hace mucho tiempo.
César Pinos Espinoza
No hay comentarios:
Publicar un comentario