viernes, 4 de marzo de 2011

En homenaje a los Héroes del Portete






Diario El Mercurio, de Cuenca, 27 de febrero de 2011.

Girón y el Ecuador recuerdan hoy 182 años de la batalla del Portete y el Tratado firmado en ese pueblo un día después; oportunidad para graficar la Cabalgata en Homenaje a los Héroes, llevada a cabo en días anteriores, y para referir algunos pasajes e historias de personajes del trascendental acontecimiento ocurrido el 27 de febrero de 1829. La mencionada cabalgata se inició en Cuenca con la participación de un buen número de jinetes, siguiendo de alguna manera el camino que hace cerca de dos siglos recorrieron los combatientes, antes y después del choque sangriento que dejara como saldo más de un millar y medio de muertos y un número incalculable de heridos, desertores y desaparecidos.

¿En verdad cuál fue el camino que transitaron los combatientes?

El 27 de enero llegaba Sucre a Cuenca para organizar la defensa; sus espías le dijeron que se aproximaba La Mar. El 28 La Mar penetraba por Macará. El Mariscal de Ayacucho había dispuesto contener a los sureños. De acuerdo al historiador peruano Nemesio Vargas Valdivieso, en su obra “Historia del Perú Independiente”, el 7 de febrero, el coronel francés del ejército peruano Pedro Benigno Raulet “se propuso dar un golpe de mano sobre Cuenca haciendo un movimiento rápido por Yunguilla y Jirón, sobre el flanco derecho y retaguardia del enemigo. La ciudad estaba guarnecida por 400 hombres al mando del Coronel González”. ¿Qué camino siguió el oficial invasor con una columna de 300 soldados desde Girón para llegar a Cuenca sin ser visto por las fuerzas de Sucre?

La historia desconocida del coronel Raulet

A esa fecha, 10 de febrero y al día siguiente, del retorno de Raulet, una columna con O’Leary, Urdaneta, Camacaro y otros, se dirigía a rechazar a los peruanos en el camino de Loja, por lo cual el francés seguramente penetró por la única ruta antigua, es decir, atravesando La Cofradía, o Cuchipirca y El Verde, hasta coronar el Portete y de allí por la planicie de Tarqui arribar a Cuenca, talvez por Narancay o por Turi, todo el recorrido con un paisaje por supuesto muy diferente al actual, agreste y en temporada invernal sumamente difícil. En Cuenca, Raulet sorprendió a la guarnición, que se defendió como pudo, “quemó 1,200 fusiles, se apoderó del parque, de pertrechos, municiones, útiles de guerra y de 1,400 pesos. El 11 se movió á Sayausí, á dos leguas de Cuenca, y de allí mandó los presos á Guayaquil, como ya he dicho en el Tomo IV, pág. 234. Poco después emprendió su retirada por la derecha de Cuenca y se reunió al ejército en San Fernando el 18 de Febrero” (Ob. Cit.) No le pudieron perseguir las fuerzas de Sucre, según se conoce, justamente por el pésimo estado de los caminos. Nueve días después, el desenlace fue sangriento y terrorífico: luego de la derrota en Portete, Raulet cayó abatido en la batalla por una bala perdida, enseguida fue decapitado por los colombianos y su cabeza colocada en una pica, llevada y exhibida por las calles de Cuenca. Decían que es castigo por mercenario. Posiblemente lo fueron algunos. Este y otros casos, trascendieron después en filas enemigas y en el Perú, de modo que estuvimos al borde de una nueva y gravísima confrontación, que quizás pudo repetirse en el pueblo de Girón. Nos salvó la desmoralización peruana, posteriormente la caída de La Mar y los desacuerdos entre los ambiciosos militares peruanos. Mientras tanto, a pesar del brillante triunfo en Portete, Sucre retornaba apenado y sin ganas de vivir, y Bolívar, amenazado por la rebelión de Obando en Pasto y aquejado de tuberculosis, comenzaba a cumplir su presagio de “bajar tranquilo al sepulcro”.

Un recorrido nada fácil, peor en aquellos tiempos

Pero, volviendo a la Cabalgata, se ha querido homenajear al acontecimiento y revivir el recorrido de las tropas defensoras, aunque del todo nunca será posible una exacta reconstrucción de lo transitado. Conté como treinta jinetes. El trayecto de unos 40 kilómetros a partir de Cuenca, no es nada fácil y eso de día y con buen temporal. Vi que todos eran expertos y montaban excelentes cabalgaduras. Alguien comentó días antes en Girón que para ello se requiere de buenos caballos o yeguas que resistan una larga caminata. Y es cuando me vuelvo a preguntar: ¿cómo resolvieron este problema las caballerías colombiana y peruana, sobre todo esta última que venía desde tan lejos?

La Mar, un gran soldado

La Historia es interesante, no hay duda. Cada personaje del hecho del 27 de febrero es un capítulo aparte. Cuenta Nemesio Vargas en su obra, que “La Mar era muy habituado a la vida de campaña y encanecido en el servicio. La Mar era el ejemplo y el émulo de sus subalternos. A las cinco de la mañana se levantaba: recorría las divisiones, presenciaba los ejercicios y no pocas veces se quedaba para tomar el rancho de la tropa, discurriendo alegremente con los Jefes y oficiales, sin descender hasta la familiaridad. Soportaba el sol y las lluvias torrenciales de esos climas con estoicismo espartano, y de noche se arrojaba en la tienda de campaña á dormir sobre su pellón”.

Llega la Cabalgata a Girón

La Cabalgata a partir del puente Rosa de Oro, pasó por la pirámide de Francés Urco y de allí por el filo “que saben recorrer los señores González”, fue pasando por La Victoria del Portete, San Pedro de Escaleras, Irquis y El Descanso de Sucre, para luego descansar en un restaurant hasta el día siguiente. Del Templete tomó la ruta de la boca del Portete por el camino viejo de Celata y Santa Mariana hasta llegar a Girón. Todo el trayecto, a partir del km 24 de la carretera está lleno de grandes cruces en las lomas y esa tradición obedece sin duda al tremendo hecho de sangre del 27 de Febrero de 1829. En Girón desfilaron por las calles, los jinetes lucían frescos, algunos con la vistosa indumentaria del Oeste Norteamericano, y concluyeron en la Casa del Museo de los Tratados, en donde se pronunciaron los consabidos discursos.

Girón fue un gran cuartel

El 26 de febrero y el 27, el pequeño caserío de Girón fue un enorme cuartel peruano. Por la tarde de este día los generales estaban desconcertados, Gamarra dejó la “palidez de cera”, que según narran, le acompañó en momentos de la batalla, y ahora pensaban en lo que sobrevendría después en el retorno, aunque a algunos, todavía les quedaba, por dignidad, el deseo de revancha, que por suerte no prosperó. Luego de la firma del Tratado, casi por presión de Sucre, el regreso fue no menos trágico. Los que no murieron en el Portete, desertaron y se quedaron en los pueblos del Azuay, El Oro y Loja, o encontraron la muerte a causa de las enfermedades tropicales. Para el Perú fue una verdadera tragedia, consecuencia de ambiciones personales. Nuestro libro “La Batalla del Portete, Argumentos y Memorias”, narra con detalle todos estos acontecimientos.

El fin trágico de algunos héroes

La fecha cívica de la Batalla del Portete muy poco se la recuerda en el Ecuador y casi nada saben de ella los Estudiantes. El cuencano Mariscal La Mar, que como Presidente del Perú y Comandante en Jefe de sus ejércitos estuvo al frente de los invasores, conjuntamente con Gamarra, Orbegoso, La Fuente, Plaza, Salaverry y otros personajes de las guerras de la independencia, ha sido tildado de traidor. No hay razón. El Ecuador todavía no existía como tal, sino desde el 13 de mayo del año siguiente, es decir 1830. Las razones para invadir fueron otras. Los héroes grancolombianos, por su parte, merecen hoy siquiera una mención: Sucre, O’Leary, Rafael y Luis Urdaneta, Flores, Braun, Wright, Piedrahita, Camacaro, Nadal, Vallarino, Isidoro Barriga, Sáenz, Sándes, Febres Cordero, Abreu y Lima y tanto otros, la mayoría caídos posteriormente en desgracia. El Gran Mariscal, asesinado infamemente en Berruecos el 4 de junio de 1830; Luis Urdaneta fusilado en Panamá; Mariano Castillo, sobreviviente de la matanza del 2 de agosto de 1810 y salvado de fusilamiento en el Perú, se suicidó en Paita; Sáenz, hermano de Manuelita, ajusticiado en Pesillo; el guerrero, escritor y periodista brasileño de ideas socialistas, héroe del Portete, Abreu e Lima, condenado a cadena perpetua en su tierra; Gamarra, después de ser presidente del Perú, muerto en la batalla de Ingaví, contra los bolivianos; su coterráneo Salaverry, que llegara a Mariscal a los 30 años y presidente del Perú, terminó fusilado; La Mar, desterrado a Costa Rica, sólo acompañado de sus seis esclavos negros; el mulato venezolano Camacaro, héroe de los jóvenes de Girón, fue levantado en vilo con una lanza por el coronel peruano Nieto un poco más abajo de Cuchipirca. Son únicamente unas pocas muestras de aquellos que, como pago a su heroísmo por la causa de la Independencia poco antes, y respondiendo a la época, engrosaron la larga lista de verdaderos personajes que el periodista y escritor cuencano Manuel J. Calle llamó “el tiempo heroico”.


César Pinos Espinoza

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