sábado, 19 de noviembre de 2011

GUALAQUIZA- HISTORIA Y VIDA.: Gualaquiza arqueologica- 1ra época

Seis horas en El Paraíso

De las selvas y montañas que todavía quedan en la zona de Gualaquiza existen lugares muy poco hollados por el pie humano. Uno de ellos es la Reserva Ecológica de El Paraíso, en donde aún existen especies animales y vegetales “tal como Dios los puso en el momento de la creación”. A petición nuestra y sin tener idea de la distancia y dificultad del trayecto, pero sí de los tesoros que puede guardar la naturaleza, fuimos en días pasados al lugar con la compañía de guías y conocedores y 27 estudiantes del colegio “Camilo Gallegos Toledo”, de Gualaquiza.

No hay camino, se hace camino al andar

El día no acompañaba, pero sí la alegría y fortaleza de los excursionistas. Las primeras indicaciones proporcionaba a los estudiantes el profesor Héctor Caldas, y no sé si estábamos adecuadamente equipados. En el trayecto nos dimos cuenta que de que no. Llegamos en “ranchera” o “chiva” hasta el punto denominado Túmbes, de allí se recorre por una vía de regulares condiciones durante veinte minutos hasta su término, desde donde comienza la sinuosa ruta a pie. Nos llamaba la atención una cantidad de sacos con un material obscuro. Se trata de tierra humosa o abono natural que algunos sacan de la montaña, seguramente para vender, especialmente para jardines y viveros. Cuando en la montaña cae una hoja al suelo es inmediatamente atacada por hongos y bacterias dando inicio a su descomposición. Como resultado, una parte de ella se convierte en nutrientes minerales: nitrógeno, fósforo, potasio, etc. que son tomados por las raíces; otra parte de esa hoja se transforma en humus y de igual modo cualquier otra materia orgánica, como el estiércol, por ejemplo, materiales que luego son atacados por microorganismos, para dar lugar al indicado e invalorable humus y a nutrientes. En este lugar el biólogo Freddy Nugra explica los detalles del ambiente que nos espera y posteriormente en el camino referirá lo que sabe respecto a la flora y fauna de ese enorme bosque. Se trata de una reserva de 590 hectáreas que llegan hasta una altitud de 1800 msnm, guardando 160 especies de plantas, anfibios, bagres y aves. “Este es un verdadero paraíso con lluvia y todo”, afirma. Vamos por una trocha larga y penosa, los barrizales y enmarañada selva nos esperan, nada regular, todo subidas y bajadas cada vez más complicadas.

Reguero de sangre por riquezas naturales

Aunque dicen que hablar cuando se camina en extremo, merma la reserva de energías y fuerzas, sí queda tiempo para escuchar algunos detalles de los tiempos críticos vividos en Gualaquiza, como por ejemplo durante la Guerra del Alto Cenepa: el principal centro de salud se convirtió en un hospital de sangre, iban y venían las ambulancias, llegaban médicos como nunca se vio, helicópteros y aviones aterrizaban y salían a cada momento, por tierra y aire llegaban tropas, la gente no sabía qué hacer, tenían temor de que aviones peruanos bombardearan el pueblo, los que podían abandonaban su tierra para dirigirse a lugares seguros, en fin, todo fue sufrimiento y tensión. Casi nada se sabía de los entretelones del conflicto, sólo después se conoció que el Perú quería ratificar su presencia en zonas muy ricas en minerales, por supuesto, compartiendo intereses con empresas mineras extranjeras. ¡Qué barbaridad! La obra “El festín del petróleo”, de Jaime Galarza, no exagera un milímetro sobre las ambiciones poderosas de las transnacionales. Y así, el extenso y hermoso valle del Cenepa, que fue nuestro, por los amarres de mandatarios y hasta con llantos mentirosos de traficantes de armas, hoy ya no figura en nuestro mapa.

¿Por qué mataron a Chico Mendes?

La jungla, la soledad y la dureza que nos toca experimentar, exigen esfuerzo y sumo cuidado, pero también proporcionan momentos para meditar sobre esos verdaderos paraísos naturales que son un auténtico tesoro y que por lo regular no los sabemos cuidar. Las razones: ignorancia, ambiciones personales, pobre educación y pésimas administraciones nacionales y jurisdiccionales que pasan por la historia sin pena ni gloria. Creo que compartimos los criterios con Pablo Delgado, Freddy Nugra, Héctor Caldas y Edison Jiménez, con quienes caminamos por la selva, sólo que deberán ellos y todos los jóvenes conocer la vida y muerte de un notable defensor brasileño de los árboles, que tuvo un fin trágico, como dice la singular canción de Maná, “Cuando los ángeles lloran”: “A Chico Mendes lo mataron / lo sabía Color de Melo y también la policía…”

Asoma el hermoso el Gallo de la Peña

La caminata prosigue y sólo las fotografías pueden dar fe de lo difícil del camino, sin dejar de ser un desafío al corazón, los músculos y los pulmones. A veces es muy lento el caminar, por el cuidado que exige el piso que puede ser falso o porque hay que atravesar quebradas y riachuelos de montaña, en donde por supuesto, hay oportunidad de lavarse el sudor del rostro y bajar un poco la temperatura del cuerpo. Un cedro enorme todavía es motivo de respeto, pequeños animalitos huyen ante el paso del gran depredador y por allá lejos, con su clásico copete y sus vistosos colores, el gallo de la peña desde un árbol algo dice y nos mira, y por supuesto tiene un miedo muy justificado. El gallo de la peña es una de las aves más hermosas del mundo, por su plumaje y cortejo; su cabeza está adornada por una cresta naranja, tiene un complejo comportamiento de apareo y sus nidos son construidos en las caras verticales de grandes rocas, cuevas o despeñaderos. La hembra construye el nido y cuida sus crías sin la ayuda del macho. Caso típico de muchas mujeres valientes, que dada la irresponsabilidad de los gestores de la vida, no los toman luego en cuenta y cuidan a sus críos “como Dios manda, en vez de malparirlos sin que la vean”, tal cual manifiesta el inolvidable Indio Duarte en uno de sus hermosos poemas.

Por fin en la cascada de El Paraíso

La lluvia a veces arrecia. Estamos empapados, enlodados y cansados, pero interiormente, completamente satisfechos. Cuánto falta para llegar, preguntamos todos. Se hace largo este subir y bajar, y eso que todavía estamos de ida. Al fin un sonido esperanzador. Y un poco más, hemos llegado a la cascada. Tiene unos ochenta metros de altura y el agua desciende a una piscina de unos treinta metros de diámetro. Algunos muchachos “chumblug”, a pesar del frío, pero como la juventud es sana, no pasa nada, y con ropa y todo, al agua señores. No hice lo propio por no dar espectáculo, pero casi, casi me animo, remedando a ese personaje de la televisión, que en la selva busca lo más peligroso y se come todas las alimañas que encuentra. No habría sido ninguna novedad ni la primera vez. A las 09h00 iniciamos la caminata. Son ya las 12h30. Hay que retornar.

Regreso “largo como piropo de tartamudo”

El regreso se hizo eterno, como cuando uno va a un velorio de un muerto que no conoció ni es pariente. “Largo como piropo de tartamudo” o “como esperanza de pobre”, como dice el pueblo. Ahora si, como consta en el lenguaje de los guambras, “ahí te quiero ver”. Sólo Pablo Delgado al final me acompaña en el viacrucis y al fin ni él, porque nos perdemos y vamos a dar en otro lugar, que si no hubiera sido por Lucho Nugra que nos encuentra en un recodo del camino y hasta nos da de comer, a lo mejor iba a parar en Brasil asomando con una garota. A las 16h00 todavía no llegábamos de retorno a Gualaquiza. Por lo menos habíamos caminado seis horas consecutivas. Ahora, no hablaba, únicamente pensaba en una ducha caliente y en quitarme las libras de barro que llevaba encima. En la noche, en el terminal, esperando un bus para el regreso, con Freddy y Luis, algún corto comentario. Pero la historia no terminaba allí. A las nueve de la noche un gran derrumbe cerca de La Virgen, nos mantendría presos durante quince horas en el bus. ¡Qué cosas no! como dice Kiko, pero de eso y otros pasajes no me arrepiento, son gajes de la vida y son para contar, como esta vez a ustedes queridos amigos lectores.

César Pinos Espinoza

cesarpinose@hotmail.com

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