EL PUENTE "CAMACARO" ACTUALMENTE. |
Eran las 11h30 de una noche
fría de agosto. Bajaba desde Cuchipirca con dirección al pueblo de Girón por un
camino pedregoso e irregular con antiguo empedrado, apurado para que no me
sorprenda la madrugada y a lo mejor mis padres se sientan mal y me reclamen. En
el trayecto vi que requería de una compañía, por lo menos un cigarrillo, pero
en dónde comprarlo. Al paso vi una casa con una puerta abierta y una luz
adentro, seguramente, pensé, es una tienda, y me aproximé para preguntar.
Soñolienta una mujer me miró tras la luz y se sorprendió dibujándose su rostro
en el candil.
- ¿Jovencito, quién es
usted, que busca…?
- ¿Por qué anda a estas horas de la noche?
- ¿No le da miedo?
Fueron preguntas en ráfaga y
con sobradas razones porque por allí ya no asomaba nadie a esa hora.
- No hay por qué tener
miedo, le respondí. Creo que por aquí la gente es buena y no hay nada qué
temer.
- Es que más abajo tiene que
pasar una quebrada por un puente y dicen que por allí a las doce aparece el
diablo. Tendrá cuidado, váyase rápido y pase antes de la media noche.
Con semejante amenaza pensé
un momento, encendí el cigarrillo en el mechero y salí apresurado, que la mujer
diría, le dio miedo.
El puente sobre el río
Portete era un simple paso sobre unos cuatro palos y por debajo corría una
escasa corriente que proviene del Nudo del Portete unos ocho kilómetros arriba,
pero para esa época de estiaje casi no hacía ruido. Llegué al sitio y me senté
sobre una piedra, con la curiosidad de ver qué sucedía. Vi mi reloj, era la
hora, las doce de la noche. Esperé un poco más. El ruido de unos guineales era
lo único que me acompañaba y abajo el tenue tránsito del arroyo. Pasaron quizás
unos veinte minutos y nada. El Diablo faltó a su cita acostumbrada.
Comencé a caminar hacia el
pueblo, distante unos dos kilómetros. Estas historias se inventa la gente para
hacer tener miedo a los niños y a los jóvenes para que no trasnochen y lleguen
pronto a sus casas, pensé. En unos veinte minutos de apresurado andar para superar
el frío del amanecer, me encontré cruzando ya el parque central de Girón. Ni
una alma asomaba a esa hora, los gallos todavía no cantaban y sólo el viento
movía las ramas de los árboles, sobre todo del gran alcanfor hermoso plantado
décadas atrás por mis mayores, mientras las luces titilantes se mecían sobre
los postes de madera.
No hay qué perder, me quedan
varias horas para dormir lo suficiente, para mañana jugar fútbol con mis amigos
y al medio día pasar por la casa de esa hermosa chica morena hija de un guarda
de estancos que ha llegado de vacaciones. O talvez, como picaflor, para ver a
la chica de la tienda, hermana de un amigo. Ojalá pueda conversar con ella,
aunque sea unos minutos, ya eso puede ser suficiente en mis intentos.
Llegando a la puerta de la
casa, empujé el un lado e ingresé sin novedad, no como la otra vez que me habían
puesto llave y tuve que golpear media hora. Adentro a tientas y ciegas, tocando
las paredes llegué a otra puerta y luego subí unas gradas contadas de antemano
para no tropezar, luego otra puerta y otra.
Golpeo la puerta del cuarto
y adentro me responde una voz:
- ¡Pasen!
- Aquí hay una cama en el
suelo y caben dos.
-¿Cómo?
- Si estoy solo…
- Allí, allí, en el rincón,
me dijo la voz de sueño cortado de mi hermano.
Bueno, no era momento para
pedir explicaciones. Me agaché, tanteando, me acurruqué y en pocos momentos
conciliaba el sueño.
Al día siguiente mi hermano se
sorprendió al verme solo.
- ¿Y el otro?
- ¿Qué otro?
-Tú viniste con otro, insistió.
No era inquietante el asunto
en ese momento del nuevo día, cuando más preocupaba el desayuno. Fue después
cierto temor cuando caminando por la calle me encontré con un amigo, que me
dijo:
- ¿De dónde venían ustedes
anoche?
- Pero si yo estaba solo…
¡Qué va! Tú venías acompañado
de otro que caminaba junto a ti ligeramente atrás…Yo los vi desde la ventana de
mi casa.
Tampoco era inquietante esa
novedad, porque podía ser una simple imaginación de alguien que a esa hora cree
ver ciertas cosas y está con sueño. Pero lo que vino después fue en serio. Me
enteré de algo que desde entonces me quitó la paz interior y dio origen en mi
ser al afán por los asuntos de la historia y sus innumerables senderos. El 27
de febrero de 1829 ocurrió desde el Nudo del Portete hacia abajo un tremendo
choque bélico y un reguero de sangre que ocasionó un millar y medio de muertos.
El puente del relato desde hace mucho se llama “Camacaro”, fue bautizado así
porque en esa fecha, cerquita de allí, un soldado peruano le travesó con una
lanza y mató al mulato venezolano del ejército de Sucre, y según la tradición,
desde entonces su espíritu cabalga en las noches a todo galope por esos campos del
honor, que él los defendió heroicamente.
César
Pinos Espinoza
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