REPORTAJE.
Caminos y viejas historias de
Rumipamba
No
hay duda que la curiosidad es madre de muchos conocimientos. Con este principio
nos hemos puesto a caminar por senderos solitarios, que siendo muy cercanos,
jamás nadie ha preguntado por ellos. Es el caso del caserío de Rumipamba, a
corta distancia al sur de Girón. Hoy el camino antiguo, que según nuestro
cálculo tiene alrededor de 200 años, casi ha desaparecido, sin embargo queda
huellas. Transitamos por una vieja carretera que se encuentra en regulares
condiciones y por un corto tramo vecinal poco menos que desastroso. Dicen
algunos habitantes que el Municipio de Girón ha ofrecido arreglarlo, pero ya
van ocho meses y nada.
Los bólidos de hace 50
años
Partiendo
de Girón se recorre por la antigua carretera panamericana, que todavía resiste
debido a que fue muy bien construida en épocas pasadas y mantenida con un lastre
extraordinario, pero eso sucedió hace 50 años. Queda aún el puente de Santa
Ana, que como obra de ingeniería antigua, del tiempo de Velasco Ibarra y el
Ingeniero Isauro Rodríguez, es una maravilla que no le altera ni el peor
invierno. Quién creyera, por esa vía muy angosta transitaban hace 40 años los
pioneros del transporte colectivo, como los Bueno Hermanos, y por esa misma ruta
pasaron causando euforia y admiración los veloces autos Ford y Chevrolet de la
primera, segunda, tercera y cuarta Vuelta a la República, sin que nunca suceda
accidente de gravedad alguno, era el tiempo de Larrea, los Dumani, los Cucalón
y otros. La primera vez en 1955 ganó Luis Larrea; en 1956 Ernesto Jimmy
Salazar; en 1957 y 1960 nuevamente Larrea, con su inolvidable Ford blanco
numerado con el 1 y amarrado el capó y las puertas con correas de cuero. ¡Qué
tiempos aquellos! Sólo recordamos un grave accidente unos metros antes del
puente, cuando una vieja camioneta se fue a la quebrada y perdió la vida un
joven ocupante.
Romerillo, arrayán,
guarumo y alisos
Por
el otro lado, en el camino viejo todavía quedan unan casas antiguas que fueron
“quintas” y aunque han resistido el paso del tiempo, tienen los días contados.
Luego está la “laguna de oxidación”, que de oxidación no tiene nada, de laguna
sí, pero cubierta de una lava verde, de donde se desagua el líquido pestilente
hacia el río Girón, contaminándolo por completo. Sin duda ese pequeño valle es
hermoso, aunque no complementa el paisaje el río Girón que en épocas de sequía
corre casi imperceptible, pero a partir de allí y hacia el sur por territorios
de Pichanillas y Yunguilla, todavía crecen especies vegetales como el
romerillo, la malva de arrayán, los alisos, el guarumo plateado, la chilca, el
floripondio y el laurel de cera. Algunos cuentan que antes existían también la
cascarrilla, el cedro y el laurel, pero no los hemos visto.
Quimbolitos, chumales y
papas coloradas
Y
bien, proseguimos hasta llegar al poblado en donde encontramos a don Rosendo
Pacheco, quien caminando por allí nos manifiesta su preocupación por el caso
“arete de los vacunos”: Dice: “pagamos 7 dólares por cada arete pero como los
animales se siguen reproduciendo, ¿acaso debemos seguir pagando por las crías?
La incomodidad ronda por allí porque es poco lo que tienen, motivo por el cual
este asunto debe ser revisado, especialmente en el caso de los que poseen tres
o cuatro semovientes. La gente vive de la agricultura, pero por la migración no
hay quién trabaje y los jóvenes se van a la ciudad a laborar como albañiles y
así el campo queda vacío. El lugar cuenta con una escuelita “Daniel Alvarado” a
la que asisten 25 niños y niñas y tienen los elementos esenciales para la
enseñanza, como pupitres y pizarrones, pero faltan unas dos computadoras y la
atención alimentaria, médica y odontológica. Su director es Milton Ojeda que
está presente aunque haya vacación para los estudiantes. Mientras tanto, doña
Delia Córdova, su esposa y familiares visitantes, enseguida nos invitan a
servirnos unos chumales o humitas, unos quimbolitos y unas papas coloradas de
cuy, de esas que según dicen, son mejores que el propio cuy. Para nosotros es
como una pequeña fiesta con alegría en los rostros de todos y el relato de
cosas curiosas. Cuenta don Rosendo que esos
lugares eran antes montaña pura sin habitantes y que un día hace mucho tiempo,
llegaron unos militares derrotados después de una guerra –probablemente luego
de 1941— pero el caso es intrigante porque dice que un hombre oriundo del norte
habitaba en una cueva. ¿De quién huía o por qué se escondía? Este se mantuvo
tres meses comiendo frutas, se curó de su herida de bala en la pierna y llegó
caminando hasta Rumipamba, que era un lugar solitario, tomó una esposa y fundó
una familia y junto con un hermano venido desde el norte se repartieron unas tierras
y se multiplicaron.
Momento para contar
anécdotas
Hoy
es una zona de clima abrigado en donde se producen naranjas, chirimoyas, mandarinas,
oritos, aguacates, guabas, guineos pigmeos, café y repe. Doña Delia me cuenta
que tiene pena cuando se van sus hijos, incluso del “ultimito” llamado Edison
que estudia en Girón, y siente mucha alegría cuando vuelven. ¿Quién no? Dicen
que por allí existe un lugar muy bonito, “con una cruz que se enciende como
diamante, cuevas grandes y hasta asoman curinquigas y unas paredes con huecos
hechos por los incas”. Además existen aguas un poco saladas que la gente
utiliza para el ganado. Más allá queda la hacienda de Chalcapa de paso a
Pichanillas. Yo también les cuento una que otra anécdota y les invito a que nos
escuchen a través de la radio. Les relato que hace muchos años, quizás
cuarenta, estuve por allí de paso hacia la hacienda de don Antonio Abad cabalgando
en junta de varios amigos y que al regreso, uno de ellos se quedó dormido bajo
las patas de un caballo, y así con hambre y con sed tuvimos la suerte de ser
atendidos generosamente por la familia Guzmán; el mayor de todos, don Honorio,
nos alimentó y arregló el correaje de las acémilas, y sus hijas no salían del
asombro al vernos, aunque eso no era del entero agrado de su padre, porque era
muy celoso; las chicas eran jóvenes campesinas bellas a quienes veíamos por
primera vez, y de quienes por supuesto también nosotros guambras, quedamos
flechados. Conozco que hoy sólo sobrevive una de las hijas, Adelina, y de la
casa, hay únicamente escombros.
Por allí transitaron
miles de soldados
Después
del desastre para los invasores peruanos en Saraguro al amanecer del 13 de
febrero de 1829, dice Nemesio Vargas Valdivieso, “un ataque súbito difundió el
pánico en la división Jiménez”; es que sorpresivamente los defensores
colombianos, entre los cuales se contaban como jefes los ya legendarios Luque,
Camacaro, Urdaneta y Braun, aprovechando que “la gente dormía a pierna suelta
en la plaza de Saraguro y creyéndose acometida por todo el ejército enemigo
(los colombianos), se entregó a la fuga, despeñándose por Quebrada Honda,
camino a Loja”. Y reflexiona el autor que “ese mismo día o al siguiente, pudo
el enemigo atacarnos por la retaguardia…Sucre (sus tropas) prefirió retirarse a
Nabón…” Refiere Vargas que ese día Gamarra supo en el sitio de La Papaya sobre
la derrota peruana y “en lugar de retroceder, aceleró su marcha hacia Poetate”,
y en general todo el grueso de la tropa con Necochea y La Mar el 14 pasaron a
Yunguilla, “establecieron el cuartel general en Sulupali y el 15 estuvieron en
la Hacienda de Lentag, a 4 leguas de Jirón”. El 16, 150 hombres, pasaron a San
Fernando y Chumblín, no hay duda que por la ruta de La Asunción, Pueblo Viejo y
Santa Rosa. Mientras tanto, Sucre había mandado a cortar los puentes de Rircay
y Ayapamba, “para aumentar la dificultad de nuestra posición”. El puente de
Ayapamba se encuentra un poco más abajo de Rumipamba. El río Rircay que nace en
las alturas de San Fernando y San Gerardo, por el sitio que caminamos presenta
una hondonada al pie de la “piedra del aerolito” y un poco más abajo se unen
las aguas del Rircay y el Girón para luego avanzar hacia el sur por Pichanillas.
Entonces, fue por aquí --y lo sigue siendo-- el paso obligado de los antiguos,
atravesando los puentes del Rircay o Ayapamba para salir en Girón con dirección
a Cuenca. Si es por el puente de Ayapamba se pasa por Rumipamba, y si es por
Rircay, un poco hacia el oeste, se atraviesa Santa Ana y en ambos casos se
llega a Girón. Justamente nos hemos encontrado en el punto desde donde se
divisa todo el panorama y la ruta precisa, es como un corte topográfico o
cañón, atravesando el cual desde hace muchas décadas fue un chaquiñán y camino
de acémilas que unía a Zaruma, Portovelo y Piñas, pasando por Panupali, Uduzhe,
Manú, Yunguilla, Lentag, Rircay y Girón. Qué hermosos todos estos recuerdos, y
lo serán mucho más para aquellos ciudadanos ya de noventa y más años de edad
que todavía viven y que cabalgaron por esos rincones días enteros, y para el
tiempo de los héroes, toda una odisea, increíble pero cierta.
César
Pinos Espinoza
www.proyectoclubesdecomunicacion.blogspot.com
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