sábado, 1 de junio de 2013

REVISTA Clubes on line No. 1

REPORTAJE.

Caminos y viejas historias de Rumipamba
No hay duda que la curiosidad es madre de muchos conocimientos. Con este principio nos hemos puesto a caminar por senderos solitarios, que siendo muy cercanos, jamás nadie ha preguntado por ellos. Es el caso del caserío de Rumipamba, a corta distancia al sur de Girón. Hoy el camino antiguo, que según nuestro cálculo tiene alrededor de 200 años, casi ha desaparecido, sin embargo queda huellas. Transitamos por una vieja carretera que se encuentra en regulares condiciones y por un corto tramo vecinal poco menos que desastroso. Dicen algunos habitantes que el Municipio de Girón ha ofrecido arreglarlo, pero ya van ocho meses y nada.







Los bólidos de hace 50 años
Partiendo de Girón se recorre por la antigua carretera panamericana, que todavía resiste debido a que fue muy bien construida en épocas pasadas y mantenida con un lastre extraordinario, pero eso sucedió hace 50 años. Queda aún el puente de Santa Ana, que como obra de ingeniería antigua, del tiempo de Velasco Ibarra y el Ingeniero Isauro Rodríguez, es una maravilla que no le altera ni el peor invierno. Quién creyera, por esa vía muy angosta transitaban hace 40 años los pioneros del transporte colectivo, como los Bueno Hermanos, y por esa misma ruta pasaron causando euforia y admiración los veloces autos Ford y Chevrolet de la primera, segunda, tercera y cuarta Vuelta a la República, sin que nunca suceda accidente de gravedad alguno, era el tiempo de Larrea, los Dumani, los Cucalón y otros. La primera vez en 1955 ganó Luis Larrea; en 1956 Ernesto Jimmy Salazar; en 1957 y 1960 nuevamente Larrea, con su inolvidable Ford blanco numerado con el 1 y amarrado el capó y las puertas con correas de cuero. ¡Qué tiempos aquellos! Sólo recordamos un grave accidente unos metros antes del puente, cuando una vieja camioneta se fue a la quebrada y perdió la vida un joven ocupante.
Romerillo, arrayán, guarumo y alisos
Por el otro lado, en el camino viejo todavía quedan unan casas antiguas que fueron “quintas” y aunque han resistido el paso del tiempo, tienen los días contados. Luego está la “laguna de oxidación”, que de oxidación no tiene nada, de laguna sí, pero cubierta de una lava verde, de donde se desagua el líquido pestilente hacia el río Girón, contaminándolo por completo. Sin duda ese pequeño valle es hermoso, aunque no complementa el paisaje el río Girón que en épocas de sequía corre casi imperceptible, pero a partir de allí y hacia el sur por territorios de Pichanillas y Yunguilla, todavía crecen especies vegetales como el romerillo, la malva de arrayán, los alisos, el guarumo plateado, la chilca, el floripondio y el laurel de cera. Algunos cuentan que antes existían también la cascarrilla, el cedro y el laurel, pero no los hemos visto.
Quimbolitos, chumales y papas coloradas
Y bien, proseguimos hasta llegar al poblado en donde encontramos a don Rosendo Pacheco, quien caminando por allí nos manifiesta su preocupación por el caso “arete de los vacunos”: Dice: “pagamos 7 dólares por cada arete pero como los animales se siguen reproduciendo, ¿acaso debemos seguir pagando por las crías? La incomodidad ronda por allí porque es poco lo que tienen, motivo por el cual este asunto debe ser revisado, especialmente en el caso de los que poseen tres o cuatro semovientes. La gente vive de la agricultura, pero por la migración no hay quién trabaje y los jóvenes se van a la ciudad a laborar como albañiles y así el campo queda vacío. El lugar cuenta con una escuelita “Daniel Alvarado” a la que asisten 25 niños y niñas y tienen los elementos esenciales para la enseñanza, como pupitres y pizarrones, pero faltan unas dos computadoras y la atención alimentaria, médica y odontológica. Su director es Milton Ojeda que está presente aunque haya vacación para los estudiantes. Mientras tanto, doña Delia Córdova, su esposa y familiares visitantes, enseguida nos invitan a servirnos unos chumales o humitas, unos quimbolitos y unas papas coloradas de cuy, de esas que según dicen, son mejores que el propio cuy. Para nosotros es como una pequeña fiesta con alegría en los rostros de todos y el relato de cosas curiosas.  Cuenta don Rosendo que esos lugares eran antes montaña pura sin habitantes y que un día hace mucho tiempo, llegaron unos militares derrotados después de una guerra –probablemente luego de 1941— pero el caso es intrigante porque dice que un hombre oriundo del norte habitaba en una cueva. ¿De quién huía o por qué se escondía? Este se mantuvo tres meses comiendo frutas, se curó de su herida de bala en la pierna y llegó caminando hasta Rumipamba, que era un lugar solitario, tomó una esposa y fundó una familia y junto con un hermano venido desde el norte se repartieron unas tierras y se multiplicaron.
Momento para contar anécdotas
Hoy es una zona de clima abrigado en donde se producen naranjas, chirimoyas, mandarinas, oritos, aguacates, guabas, guineos pigmeos, café y repe. Doña Delia me cuenta que tiene pena cuando se van sus hijos, incluso del “ultimito” llamado Edison que estudia en Girón, y siente mucha alegría cuando vuelven. ¿Quién no? Dicen que por allí existe un lugar muy bonito, “con una cruz que se enciende como diamante, cuevas grandes y hasta asoman curinquigas y unas paredes con huecos hechos por los incas”. Además existen aguas un poco saladas que la gente utiliza para el ganado. Más allá queda la hacienda de Chalcapa de paso a Pichanillas. Yo también les cuento una que otra anécdota y les invito a que nos escuchen a través de la radio. Les relato que hace muchos años, quizás cuarenta, estuve por allí de paso hacia la hacienda de don Antonio Abad cabalgando en junta de varios amigos y que al regreso, uno de ellos se quedó dormido bajo las patas de un caballo, y así con hambre y con sed tuvimos la suerte de ser atendidos generosamente por la familia Guzmán; el mayor de todos, don Honorio, nos alimentó y arregló el correaje de las acémilas, y sus hijas no salían del asombro al vernos, aunque eso no era del entero agrado de su padre, porque era muy celoso; las chicas eran jóvenes campesinas bellas a quienes veíamos por primera vez, y de quienes por supuesto también nosotros guambras, quedamos flechados. Conozco que hoy sólo sobrevive una de las hijas, Adelina, y de la casa, hay únicamente escombros.
Por allí transitaron miles de soldados
Después del desastre para los invasores peruanos en Saraguro al amanecer del 13 de febrero de 1829, dice Nemesio Vargas Valdivieso, “un ataque súbito difundió el pánico en la división Jiménez”; es que sorpresivamente los defensores colombianos, entre los cuales se contaban como jefes los ya legendarios Luque, Camacaro, Urdaneta y Braun, aprovechando que “la gente dormía a pierna suelta en la plaza de Saraguro y creyéndose acometida por todo el ejército enemigo (los colombianos), se entregó a la fuga, despeñándose por Quebrada Honda, camino a Loja”. Y reflexiona el autor que “ese mismo día o al siguiente, pudo el enemigo atacarnos por la retaguardia…Sucre (sus tropas) prefirió retirarse a Nabón…” Refiere Vargas que ese día Gamarra supo en el sitio de La Papaya sobre la derrota peruana y “en lugar de retroceder, aceleró su marcha hacia Poetate”, y en general todo el grueso de la tropa con Necochea y La Mar el 14 pasaron a Yunguilla, “establecieron el cuartel general en Sulupali y el 15 estuvieron en la Hacienda de Lentag, a 4 leguas de Jirón”. El 16, 150 hombres, pasaron a San Fernando y Chumblín, no hay duda que por la ruta de La Asunción, Pueblo Viejo y Santa Rosa. Mientras tanto, Sucre había mandado a cortar los puentes de Rircay y Ayapamba, “para aumentar la dificultad de nuestra posición”. El puente de Ayapamba se encuentra un poco más abajo de Rumipamba. El río Rircay que nace en las alturas de San Fernando y San Gerardo, por el sitio que caminamos presenta una hondonada al pie de la “piedra del aerolito” y un poco más abajo se unen las aguas del Rircay y el Girón para luego avanzar hacia el sur por Pichanillas. Entonces, fue por aquí --y lo sigue siendo-- el paso obligado de los antiguos, atravesando los puentes del Rircay o Ayapamba para salir en Girón con dirección a Cuenca. Si es por el puente de Ayapamba se pasa por Rumipamba, y si es por Rircay, un poco hacia el oeste, se atraviesa Santa Ana y en ambos casos se llega a Girón. Justamente nos hemos encontrado en el punto desde donde se divisa todo el panorama y la ruta precisa, es como un corte topográfico o cañón, atravesando el cual desde hace muchas décadas fue un chaquiñán y camino de acémilas que unía a Zaruma, Portovelo y Piñas, pasando por Panupali, Uduzhe, Manú, Yunguilla, Lentag, Rircay y Girón. Qué hermosos todos estos recuerdos, y lo serán mucho más para aquellos ciudadanos ya de noventa y más años de edad que todavía viven y que cabalgaron por esos rincones días enteros, y para el tiempo de los héroes, toda una odisea, increíble pero cierta.

César Pinos Espinoza
www.proyectoclubesdecomunicacion.blogspot.com

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