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viernes, 4 de enero de 2013
lunes, 31 de diciembre de 2012
CONVERSANDO CON DIOS EN EL CAJAS. RELATOS DE UN EXPLORADOR.
El paseo arrancó en la
población de Sayausí, Ecuador, a las doce de la noche. Fue hace 45 años. El
grupo de amigos alegres inició la marcha con el apoyo de un hombre que con su
acémila transportaba las mochilas de los cinco excursionistas. ¿Por qué íbamos a
esa hora y para qué? Sólo cuatro sabían. Yo desconocía las intenciones y
objetivos pero me mostraba animoso y dispuesto a todo. En dos horas de camino a través de una ruta
que parecía carretera llegamos a la casa de don Lizardo, él estaba durmiendo
pero se levantó para mostrarnos un lugar en donde podíamos descansar el resto
de la noche. Ya amanecía y el frío era intenso. Creo que nadie durmió por la
baja temperatura y quizás por el interés de ver algo interesante el día
siguiente.
De pronto, cuando aclaraba
la mañana, nos despertó al grupo el ruido de un automotor, era un bus que había
llegado y transportaba a un grupo de chicas que venían de excursión. Poco a poco
comenzaron a bajar, mientras nosotros apurábamos siquiera lavándonos la cara y
recogiendo nuestros enseres para atender a las recién llegadas. Aún no sabía de
qué se trataba, los cuatro restantes sí. En todo caso me di cuenta de que eran
estudiantes de un colegio de internado de Cuenca, todas procedentes de la
costa. Había que ser atentos y ayudar, al menos esa era la consigna.
Escogida la pareja, cada uno
comenzó el ascenso hacia la laguna de Luspa. Yo iba con una bella chica del
Guayas, llevando su mochila, y creo que simpatizamos rápido y en forma mutua.
Había que avanzar lo más pronto posible para aprovechar el tiempo, la tarde y
la noche, según eran los planes. En el camino conversamos de todo: sus
estudios, los míos…y cosas de la juventud. Siendo así la marcha y con semejante
motivación para los dos fue fácil coronar la cuchilla que se ve frente a la
laguna Toreadora, para en ese filo descansar un rato mientras veíamos que la
caravana avanzaba y nos dábamos cuenta de que estábamos en los primeros
lugares. Delante de nosotros sólo caminaban dos parejas. Con el día muy
despejado y hermoso no había para perderse, sobre todo si uno de nuestro grupo
conocía de palmo a palmo la zona. Por allí un gran acierto inconscientemente:
chupar naranjas que mi compañera llevaba en su mochila y arrojar las cascaritas
en el camino. Quién creyera, eso sería mi salvación varias horas después.
Y bajamos y bajamos. Temas
tras temas desfilaron a lo largo del trayecto, todo era felicidad, belleza
natural y olvido del mundo, salvo de las miradas permanentes entre uno y otro, y
haciendo de mí parte mil castillos en el aire. Qué linda, decía en mis adentros,
cada vez que la miraba. No tenía ni idea de lo que me iba a suceder después.
Ella, de la alta sociedad de Guayaquil y este su servidor un muchacho sencillo
y del pueblo, difícil pero no imposible, me animé. Al cabo de una hora más, ya
estábamos en el filo de la Luspa. ¿Y ahora? A esperar que lleguen todos para
comenzar la fiesta y el romance. Eso jamás sucedería. Comenzaron a arribar las chicas
con su acompañante y así, ya se divisaba al resto de excursionistas.
De pronto llegó un hijo de
don Lizardo, el que guiaba la acémila, para comunicarnos un pequeño problema:
la mula se había enfangado en el camino y había que ir para rescatar las
mochilas y ayudar a sacar al animal. No hay problema, pensé, será cuestión de
una media hora y ya, dado que el arriero nos dijo que era por ahí nomás. Entonces,
vale ganar tiempo y volver. Conversamos entre los cinco y decidimos ir al
rescate. Me despedí de la chica y le dije que ya volvía en un rato, que me
esperara. Vi en ella alguna inquietud, pero me respondí, son cosas de la edad.
Me dijo, te espero, cuídate mucho y vuelve pronto. Para un muchacho deportista esa
caminata adicional era lo de menos, pero…nunca retornaría.
Tomé la delantera. Como ya
conocía el camino o por lo menos creía conocerlo, no había dificultad. Mis
compañeros conversando, conversando, venían atrás. Cada trecho les silbaba y
les apuraba, ellos respondían y venían hacia mí. Y continuaba la marcha pensando
encontrar por allí a la acémila y comenzar el trabajo, pero nada. Y silbaba y
gritaba, mas, ya sólo el eco me comenzaba a responder. Mejor me senté a esperar.
Pasó un cuarto de hora, una media hora y nada. Volví a silbar y gritar, pero no
había respuesta. Vi mi reloj, eran las diez de la mañana. Comenzó a bajar la
neblina y ya no veía nada a pocos metros, sin embargo, no me movía del lugar y
del camino. De pronto la neblina se disipó y esperaba ver alguna cercana presencia
de alguien…el silencio fue la respuesta y comenzó a ser preocupante. Me puse a
caminar más arriba para tratar de divisar algo pero cada vez me extraviaba más
y es cuando me dije, ahora sí estoy perdido.
El tiempo avanzaba
lentamente, ya eran las once, las doce, la una de la tarde y todavía mantenía
la serenidad; me decía, al fin es cuestión de caminar de regreso a la laguna por
la ruta que tomé y en una hora ya todo habrá pasado, pero cuando quise hacerlo,
no encontré ese camino. No sabía dónde estaba, pero caminaba por los pajonales
y cada momento me encontraba en peores condiciones de orientación. Únicamente
reflexionaba en que no debía dejar de caminar y no era momento de lamentaciones.
Me acordaba del caso del joven hijo del doctor Ricardo Muñoz Chávez, alcalde de
Cuenca, que se perdió por allí y lo encontraron días después muerto en una
quebrada. Vino a mi memoria otro insuceso, el de Iván Montero, que abandonó su
moto descompuesta y había decidido caminar para encontrar ayuda, pero que se
extravió y murió a consecuencia de esa decisión de dejar su máquina cuando pudo
avanzar aunque se rompan los cauchos. Y siempre guardaba optimismo, pensaba que
todo se puede con perseverancia y deseos de vivir. No debía decaer ni perder la
confianza en mí mismo.
Mi reloj ya marcaba las
cinco de la tarde. El tiempo comenzó a pasar raudo, la neblina volvió a bajar.
Esto es el fin, pensé. Ya eran las seis de la tarde, en unos minutos comenzará
a oscurecer. La verdad es que no me había acordado de Dios hasta ese momento.
Me senté en una piedra y dije, Dios mío, no me dejes aquí, si es posible,
aparta de mí ese cáliz, soy muy joven para morir, tengo la vida por delante y
no soy malo, tú sabes. De pronto oí una voz que me respondió: No te preocupes,
estoy jugando contigo. Pero Señor, tú estás jugando y yo estoy desesperado,
cómo es eso. Él se rio: No. Sólo quiero ver qué capacidad tienes para resolver
tus problemas. Los hombres deben aprender a hacer uso de la inteligencia que
les he dado para valerse de sí mismos y resolver sus momentos difíciles. Claro
que sí, le insistí, pero en este momento ya no encuentro alternativa alguna, y
tú juegas conmigo. Volvió a reír: Mira, dijo, no te pasará nada, esto sólo es
una prueba, te necesito para otros objetivos más importantes y tú tendrás que
servirme, de modo que tienes que hacer un esfuerzo más y deberás recordar
siempre esta lección, las locuras juveniles a veces conducen a la muerte y esa
chica en quien estás inspirado no es para ti, lo hago para cambiar tu rumbo en
la vida y te tengo un mejor porvenir, pero no te vuelvas a equivocar…
Mi Interlocutor me cerró el
audio y me quedé nuevamente solo. Obscurecía. En eso me fijé bien en un claro
del camino a un metro de distancia, eran cascaritas de naranja. Me agaché, las
besé y me aferré a la vida, no debo separarme de este camino, es lo último que
me queda, pues, a lo mejor estoy soñando, delirando y jamás vi ni conversé con
nadie. Apenas unos metros más y me encontraba encaramado en el filo de la
cuchilla y ya en la noche vi una luz lejana, era la casa de don Lizardo en Quínoas.
A partir de ese momento es otra historia, caídas, levantadas, tropiezos, desgarres
y sangre, un ganado que me persigue en la obscuridad y al fin, la casa de don
Lizardo. Antes de entrar, los perros ladraban nerviosos, mientras yo miraba al
cielo y decía: Gracias Señor. Volvió esta vez a sonreír y me dijo: Cuánto te
amo…
César
Pinos Espinoza
domingo, 30 de diciembre de 2012
Píllaro, tierra del heroico Rumiñahui
A
partir de Ambato tomamos la ruta norte que lleva a uno de los cantones más
viejos y emblemáticos de la provincia de Tungurahua, Santiago de Píllaro (Santiago
por el Apóstol, y Píllaro, del cayapa Pilla = Relámpago y Ru = Hueco). Está
ubicado a 2800 m.s.n.m. con un clima fresco y singular. Los buses circulan cada
20 minutos y el pasaje tiene un costo de $ 0.48. Es Día de Navidad y en 40
minutos por una carretera espectacular llena de curvas en diferentes niveles de
altura, llegamos y un gran monumento al héroe Rumiñahui nacido en esta tierra, nos
recibe. El personaje nació en un sitio llamado Huaynacuri, aproximadamente en 1492, fue hijo de Huayna Cápac
y Nary Ati, por línea materna sus abuelos fueron Pillahuaso Ati el padre,
Cacique de Píllaro y la Reina Choasanguil. Su nombre significa "cara de
piedra". El Congreso Nacional en 1985, resolvió que el 1 de diciembre, se
lo recuerde como héroe indígena, defensor del Reino de Quito de los conquistadores
españoles.
¿Cómo
habrá sido el lugar?
Con
seguridad este enorme territorio hace 500 años estuvo cubierto de vegetación
primaria, de la que quedan solamente algunos puntos en las estribaciones de las
montañas más altas como los Llanganates, que ahora los encontramos semicubiertos
de nubes. Dicen que Huaynacuri --hasta donde hemos llegado-- y las montañas
cercanas fueron refugio de Rumiñahui y otros líderes indígenas durante la lucha
de resistencia contra la invasión de las tropas de Huáscar primero, y luego
contra los españoles al lado de Atahualpa su medio hermano, ambos hijos del
tomebambino Huayna Cápac. Hay
muchas historias en torno a expediciones en busca del tesoro, que partiendo de
Píllaro fueron a los Llanganates y muchas de ellas se perdieron o sucumbieron
por lo agreste de la montaña o la inclemencia del páramo. Dicen que en el sitio la tierra
tiembla y se los traga. Sin embargo, una guía turística expresa que “la laguna de Pisayambo se encuentra
ubicada en las inmediaciones del Parque Nacional Llanganates a 45 km al
nororiente del cantón; por la vía que conduce a la parroquia San José de
Poaló, el acceso es fácil y se la puede apreciar desde la carretera misma. Pisayambo
es un lugar destinado al turismo naturista directo, pero su cause ha sido
alterado, prácticamente la laguna es un embalse natural modificado. Se puede
realizar caminatas, observación de la flora y fauna típica de Páramos,
camping, etc.”
Encuentro
al pueblo de fiesta
El
pueblo está de fiesta, se preparan los pases y los danzantes, como un preludio
de lo que viene después, la famosa “diablada”, que moviliza a toda la población
y a los turistas a nivel nacional e internacional. Píllaro es un cantón
extenso. Una parte se llama “Píllaro Viejo”, con su parque antiguo y su
monumento al General José María Urbina. Una placa dice: “Ilustre pillareño,
Presidente Constitucional de la República, 1852-1856”, y una leyenda adicional:
“Nadie nace esclavo en la República, ni puede ser introducido en ella en tal
condición sin quedar libre”. Urbina promulgó la liberación de los esclavos
negros, que más tarde los transformó en sus soldados, a los cuales se les
llamaba “tauras”, porque la mayoría procedía del sitio de Taura en la costa. El
parque tiene pinos, palmeras y cipreses envejecidos y algo olvidados. Lo rodeo,
me gusta mirar a la gente, soy un extraño más, de los que a cada rato llegan
por ese rincón serrano para maravillarse de cosas diferentes y hombres y
mujeres diferentes. Un desayuno completo en un pequeño restaurant cuesta dos
dólares y medio: un buen plato de arroz con pollo al jugo, un huevo duro, pan,
queso, jugo de no sé qué y café con leche. A dónde más. Frente a la iglesia aparece
un grupo bullanguero de jóvenes vestidos con llamativo atuendo azul, portando
saxos, trompetas, trombones y otros instrumentos nuevecitos, se llaman
“Banda-orquesta zon pillareñita”, y tocan muy bien los guambras; les tomo una
foto y dicen: “vale para el facebook”, entonces les doy una tarjetita y esperan
aparecer en nuestro espacio.
La
Plaza de la Resistencia en Huaynacuri
Más
allá entablo amistad con Juan Francisco Moreira. Me cuenta que es de Chone y que
se ha casado con una chica del lugar y ahora trabaja con una camioneta de
alquiler y le va muy bien. Hablamos sobre las bellas choneras y nuestro paso
hace años con los alumnos del Benigno Malo y los buenos recuerdos. Juan
Francisco me lleva a algunos lugares, primero a la Plaza de la Resistencia en
Huaynacuri, lugar en el cual aseguran que nació Rumiñahui y vivió su niñez y
juventud, poco antes de dirigir los aguerridos ejércitos de Atahualpa contra
los de su hermano Huáscar y de organizar la defensa contra la invasión
española, hasta su trágico fin. Allí existe una plaza que remeda una
construcción indígena a manera de fortaleza desde la cual se divisa Ambato y
Pelileo hacia el lado sur-oriental, y los Llanganates hacia el noroccidente,
que según la leyenda fue donde Rumiñahui escondió los tesoros que estaban
destinados al rescate de Atahualpa en Cajamarca, pero que ordenó su regreso para depositarlos en algún lugar
que hasta hoy es un misterio; según los entendidos, sería fabuloso, el mayor
porcentaje de todo lo que se llevaron los españoles y de lo que se gastó en los
templos de Quito. Cantuña lo supo de su padre Huanga, y de allí la leyenda de
la construcción del templo de San Francisco de Quito mediante un “pacto con el
diablo”. El cerro continúa cubierto de nubes y nos han dicho que es casi
inaccesible. Rumiñahui y los suyos se llevaron el secreto a la tumba; todo
cuánto hicieron los soldados de Benalcázar, tras incendiar y destruir la ciudad
de Quito para descubrir el destino de los tesoros, resultó inútil.
Un
personaje extraño e interesante
Cuentan
los cronistas que en la época de la colonia un español de apellido Valverde
estuvo casado con la hija de un cacique, quien fue uno de los líderes de lo que
hoy es Píllaro. Este español de la noche a la mañana se convirtió de un hombre
pobre en un individuo rico y acaudalado, ya que el padre de la chica revelo a
su yerno, el lugar donde Rumiñahui escondió el tesoro del Reino de Quito, de
donde se dice Valverde sacó gran cantidad de oro y plata. Valverde regresó a
vivir en su natal España y posteriormente dirigió al Rey un manuscrito revelando
la ruta a seguir para lugar donde se encuentra el Tesoro. Este manuscrito desde
esa época se lo conoce como la guía o el Derrotero de Valverde, el mismo que
consta de cinco jornadas. Desde aquellos días hasta la actualidad cientos de
investigadores, científicos, exploradores y buscadores de tesoros han llegado a
Píllaro para seguir fielmente el Derrotero, pero no se ha sabido nada.
Personajes, parroquias y
riqueza
Píllaro
consta de siete parroquias: Baquerizo Moreno,
Emilio María Terán o Rumipamba (con el nombre de un destacadísimo personaje de
la historia nacional nacido en Latacunga), Marcos Espinel (Chacata), Presidente
Urbina (Chagrapamba-Patzucul), San Andrés, San José de Poaló y San Miguelito.
La principal actividad económica
del cantón es la ganadería con una producción que sobrepasa los cien mil
litros diarios, igualmente la fertilidad de las tierras dan lugar a una gran
producción de hortalizas, legumbres, cereales y una extraordinaria variedad de
frutas. La talabartería, es otra actividad para elaborar monturas tipo galápagos,
zamarras, riendas, arretrancas, cinchas, estribos, pellones, guruperas, entre
otros. Bueno, Píllaro es como para volver más de una vez. Todavía no hemos
hablado de sus valores artísticos, naturales y humanos, caso Nelson Dueñas, los
Hermanos Castro, la tierra de la manzana Emilia (por Emilio María Terán), las
Hermanas Esparza, el héroe del Cenepa Efraín Pilco, las mejores papas,
aguacates, mandarinas y manzanas, la
ganadería brava de los cerros para fiestas de pueblo y grandes corridas, los
“Siete chorros” de agua milagrosa, el valle del río Culapachán con clima
delicioso, sitios como San Miguelito y la Basílica de la Niña de Jerusalén, la
Hostería María Soledad, en fin, tantas cosas de este pueblo antiguo y moderno,
hermoso y lleno de gente trabajadora y sana. Hay que volver.
César Pinos Espinoza
www.proyectoclubesdecomunicacion.blogspot.com
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