lunes, 13 de diciembre de 2010

Historias de viajeros y trotamundos






Diario El Mercurio, de Cuenca, Ecuador

Historias de viajeros y trotamundos hay en cantidades. Grandes y famosos aventureros han existido siempre a lo largo de la historia. Marco Polo por la Indias, es tema de muchos autores; Francisco de Orellana y Fray Gaspar de Carvajal, viven una aventura increíble a mediados del siglo XVI, lo dice Leopoldo Benites Vinueza en su recomendado libro “Argonautas de la selva”; Charles Darwin es detallista en sus observaciones en Ecuador y Sudamérica; los misioneros franceses que llegaron a tierras del Ecuador en el siglo XVIII cuentan historias impresionantes; Rudolfo Philippi en el cono sur narra casos espectaculares, en fin, son solo unos pocos nombres en torno a una sensacional tarea desde hace siglos a lo largo y ancho de este planeta.

Un explorador llamado Julius Popper

En el libro, pronto a salir, “Viaje al fin del mundo”, narramos que los conquistadores españoles quedaron asombrados, impactados e intimidados al ver los puentes de soga construidos por los incas en los desfiladeros de los Andes. Muchos de ellos, como el tendido sobre el río Apurimac, en Perú, que el explorador americano Ephraim George Squier del siglo XIX bosquejó en sus recorridos, sobrevivieron por siglos después de la caída del imperio Inca. Según algunos cálculos, al menos 200 de esos puentes colgantes franqueaban hondonadas de ríos en el siglo XVI. En la misma obra decimos que un obscuro personaje rumano llamado Julius Popper llegó al extremo sur de Chile y Argentina, exploró esos lugares inhóspitos y se dedicó a cazar indígenas onas o selk’nam, se fotografiaba con las "piezas cobradas", mientras otros mataban a esos hombres y mujeres indefensos y pacíficos y vendían los senos y testículos por libras.

Posiblemente no fue Bingham

Douglas Eugenio Savoy, un periodista norteamericano, guiado por los comuneros llegó a Pataz, al nororiente del Perú, junto al canadiense Douglas Saharon en agosto de 1965, tomó fotografías impactantes de El Dorado y regresó a Lima pasando su nombre a un primer plano, como descubridor de El Gran Pajatén, nombre puesto por él. El descubrimiento de la ciudad inca de Machu Picchu se atribuía hasta ahora al arqueólogo y aventurero estadounidense Hiram Bingham, que llegó al recinto arqueológico en 1911. Sin embargo, las investigaciones más recientes sostienen que fue Augusto Berns, un buscador de oro y empresario maderero alemán, el primero que localizó las ruinas en 1867, y quien las saqueó durante años, con la anuencia del gobierno peruano, según concluye una investigación liderada por el cartógrafo estadounidense Paolo Greer.

Un belga y una francesa en la carretera

En la ruta El Pan-Sevilla de Oro, encuentro a dos ciclistas, Jacinta y Joel y me pongo a dialogar con ellos mientras descansan y se sirven algún alimento. Ella es francesa, él es belga, se conocieron en Bolivia. Un año atrás, cada uno por separado había salido de su patria, atravesaron el Perú, pero ya habían estado en la Gran Isla chilena de Chiloé y en Argentina; después del encuentro prosiguieron en bicicleta por Perú y ahora iban rumbo al Puyo, luego a Colombia y decían que en unos dos años más retornarán a Europa. Hace poco me escribieron: “Por supuesto que nos acordamos de usted. Llegamos en Puyo y no pudimos salir por los derrumbes en la ruta que va a Baños. No encontramos mucha gente en la vía, pocas personas fueron curiosas como usted, pero sí lo fueron siempre con muchísima amabilidad y respeto. Julieta a veces me dice un poco desconcertada: ¿pero por qué hacer esto en bicicleta? Normalmente respondo riéndome, pero allí trago (rebajo) mis lágrimas para intentar explicarle que es bello el viaje en bicicleta, pero que a veces es duro…Quedamos estupefactos de admiración delante de las construcciones incas. Las piedras de los edificios, no sólo son tan bien emboitées (¿?) que es imposible pasar una hoja entre ellas, y descubrimos que habían sido talladas en las seis caras. ¡Un trabajo titánico…!”

Antoine es libre como el viento

Por Cuenca pasó en enero Antoine, un joven de 20 años oriundo de Niza, Francia, había salido de su tierra natal dos meses atrás y solitario había recorrido Bolivia y Perú; estaba en sus planes conocer la “Ruta de la Spondylus” y luego viajar por el Amazonas hasta Iquitos y salir al mar para retornar a su casa. Antoine, como todos los viajeros leía bastante y estaba muy bien informado de nuestro país. ¿Extrañas a tus padres?, le pregunté. Me dijo que no. Nosotros no nos estresamos por eso. Entonces vi que son diferentes en ese aspecto, son poco sentimentales, parece que no se inmutan, no lloran, aparentemente no se emocionan ni se enamoran, a lo mejor sí de la naturaleza y los lugares exóticos que pisan. Son libres como el viento…

En Nazca nos vemos y nos entendemos

En una playa desierta de Galápagos encuentro a una pareja de alemanes jóvenes. Son profesores universitarios que cada año viajan a cualquier parte del mundo, solo trabajan para eso. El próximo año estarán en Egipto, después recorriendo la Gran Muralla China, Hawai, Buenos Aires, Valparaíso, Hanoi…el mundo es amplio y hermoso. En Nazca, Perú, encuentro a dos chicas holandesas en una heladería, conversamos lo posible, pues no conozco el holandés y ellas tampoco el castellano, pero nos entendíamos con señas, mapas, dibujos y el lenguaje universal de la sonrisa. Son jóvenes de 18 años y recorrerán el Perú y Bolivia durante seis meses.

En cuanto a dinero, “el viaje irá dando”

lonna hace cola en Huaquillas para obtener la ‘tarjeta andina’ y pasar al Perú. Viene de Filipinas, viaja sola, es una chica de 20 años y buenas formas, viste ropa ligera, un short, una camiseta con grabados raros y lleva una pequeña mochila, nada más. ¿El dinero? Poco. “El viaje irá dando”. Atravesará Perú, Bolivia, Paraguay y Argentina. ¿Después? “Ya veremos qué pasa”. Para ella no parece una aventura difícil, a lo mejor es lo de menos, ya está en ese mundo y se manifiesta resuelta a todo. Pienso que algunos mochileros no regresarán jamás a su casa, y a lo mejor casi no notarán su ausencia. Habrán “matado el gusano”, pero talvez pagarán caro la curiosidad de saber qué hay más allá de su lugar de origen. Después de todo estas movilizaciones no son ninguna novedad, siempre se dieron, la historia lo registra así y por diversos motivos en todas partes.

Impresionados en la Nariz del Diablo

Antes de la actual rehabilitación del tren especialmente en la Nariz del Diablo, hace unos dos años nos embarcamos desde Riobamba con dirección a Alausí y Huigra. En la parte superior del aparato íbamos alrededor de unos cien pasajeros. Había gente de varias nacionalidades: españoles, alemanes, australianos, irlandeses, brasileños, chinos, italianos, y este periodista ecuatoriano. Estábamos felices e impresionados, encaramados en la parrilla del “tren más difícil del mundo”, como lo calificó uno de los Harman al entrevistarse con Alfaro en el Palacio de Carondelet. “Yo estaba con miedo --decía una chica española-- pero el tren ha sabido ir despacito y eso me tranquiliza”. Otro, un joven irlandés, me permitía con su escaso castellano, conocer sus impresiones; cuando le hablé de Daniel Florencio O’Leary, edecán del Libertador y héroe de la batalla del Portete, sintió orgullo y me pidió que le cuente más. Le dije que varios irlandeses combatieron al lado de nuestros patriotas en la independencia americana y que sus nombres están grabados para siempre en el corazón y la mente de millones. El joven se emocionó e hizo un ademán de fuerza con su brazo y me extendió la mano cruzada. Qué bonito es todo esto. Las experiencias y vivencias de viajeros muchas veces pasan a la historia, son inolvidables. Con la lectura se gana bastante, pero con los viajes la ganancia es total. Un libro, como un viaje, se comienza con inquietudes y se termina con melancolía, decía el escritor mexicano José de Vasconcelos, pero yo agrego: Viajar es un placer inigualable, transporta no solo a tu cuerpo sino a tu espíritu hacia lugares insospechados, aunque después queda una honda nostalgia porque se ha construido recuerdos.

César Pinos Espinoza