jueves, 28 de julio de 2011

Pedro Benigno Raulet



Este personaje nació en Thionville, Francia en 1792, de buena cuna, muy pronto abandonó su hogar y marchó tras de su destino aventurero y fatal. Cuando Francia con Napoleón ingresó en la guerra contra otras naciones se hizo parte del 21° Regimiento de Chasseurs a Cheval de caballería, peleando en Alemania y España; cayó prisionero en la batalla de Badajoz, de donde fue llevado a Escocia hasta la firma de la paz. Ante el retorno de Napoleón volvió a sus filas y combatió en Waterloo con el grado de Sargento Mayor, cayendo derrotado. Como muchos ingleses, franceses, alemanes e italianos se marchó a América. No hay duda, le gustaba la guerra. En 1817 en Estados Unidos se unió al coronel francés Latapie, para liberar a Napoleón de su prisión en Santa Elena, apoyando primero al rebelde brasileño Antonio Goncalves, insurrecto de Pernambuco en Brasil, pero cuando los 32 hombres, entre los cuales se contaba Raulet, arribaron a ese país en 1817, fueron arrestados y luego desterrados. Raulet fue a Chile en donde se presentó para servir en las filas de San Martín, destacándose pronto por su valentía y coraje. En 1821 de capitán, ya era jefe del escuadrón de caballería "Húsares de la Legión Peruana de la Guardia" que más tarde daría origen al regimiento Húsares del Perú, cuerpo de decisiva actuación en la batalla de Junín.

En 1823 sirvió como comandante de la escolta del presidente Riva Agüero y a órdenes de Sucre participó en el combate de Arequipa donde los patriotas fueron derrotados. Fue condecorado con las medallas del sitio del Callao, del ejército libertador y la Orden El Sol del Perú en grado de Benemérito a la Patria. Luego de la Independencia del Perú, William Miller en sus famosas “Memorias” publicadas en 1828, decía: “Raulet es actualmente un rico hacendado, viviendo en la hacienda de su mujer cerca de Ica, casado y chocho con su interesante doña Nicolasita y padre muy feliz de Napoleón Raulet y otros cinco ó seis preciosos retoños”. Raulet acarició la felicidad, pero ésta fue, como siempre sucede, fugaz. Declarada la guerra entre la Gran Colombia y el Perú, Raulet fue llamado a las filas peruanas. Según se conoce, lideró una avanzada de 250 infantes y 50 húsares que el 10 de febrero de 1829 en forma sorpresiva arribó a Cuenca pasando por Girón, batiendo a 400 soldados y tomando prisioneros al general Vicente González y 30 oficiales. Poco antes el grueso de invasores comandados por el cuencano Mariscal La Mar destacó al coronel Pedro Raulet con dos compañías de infantería y un escuadrón de caballería a incursionar en territorio invadido. Con gran audacia Raulet avanzó 14 leguas tomando por sorpresa la población de Saraguro, que estaba defendida por el coronel colombiano Acero. Pero vendría la primera derrota peruana por la acción defensiva del coronel alemán Braun y Urdaneta, junto con 160 hombres de Rifles, Yaguachi, Cedeño y Granaderos. El coronel Francisco Vidal también fue parte de este descalabro peruano.

En la toma de Cuenca hubo numerosos muertos y heridos. Los peruanos se apoderaron del parque, destruyeron el resto y remitieron los prisioneros a Guayaquil que ya estaba en su poder. Luego de su acción Raulet retornó a Girón para unirse a las fuerzas de Gamarra. El día 27 de febrero de 1829 miles de combatientes peruanos avanzaron con dirección al Portete, cumbre montañosa, último escollo para llegar a Cuenca, y es posible que la coronaron, pero vino lo peor, el Mariscal Sucre con su subalterno Flores, infringieron en apenas cuatro horas una terrible derrota a los peruanos, dejando como saldo más de 1500 muertos en su mayoría invasores en el campo de batalla, incluido Pedro Raulet, caído según dicen por una bala perdida. En esa acción estuvieron presentes La Mar, Agustín Gamarra, José de Orbegoso, José María Plaza, Mariano Necochea, Rufino Echenique, Domingo Nieto, Juan Francisco Vidal, Pedro Bermúdez, Santiago Salaverry y otros personajes que más tarde hicieron historia en el Perú. El cadáver de Raulet fue respetado y defendido porque lo querían profanar, de acuerdo a versión de Sucre: “El general Juan José Flores impidió que su cadáver fuera profanado por un soldado colombiano que pretendía llevarlo a Cuenca, siendo incinerado en el campo de batalla junto al resto de cuerpos”. (Historia del Ecuador por Roberto Andrade, Parte 2, pág. 426). Pero también existe la versión de que fue decapitado y su cabeza colocada en una pica, llevada para ser mostrada por las calles de Cuenca “como trofeo de guerra, por ser mercenario”. En realidad muchos lo fueron…

Ver: "La independencia y el poder político en Chile y Argentina: actitudes de los oficiales napoleónicos en los ejércitos de liberación (1817-1830)". Patrick Puigmal.

César Pinos Espinoza

domingo, 24 de julio de 2011

MI GUÍA HACIA SAN MIGUEL DE TAQUICULEBRA





Conozca San Miguel de Patahuasi y La Iberia






Diario El Mercurio, domingo 24 de julio de 2011

Desde Agua Rica emprendemos el descenso hacia San Miguel a través de un chaquiñán fangoso, difícil y lleno de camellones. Días antes había llovido a cántaros y el camino era como dice la canción de “La burrita”, verdaderamente “culebrero”. A lo lejos se divisa los cerros de Patahuasi (“casa de la loma”) y Taquiculebra (“silo o granero de la culebra”); dicen que son volcanes, pues a uno y otro lado sale agua caliente una legua más abajo. Me aseguraban que en una hora llegaríamos al caserío nombrado, pero en realidad nos tomó más tiempo, a pesar de que Dianita, nuestra joven guía nos pidió que utilizáramos la acémila que muy temprano nos había traído para nuestra exclusiva comodidad; casi al rayar el día nos esperaba junto a la escuela de Agua Rica. Es admirable la fortaleza de las mujeres campesinas desde temprana edad. Ella nos contaba en el trayecto que dos veces por semana se dirige al caserío de La Iberia para estudiar en un colegio semi-presencial, siempre caminando por la misma senda de cuestas y descensos hasta tomar un bus desde Aguas Calientes hacia el centro de estudios. En terreno difícil, me decía, es mejor caminar “porque la acémila se puede caer y eso sería grave para usted”.

Una escuela bien equipada

Qué alivio llegar a San Miguel. Es un pequeño caserío ubicado en las estribaciones de la montaña en donde habitan unas 25 familias. La escuelita “José María Urbina” cuenta con una maestra, doña María del Carmen Montaño que sabe poner inyecciones y “no hace doler”; son 19 niños pero en total habitan unos 50; el local escolar es cómodo, tiene pupitres bipersonales nuevos que entregó el Gobierno Provincial del Azuay, pero tuvieron que pagar cincuenta dólares por el transporte hasta Aguas Calientes, desde donde los padres de familia los llevaron a la comunidad; disponen de un pizarrón electrónico y cinco computadoras; el Estado les entrega quince dólares por cada estudiante cada año para el pago de luz y hacen “bazares” para gastos varios de la Escuela; en cambio por allí cerca en el caserío “Bola de Oro” no tienen escuela y habitan 22 familias. Otras comunidades son “Tres Marías” y “El Aguacate”, que de parte de la Junta de Molleturo, “no reciben ni agua”, según dicen los moradores; posiblemente jamás han llegado al lugar “porque es muy lejos”. El niño Pablo Encalada (11) no tiene una mano, la perdió en un trapiche, caso muy frecuente; cuentan con la estructura para una nueva aula y justamente al día siguiente nos dirigimos juntos al lugar a orillas del río Chaucha para que transporten una parte de los materiales a lomo de mula.

Por la distancia los productos se dañan

Jacinto Peñaloza me obsequia una funda de quijos, una fruta agridulce parecida a los “gullanes”, de esos que abundan en San Fernando; cuentan que todo lo que siembran es para consumo propio porque si quisieran llevar a un mercado, como los más cercanos de Calderón y San Carlos a algunas horas de distancia y en acémila, llegarían estropeados. Me conceden hospedaje porque todavía no nos reponemos del viaje del primer día; de noche escucho en mi radio música de emisoras peruanas y de Guayaquil; me informo que el “call center” es carísimo para el IESS y no funciona, qué desilusión; que vuelve al fútbol Iván Kaviedes, qué alegría; que falleció Manolo Otero, qué pena; escucho la canción “Vuelvo a ti…” Nostalgia; que mataron a Facundo Cabral, “el décimotercer discípulo de Jesús”; Facundo también tenía cosas chistosas: un día llegó donde su abuelo, qué estás haciendo le preguntó, viendo básquet, le manifestó, cuánto van, 86 a 82, quién gana, el 86 “boludo”, le respondió. Vivo un mundo de silencio y lejanía, apartado totalmente del bullicio de las ciudades, de alguna manera es retiro espiritual. En el atardecer un sol rojo se despide mientras bandadas de loros bullangueros pasan contentos porque seguramente divisaron una chacra que en cuestión de minutos será para ellos opípara merienda. Por allí se ve al buitre, al gavilán, al tigrillo, y pasan cerca de nosotros unos guagras enormes y bravos que son llevados a la venta más abajo; dice la gente que esos animales “de pronto se endiablan”; bueno, da miedo verles y hay que alejarse, pero esos temibles animales, con los dueños, jóvenes y robustos, están familiarizados y bajan respetuosos.

Ninguna atención médica

Los moradores depositan su confianza en nosotros y nos cuentan sus penas; por ejemplo, Luz María Bone Minchala dice que le obligaron a pagar 120 dólares de luz; Segundo Concepción Fajardo 235 dólares y María Robertina Encalada 120, y apenas tienen un promedio de dos focos y ninguna refrigeradora ni licuadora, peor equipos de sonido, ni ducha, ni nada, porque se bañan con un buen jarro en la manguera de abundante agua. ¿Qué estará pasando? Los señores de la Empresa Eléctrica tienen la palabra porque este problema es frecuente. Y mientras meditamos sobre el caso del ya famoso y millonario “call center”, a veces bueno para nada, en estas comunidades no existe atención médica para niños ni adultos, peor medicamentos. Algo insoportable. Pero todo cambia con la amena conversación de don Braulio Fajardo (74); nos dice que los medicamentos caducados matan, que al aceite de oliva hay que sacarlo del embase de metal, que el trancazo se reconoce por la orina, que el zorro se come la miel con cera y todo, que la miel de las abejas asesinas también es buena y que los medicamentos naturales son buenos; algo para un buen conversador: solamente escuchar.

En la práctica, muchos niños se encuentran marginados.

Me entero que al menos 67 millones de niños en todo el mundo se ven privados hoy del derecho a la educación, especialmente en países donde la tasa de natalidad es muy elevada, de acuerdo a un informe del Consejo Económico y Social de la ONU, y que el presidente de la Asamblea General de ese organismo, Joseph Deiss, hace hincapié en “la importancia de la educación para alcanzar la felicidad individual y la prosperidad económica”, además de mejoras sociales como la autonomía de las mujeres y la reducción de la pobreza. Entonces me pregunto –en la práctica- particularmente en nuestro país, ¿quiénes se encuentran al margen de la educación porque ésta no es eficiente?

El historiador peruano Manuel Bilbao dice en su obra “La Historia del General Salaverry”: “Hecha la revolución independentista el Perú cayó en la miseria. La emancipación vino a ser un bien para cierta clase del país y ningún resultado físico ni moral para todos”. En verdad, la ley del progreso impulsó el carro de las ideas, y los americanos para dejarle correr derribaron el escollo que se oponía. Se emanciparon. Pero la emancipación no era el último paso. En el Perú como en nuestro país sucedió igual. Los sucesivos gobiernos no hicieron lo correcto y han mantenido en la ignorancia a los pueblos, a propósito o por ineptitud e incapacidad de ser auténticos gobernantes. He ahí lo que vemos casi siempre en las comunidades por donde transitamos.

Retorno por Aguas Calientes y La Iberia

Así pasamos la noche y muy temprano al día siguiente a levantarse y despedirse; más de una hora para llegar a Aguas Calientes, otra vez por “camino culebrero”, y por fin allí un baño reparador en la pequeña piscina de don José junto a la carretera; y proseguimos caminando hasta La Iberia por unos 45 minutos, para allí nuevamente pasar la noche porque no hay transporte. La carretera desde ese poblado la arregló algo el Municipio de Ponce Enríquez y está en regulares condiciones. El circuito concluye con el viaje en bus hasta San Carlos y luego por Naranjal a Jesús María y la vía Molleturo. Durante el viaje de retorno pensaba en lo que dijo un educador e inteligente observador por esos campos: “Aquí los niños no reciben caricias de sus padres”; casi no se ve esa buena costumbre, gesto fundamental. A lo mejor ellos no tienen la culpa, porque tampoco recibieron caricias de los suyos…

César Pinos Espinoza

cesarpinose@hotmail.com

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