sábado, 9 de febrero de 2013

Alausí: historia, tradiciones y carnavales.













Caprichosamente enclavado en un terreno inclinado y una terraza aluvial, se encuentra Alausí, casi a mitad del camino entre Cuenca y Riobamba. Es un paso hacia la costa bajando por la ruta que marca el río del mismo nombre, que más abajo se llamará Chanchán luego de unirse con el Guasuntos y otros tributarios. El río Chanchán recibe las aguas de los ríos Sibambe, Lauma, Blanco y Angas, uniéndose después con el Chimbo para formar el Yaguachi que desemboca en el río Guayas y concluye su tránsito en el Océano Pacífico. El Chanchán a lo largo de la historia ha causado verdaderos estragos y más notorios en el tiempo de la construcción del ferrocarril a partir de 1900.  
La efigie de San Pedro domina el panorama
La enorme efigie de San Pedro, patrono y “poseedor de las llaves del cielo”, construida en el 2001 por Eddie Crespo, domina el panorama visto desde todo lado. Alausí es por excelencia un pueblo de faenas taurinas, sobre todo en las fiestas cívicas y religiosas cuando las gentes de las haciendas salen a demostrar su arriesgada y espectacular afición, y arte dicen algunos, que emociona a muchos, hace sufrir a las mamás de los juveniles toreros y enamora a las bellas chicas. Alausí es principio y paso para múltiples destinos y objetivos turísticos: el ferrocarril para ir a la mundialmente conocida Nariz del Diablo; a Huigra con invalorables recuerdos históricos y un paisaje como pocos; a las 45 lagunas de Ozogoche y el espectacular “suicidio de los cuvivís”; a los vestigios del Camino del Inca por Achupallas; a las sonadas fiestas de San Pedro y el pintoresco carnaval; a deportes de aventura, a la Plaza Eloy Alfaro que cuenta con una escultura del personaje y cuatro murales que describen varios momentos de la revolución alfarista, y el Parque 13 de Noviembre donde se encuentra la Iglesia Matriz y un monumento a la Libertad. ¡Qué más se puede pedir!
El “suicidio” de los cuvivís en Ozogoche.
Un informe sobre el “suicidio” manifiesta que entre agosto y septiembre, las lagunas de ese lugar pasan por un fenómeno raro, cuando miles de cuvivís, que son aves migratorias provenientes de EEUU y Canadá, extrañamente se zambullen en las aguas y encuentran su propia muerte, lo que aparece como un suicidio. De acuerdo a los estudios, lo que en realidad sucede --según dicen-- es que debido a la fatiga del largo viaje las aves caen en picada para beber agua, pero la baja temperatura del líquido elemento al parecer les causa la muerte inmediata. No existe otra explicación, aunque ésta no convence del todo. Mediante un estudio realizado en 1993 en la Universidad Católica de Quito se determinó que las aves provienen del norte y pertenecen a la familia Bartrania Longicauda.
Lugares que prefieren los turistas en Alausí
Dicen que las fiestas de San Pedro de Alausí son una tradición que proviene de la época española y todavía  se conservan con algunos rasgos, como danzas, música, folklore, pelea de gallos y corrida de toros, lo cual atrae a turistas nacionales y extranjeros. Son una mezcla de lo hispano con lo nativo. Esa convivencia de lo uno y lo otro se torna en algo maravilloso. En Alausí hay varios lugares para visitar, observar y admirar: la avenida 5 de Junio que es la arteria principal con una serie de detalles: sitios para la venta de ropa de toda clase, indígenas con trajes coloridos; las plazas y parques de la urbe, las calles angostas herencia de la tradición de siglos, la estación ferroviaria ahora flamante y renovada, mercados con productos de la rica agricultura, ganadería y artesanía local, monumentos e iglesias, y sobre todo un ambiente tranquilo en un clima fresco y saludable. Las principales festividades se celebran desde finales de junio y duran dos semanas.
Las fiestas de San Pedro
En las fiestas de San Pedro tiene lugar el Desfile de la Alegría. Desde tempranas horas del domingo los colegios, escuelas y comunidades desfilan alegremente por la ciudad. Los participantes van ataviados con trajes típicos, danzando o cantando, representan pasajes históricos y pasan carros alegóricos elegantemente adornados con flores. La multitud aplaude, el aire se impregna del tradicional chancho horneado y platillos típicos alauseños. En todos los lugares se reparte aguardiente y las sabrosas y “animadoras” sangrías. Lo más destacado constituyen las corridas de toros, que sin duda son el centro de la atención en las festividades; los aficionados a la tauromaquia se juegan la vida lidiando a bravos toros, y según dicen allí, “haciendo vibrar de emoción al público reunido en la plaza”. En las vísperas la gente concurre al parque Simón Bolívar en donde se inicia una fiesta de luz y calor denominada “Noche del castillo”, en donde se quema el castillo con figuras especiales que representan lo auténtico de este pueblo. A las tres de la tarde del último sábado de junio, la reina hace su entrada triunfal a la plaza montada en un hermoso corcel, recibe las llaves de la ciudad y la banda entona música alegre, mientras los asistentes acompañan con sus “oles”.
Los toros son una pasión para los alauseños.
Cuentan que al primer toro de la tarde le adornan su lomo con una colcha bordada y pintada a mano que será el trofeo para el que logre su mejor lance con capotes, pañuelos, sombreros o camisas. Ya podemos imaginar la bulla de la muchachada y la emoción de los presentes. Lo toman por el rabo o por los cuernos y el animal enfurecido enviste al que aparece, mientras es acosado por cuadrillas de toreros. En la plaza hay algarabía, sangre y valor, y por cierto, muchos contusos, en tanto que el corazón de los matadores late aceleradamente y nace la esperanza de que con un lance peligroso la chica de sus sueños lo acepte como novio oficial. ¡Muy interesante!  Y prosigue la faena, cae la tarde y sale el último toro, le llaman “el toro de la oración”, es el “toro de los cobardes”, porque sacan lances envalentonados por el trago que han tomado.
Extranjeros por todo lado admirados de las cosas de Alausí
Como dato importante en especial para extranjeros, Alausí es un cantón de la provincia de Chimborazo en el Ecuador. Se sitúa en una altitud promedio de 2.340 msnm. La cota más baja del cantón es de 1.225 msnm en ese lindo poblado que se llama Huigra, y la mayor a 3.340 metros msnm en Achupallas. La temperatura media es de 14 a 15 °C. Alausí se encuentra a 97 km de Riobamba en un pequeño valle al pie del cerro Gampala. Justamente lleva el nombre de “Gampala” un importante hotel que lo recomendamos.
Alausí fue fundado el 29 de junio de 1534 por Sebastián de Benalcázar y se considera como la primera población en la Real Audiencia de Quito. El ferrocarril llegó el 8 de septiembre de 1902 y constituyó una prometedora realidad para el desarrollo urbano, arquitectónico y social de Alausí.  Aseguran que la construcción de su Iglesia Matriz, que es el templo más importante del cantón, se realizó con piedras extraídas de las minas de Chiripungo, situadas a dos kilómetros de la ciudad. En lo que se refiere a nombres, santos y preferencias, existe este dato curioso: San Pedro es el patrono principal y la Virgen del Rosario es secundaria. Cosas de la fe de las personas.


César Pinos Espinoza
www.proyectoclubesdecomunicacion.blogspot.com

lunes, 4 de febrero de 2013

Relatos de un explorador. No. 3



EL POBLADO DE GER ESTÁ DETRÁS DE LOS CERROS



"Los perros negros botaban candela por los ojos..."


    Ascendíamos desde la playa del río Cañar caminando por un tortuoso sendero que me pareció interminable. Poco a poco iba quedando atrás la lejana población de Gualleturo y ahora nuestras fuerzas y objetivos se centraban en Ger, un misterioso, escondido y solitario rincón situado al pie de la montaña, frío y desesperante como pocos, como su gente, dormida en la tradición de siglos.

    Ningún aliciente: cuatro casas separadas entre sí y unas veinte lejanas visibles pero también separadas unas de otras. Nada qué comer ni líquido para beber.

   Un hombre comedido nos indica una choza que decía que es tienda, allí encuentro a Mama Úrsula, una mujer indígena de casi cien años que todavía conserva la belleza de su rostro. Creo que fue muy atractiva en su juventud. Con una gaseosa en mis manos converso con ella. Me cuenta pacientemente --como los viejos que relatan sus historias-- varias cosas interesantes.

- Conocí a la Niña, yo la acompañaba y cuidaba, contaba la mujer.

    En realidad fue nana de doña Florencia Astudillo, aquella mujer potentada que tenía haciendas --herencia de sus ancestros terratenientes-- por doquier, que ni sabía hasta dónde llegaban, aunque algunos señalan que iban desde el río Cañar hasta Gapal en Cuenca.

- Yo nací aquí en la hacienda, nunca me casé ni tuve hijos. Ella me llevó a Cuenca varias veces, los señores me quedaban mirando siempre, creo que les gustaba, pero les tenía miedo. Un día la Niña se fue y no volvió jamás. Dijeron que había muerto.

- ¿Qué pasaba haciendo la Niña?

- Pasaba metida en un cuarto, a veces bordando con un tambor, leyendo unos libros de pastas de cuero, o bajaba a un cuarto para ver a unas mujeres             desgranando mazorcas de maíz traídas desde la hacienda de Cañar, así pasaba. Rezaba al atardecer o arreglaba con aguja unos vestidos largos, livianitos y muy lindos y llenos de encajes que tenía y le habían traído de muy lejos. Allí en la casa de hacienda hasta hace poco había un cuadro de ella jovencita, con moño, elegante. Ya ha desaparecido, decían que era pintado por un Alvarado. Sólo han quedado unas sillas de esterilla y una mecedora que usaba para sentarse y mirar en las tardes por la ventana todo el gran valle que da a la costa.


- Los geresanos son de "buen paso", era el comentario de los allegados a doña Florencia en su entorno social,  es decir, siendo jóvenes y fuertes, transportaban en “guandos” a personas y cosas con toda facilidad y a grandes distancias. Ella podía asegurarse  la comodidad, "que ni sentía el viaje". Los indios no mostraban cansancio e iban a paso uniforme.

    Esa tarde y noche los geresanos tenían una reunión con personas que habían llegado de Cañar para ayudarles en la instalación de agua para uso doméstico, porque los indios vivían como quiera y sus chozas daban claras muestras de descuido y desinterés, no eran muy amantes del trabajo pero sí del alcohol.  Previamente un "japaridor" o "gritador" se subía en una loma y en su lengua nativa a gritos convocaba. Muy lejos respondían que ya acudirán, mientras unas doncellas me traducían los mensajes y se reían por el contenido gracioso de los mismos:

- ¡Ya vengan, no sean sinvergüenzas!

    Esa tarde, apenas anocheciendo comenzaron a llegar. Todos, escondidos en su poncho oscuro, acurrucados por el frío fueron tomando ubicación en el cuarto que era aula de clase de la descuidada escuela. Las mujeres igual. El único candil asentado sobre una banca mostraba los rostros duros, serios y viejos de los principales. Yo los miraba, no sin temor a cada uno de ellos. Algunos me miraban y comentaban algo en voz baja. Todos estuvieron adentro, menos una mujer que se quedó en la puerta y apenas en la sombras dejaba ver que miraba al interior de ese pequeño recinto. No le alcancé a ver el rostro, pero creo que tenía un moño y vestía un traje largo tapada con una especie de manta y mostraba apenas medio cuerpo. Por qué no entrará, pensé.

- Hay una señora en la puerta, háganle entrar para que se siente, pedí.

Se levantó el síndico Silvio y volvió de la entrada enseguida.

- Ya no hay nadie.

- Hay una mujer que se quedó en la puerta, insistí.

Los indígenas se miraron unos a otros y me miraron con extrañeza.

- Otra vez la Niña ha regresado, exclamó uno.

Hubo silencio profundo. Me quedé pensando un instante.

- Creo que no debo mostrar temor, aunque hay un suficiente motivo para ello.

- ¡La Niña ha regresado! ¡Qué cosas!

    Ahora no hay que temer solo a los indios vivos y bravos sino también a los muertos que vienen de visita.

    Pasó el momento de tensión y hablaron del tema que los había convocado. Un jarro de trago empezó a circular y los ánimos se distendieron. Esa noche me contaba Antonio, ya bordeando los 90, que de pronto a la Niña se le ocurría viajar desde Ger a su hacienda de Cuenca, esto significaba que un mayordomo tenía que de inmediato reclutar a un buen número de peones con sus propios "fiambres" o "tongas". El viaje con tambos y todo duraba tres días. Iba arriba muy cómoda y sin sentir el viaje, acompañada de dos perros negros. Preparaban un chancho horneado para alimentarlos en el camino, mientras los indios "guanderos" comían su propio "charqui" y bebían agua de las acequias y quizás una "fuerza" de trago de ellos mismos en el camino. Al final llegaban a la hacienda de Chaguarchimbana, entre El Vergel y Gapal, desde cuyos balcones la mujer solterona arrojaba algunas monedas a los indios como pago por el servicio, pero con la condición de que "no gasten en trago y lleven ropita para los guaguas".

    El tema tomó interés entre todos los presentes, nunca habían hablado de ello. En el tumulto uno de ellos no logró coger nada y tuvo que quedarse en la hacienda tres meses trabajando para poder regresar a Ger, mientras su mujer e hijos quedaron abandonados a su suerte. Casi nunca vieron a hombre alguno con ella en la hacienda de Ger, dijeron, salvo un señor que se supo era su hermano venido desde México pero que regresó enseguida y no volvió jamás. En 1989 la casa de Chaguarchimbana estaba casi en ruinas, pero después fue restaurada, igual que la Quinta Bolívar de Gapal.

- ¿Le guardan rencor a la Niña? Les pregunté esa noche entre el ir y venir del amargo licor que afanosa una india vieja repartía con un jarro.

- No, ella era buena con nosotros, no nos castigaba.

- ¿La recuerdan a menudo?

- Ya casi nada, decía Pedro, un hombre muy viejo. Ha pasado mucho tiempo. Pero  la han visto de noche caminando por los cerros con sus dos perros negros que botan candela por los ojos...


César Pinos Espinoza.