domingo, 3 de abril de 2011

Huigra: historias, leyendas y turismo






Diario El Mercurio. Domingo 3 de abril de 2011

Parece que el tiempo se ha detenido en este pueblo; sin embargo, el paso de más de cien años, tiende a diluir los recuerdos de gloria, esplendor y tragedia. Por este y otros casos a menudo me pregunto, ¿acaso el olvido es bueno para los pueblos y los hombres? Consulto al semiólogo italiano Umberto Eco, que responde: “El daño que produce el exceso de estudios históricos que, habiendo alcanzado una complejidad y riqueza insoportables, oprimen la memoria de una cultura hasta tal punto que la tornan inadecuada para la vida. Y, en la onda de estos reclamos vitalistas, surge el llamado a los jóvenes para que elaboren un arte del olvido”. ¿Entonces, será que requerimos del olvido para no sufrir las consecuencias de las buenas y malas experiencias del pasado? Puede ser. Sin embargo a muchos nos encanta el pasado. Bueno o malo, es pasado, es leche derramada, pero apasionante, nos revitaliza. Claro que lo de hoy es emocionante, es un regalo, por eso lo llaman presente, sin embargo, hurgamos algo de lo que sucedió en este bello rincón de Chimborazo con el nombre deformado de Huigra.

Edward Morley en el centro de la historia

Edward Morley se ubica en el origen de la historia de Huigra, es considerado el fundador, en mayo 7 de 1907. Era un inglés dueño de grandes terrenos, que hizo cortar todo un bosque para utilizar la madera en durmientes y carbón que moviera el desquisiado proyecto del ferrocarril Guayaquil-Quito. Así se construyeron las primeras casas para los obreros. El personaje se había casado con una monja llamada Amelia Quezada. Fue el eje de este pueblo destinado a ser un centro importante durante cien años y testigo de muchos pasajes de la historia, del ajetreo de obreros, ingenieros y empresarios extranjeros, de la presencia de sangre negra extraña, de opulencia y comercio, de guerra y regueros de sangre, hasta desembocar en el declive que la historia a todos los pueblos destina.

Debe constar en un capítulo de oro

En 1895, Eloy Alfaro había llegado a la Presidencia de la República tras un cruento golpe revolucionario. Para entonces ya tenía contacto con personajes como Archer Harman y Edward Morley, financistas y representantes de una compañía americana interesada en construir el "ferrocarril más difícil del mundo", como lo bautizara Signald Millar, un ingeniero contratado en Inglaterra para los primeros estudios del tren. De ese modo nació la empresa que inició los trabajos en 1899. Todo esto que conocemos debe constar en un capítulo de oro de la Historia Nacional y ser difundido a lo largo y ancho de nuestra patria, para amarla más, dado que se trata de momentos en los cuales se registra de todo: de sangre, sudor y lágrimas. El 2 de mayo de 1902, llegó la máquina por primera vez a Huigra, y la afluencia de obreros dio lugar al florecimiento de la riqueza y el desarrollo; se construyeron oficinas y viviendas al más puro estilo norteamericano e inglés y se establecieron familias de Guayaquil y del extranjero; poco a poco llegaron comerciantes de diversos sectores de Azuay, Cañar y Chimborazo y también de tierras lejanas como Líbano, Siria, China y otros lugares del mundo. Así se diversificaron las actividades y vino el apogeo económico.

Confluencia de hombres y mujeres

El ferrocarril produjo en Huigra la presencia de personajes extraños como los Morley, Crow Smith, Dingledine, Dobbie…, y los jamaiquinos Douglas, Brown, Terrelonje… y otros. Como era de esperarse también se sumaron ecuatorianos como Teresita Linares, Josefina Salazar, Antonia y Mercedes Loza, Rosita Barragán… y los Medina, los Cisneros, los Bastidas, los Nuques, los Vázquez…en fin. De acuerdo a lo que hemos podido conocer, alrededor de mil hectáreas hacia la margen izquierda del río Chanchán, junto al poblado de Huigra, fueron a comienzos del siglo XX propiedad de la familia Vázquez Malo, de Cuenca; posteriormente una parte de esa hacienda pasó a poder de la familia Espinoza, de la misma ciudad, y luego de la gloriosa llegada del italiano Elia Liut a la capital azuaya el 4 de noviembre de 1920, el piloto tomó en arriendo una parte de esa propiedad para dedicarse al cultivo de tomate y fréjol. Anteriormente la familia Vázquez Malo cultivaba exitosamente fréjol, arveja y otros productos y mantenía en Namsa Grande y Namsa Chico una buena cantidad de ganado vacuno. Todo el sitio se conocía con el nombre de “La Ninfa”.

Elia Liut se refugió en Huigra

Liut, nacido en Fiume, al norte de Italia en 1895, construyó a su propio estilo la edificación principal cuyas huellas todavía se conservan en un restaurant y lugar de hospedaje hacia las afueras del pueblo, incluso perdura parte del piso y hasta una planta de níspero sembrada por el célebre piloto. Permaneció aproximadamente cuatro años con la siembra de tomate de riñón, cultivando una especie mejorada que trajo de su patria. Los resultados de su trabajo agrícola, según dicen, fueron de mucho éxito, pero más tarde al incursionar en la industria de pasta de tomate en el norte del Ecuador, no tuvo la misma suerte, pero también a causa de los gastos desmedidos en fiestas por parte de su esposa, doña Mercedes Angulo, que antes había sido muy adinerada. Su hermano José que también había arribado de Italia prosiguió hasta años después viviendo y trabajando en el pueblo. Un hijo suyo llevaba el nombre de Elia Liut, de quien la gente guarda recuerdos; falleció hace unos años. Luego la propiedad pasó a poder de la Compañía Monolítica, después fue de la familia Chiriboga y por último una pequeña parte en la actualidad es de un señor Chávez, de Guayaquil.

Edificios que se consumen en el tiempo

El colegio Fray Vicente Solano también tiene su parte en la historia de Huigra; apareció para educar y reeducar a jóvenes de otros rincones del país, especialmente de la costa; el P. Daniel Paredes Machuca, cuencano, fue su gestor. Después cerró sus puertas luego de 50 años de servicio. Hoy quieren recuperarlo. En Huigra hace poco todavía quedaba un edificio que había sido un hotel de Edward Morley, a donde llegaba como invitado especial Don Eloy con otros personajes importantes de la época. Hoy, con mucha pena vemos que lo han desbaratado y lo están haciendo de cemento, según ellos, “igualito al anterior”. ¿Qué dirá Patrimonio Cultural? ¿Y qué dirá de los otros edificios antiguos que se caen en pedazos en este pueblo y que son la identidad de nuestra nación?

Los jamaiquinos hicieron historia

Hace cinco años vimos un par de cruces a las afueras del poblado, decían que era la tumba de John Harman, unos de los célebres hermanos norteamericanos que apoyaron a Alfaro en la construcción del ferrocarril, pero que se contagió de la fiebre y murió en el lugar. Hoy, a sugerencia nuestra de años atrás, luce acondicionado un pequeño parquecito, atractivo, nostálgico e histórico, que supuestamente guarda los restos de hombres increíbles; así como más allá, de centenares de obreros procedentes de Jamaica, de los cuatro mil que trajo el Viejo Luchador, la mitad de los cuales perecieron en deslaves, accidentes y enfermedades tropicales, igual que otros, indígenas ecuatorianos. Un hombre llamado Arturo Atkinson asoma de vez en cuando e intenta recuperar esa historia. Y viene al caso, brillantemente, Enrique Gil Gilbert con su obra “Yunga y relatos de Emmanuel” (El Negro Santander), que dice: “A un indio viejo que estaba corcovado sacando piedras con una lampa, le cayó un pedrón rojizo sobre la espalda. Salió de su garganta un gruñido sordo como un gran atorarse. Quedó aplastado con los brazos como sacados por las orejas y las piernas abiertas, igual que los grillos que aplastan los muchachos”.

La hora de las fieras

Huigra es un pueblo visiblemente postergado, pero al mismo tiempo, hermoso, de clima primaveral, verdor y gente buena, digno de ser conocido. Los viejos añoran el pasado de gloria y esplendor, mientras los jóvenes se marchan poco a poco. No hay aún alternativa. En este punto alguna vez, al paso hacia Quito, Don Eloy, preso, en el ocaso de su vida gloriosa, pidió al coronel Sierra que lo fusile de una vez. No sería así sino horas después, en Quito, cuando, como dice Vargas Vila: “El corazón de América se rompió en pedazos. El único Héroe auténtico, yace en tierra; la más alta personalidad bélica y política de un mundo, acaba de caer asesinada por la plebe enfurecida. Lo ultrajan, lo escupen, lo desnudan, le atan con una cuerda los pies y lo sacan a la calle. El éxodo de la muerte principia en ese horizonte de pavor. La hora es de las fieras…”

César Pinos Espinoza