domingo, 17 de abril de 2011

El cementerio Presbítero Maestro de Lima


Diario El Mercurio. Domingo 17 de abril de 2011.

Salgo temprano del hotel Panamericano con dirección al centro de Lima. La capital peruana es enorme y populosa con más de ocho millones de habitantes y una gran cantidad de destinos turísticos. Nuestro objetivo es el famoso cementerio Presbítero Matías Maestro. Vamos por segunda ocasión porque no basta una para conocerlo del todo y saber de los personajes históricos que allí descansan. El nombre de este cementerio-museo se debe a un religioso, arquitecto, pintor, músico, escritor y escultor nacido en Vitoria, España, en 1766 y fallecido en Lima en 1835. Maestro había recibido del Virrey Abascal el encargo de dirigir la reconstrucción de Lima afectada por el terremoto de 1746 y fue cuando reconstruyó la Catedral y otros edificios importantes.

De los más importantes del mundo

Tomo las precauciones del caso para dirigirme al lugar, puesto que el sector tiene fama de estar plagado de delincuentes que pululan en busca de víctimas a la entrada del cementerio y del otro, general, que está al frente. Obsequio unos cinco “nuevos soles” al guardián que me deja ingresar, con lo cual se queda feliz, y para estar tranquilo en el interior --poco frecuentado y en puntos casi solitario-- otro billete más a un jardinero un poco veterano que antes ha sido policía, para que además me sirva de guía. El cementerio es sensacional. Se encuentra en El Jirón Ancash, ocupa veinte hectáreas, alberga más de 800 tumbas y mausoleos y 250.000 nichos, fue inaugurado el 31de mayo de 1808 y es considerado uno de los camposantos más importantes del mundo. Impresionan sus esculturas, algunas de las cuales tienen una antigüedad de doscientos años y son verdaderas obras de arte de escultores extranjeros. Por ejemplo, el mausoleo de Luis Miguel Sánchez Cerro, un general nacido en Piura que llegó a la Presidencia del Perú, el primero con rasgos indígenas y afro-descendiente, sus antepasados fueron negros esclavos traídos de Madagascar; fue asesinado en el Campo de Marte de Lima, mientras pasaba revista a las tropas. La escultura de bronce es bellísima, muestra a la Patria con el personaje en sus brazos. Su autor es Romano Espinoza Cáceda.

Lugar de héroes e historia

Otro monumento hermoso es el de Alfonso Ugarte y Vernal un militar peruano, héroe de la Guerra del Pacífico. Fue jefe de la Octava División en la defensa de Arica, batalla del 7 de junio de 1880, bajo el mando del coronel Francisco Bolognesi. La placa dice: “Muerto heroicamente en el Morro de Arica. Su inconsolable madre le dedica este monumento”. Una mujer junto a la tumba tiene unas flores y está llorando. Días después conocí el Morro de Arica, hoy chileno, muestra huellas de una batalla sangrienta. En un sector de la entrada del cementerio de Lima encuentro el monumento del Mariscal José Domingo La Mar. El epitafio de su tumba muy descuidada, dice: “Al Gran Mariscal D. José de La Mar, Presidente del Perú, contribuyó a la guerra y victorias de la independencia”. Cerca de allí está el mausoleo del Mariscal Felipe Santiago Salaverry, también combatiente del ejército peruano en la batalla del Portete cuando tenía la edad de 23 años y era comandante de Húsares; llegó a ser Presidente del Perú y alcanzó el grado de Mariscal a los 30 años, pero enseguida tras una batalla contra Bolivia fue vencido, luego apresado por Santa Cruz y fusilado en el mismo campo. Otro personaje para nosotros conocido es Vicente Rocafuerte, cuya tumba tiene la siguiente inscripción: “Queda su nombre para gloria del mundo americano”. Murió en Lima en 1847. Otro mausoleo guarda los restos del “Gran Mariscal D. Agustín Gamarra”, que como se sabe, incluso por historiadores peruanos, produjo la caída de La Mar y muchos otros conflictos, a pesar de que destacan su amor por la cultura y las letras. Ubicado en una parte central se encuentra un gran mausoleo destinado a los héroes de la Guerra del Pacífico; miles de soldados y oficiales perdieron la vida en este conflicto que también le costó muy caro a su aliada Bolivia contra Chile, perdiendo la salida al mar, y al Perú Arica y Tarapacá. Existen otros mausoleos como el de Ramón Castilla, general y presidente peruano que durante la presidencia de Francisco Robles invadió el Ecuador y se tomó Guayaquil, y como nuestro país estaba dividido, como siempre, los peruanos agredieron e hicieron lo que les dio la gana.

Sofía Bergmann de Dreyfus

Pero el mausoleo más espectacular que he visto es el de Josefina Bergmann de Dreyfus. La mujer y su tumba tienen una historia singular: Sofía fue una joven peruana que murió en Paris. Su padre Federico nacido en Hannover, muy temprano viajó a Argentina en donde conoció a Estanislaa Rubio con quien se casó y procreó varios hijos, entre ellos Sofía que nació en Lima, a donde había llegado su padre representando una empresa inglesa. Sofía se casó con Augusto Dreyfus, un magnate comerciante judío-francés, era católica también de origen judío por parte de su progenitor. Federico fue quien firmó en 1869 el famoso y polémico “Contrato Dreyfus” para la comercialización exclusiva del guano; tenía relación familiar con los Blacker, Espantoso, Oramas, y Ballén de Guayaquil. Es que siempre ha existido dicha relación de familias guayaquileñas con limeñas, por razones de negocios o parentesco. Lo cierto es que Josefina muere posiblemente por una complicación de asma o de una enfermedad contagiosa muy frecuente en esa época. El esposo mandó a traer el cadáver pero los restos no pudieron ser enterrados en el cementerio y fueron cremados en el propio barco luego trasladados a la tumba que ya había mandado a construir Dreyfus. El mausoleo es el monumento más imponente del Presbítero Maestro de Lima, está rodeado de cuatro esculturas bellísimas de bronce, obra del escultor francés Louis Ernet Barrías. En un ángulo está un ángel sentado, cansado, con una corona en sus manos; en otro una mujer medieval leyendo un libro; otro con una mujer vestida igual con dos niños desnudos; y en el otro una mujer con una daga en su mano derecha y un laurel en su izquierda. Arriba se encuentra Sofía recostada, muerta. Algunos dicen que el cuerpo de Sofía estaba contaminado con la peste por lo cual se le arrojó al mar y nunca llego a ser enterrado. Pero no falta quien afirme que si abrieran la cripta encontrarían una pequeña caja de madera tallada donde descansan las cenizas de Sofía Bergmann y que en realidad el entierro sí se llevó a cabo, aunque “entre gallos y media noche” Es decir, el caso ya es un mito. Una hermana de Sofía, llamada Isabel, fue por mucho tiempo la mujer más linda y adorable de Lima, pero con su pronta muerte, los Bergmann recibieron un nuevo y duro golpe.

Un monumento hermoso y dos tumbas sencillas

La tumba de Ángela Salcedo de Puente, con un monumento enorme trabajado por Enrique Tadolini, es simplemente espectacular: una mujer de formas hermosas y su rostro cubierto por su largo cabello en actitud de lamento. No he descubierto aún quién fue ella. En cambio, la tumba de Ciro Alegría es modesta: “Lo mejor de su vida pertenece a la tierra y a los hijos de la tierra, invictos a pesar de todo”, reza el epitafio del primer novelista clásico del Perú. Del mismo modo del poeta José Santos Chocano: “Este metro cuadrado que en la tierra he buscado, vendrá tarde a ser mío. Muerto al fin lo tendré…”

Un niño santo que juega de noche y hace milagros

Ahora son dos los jardineros que nos acompañan a Roberto Villalobos y mi persona en esta segunda visita al cementerio. Nos sentimos seguros y ellos también de que les daré dinero. Pero vale la pena: cinco “nuevos soles”, que equivalen a menos de dos dólares para cada uno de ellos y significan su día de comida, y con ese probable cálculo nos cuentan todo lo que les pedimos, pueden pasar todo el día y hasta pelear para defendernos de los ladrones. Nos sentimos realmente emocionados por tanta belleza e historia guardada en el recinto, y para rematar, sin que sea posible contar todo, existe la tumba de un niño de nombre Ricardito Espiell, vivió solo 6 años y falleció de una enfermedad misteriosa en 1893, siempre está con flores e inclusive le dejan juguetes, tiene fama de santo y hace milagros; a veces oyen de noche risas y sonidos como cuando juegan los niños. Por eso, si usted lector va a Lima, no se pierda este museo, y no deje de visitar al niño Ricardito, puede ser que le haga un milagro, el milagro de convertirle en un verdadero ser humano.

César Pinos Espinoza

cesarpinose@hotmail.com