sábado, 2 de octubre de 2010

El sendero histórico y el templete




Uzhcurrumi y Porotillo


El vehículo desciende lentamente hacia los calientes de Daliche, Algodonal y Aguacate. En los años 40 y 50 del siglo anterior Daliche era paso obligado de los viajeros cabalgando procedentes de Zaruma, Portovelo y Piñas con rumbo a Cuenca, algunos para estudiar Derecho o Medicina en su Universidad, y viceversa, de los azuayos que iban hacia la parte alta de las tierras orenses conduciendo recuas cargadas de queso y mercaderías para incipientes mercados de pequeñas poblaciones.

No es difícil imaginar el sacrificado tránsito desde el norte atravesando ríos, caminos de camellones, zonas cálidas y malsanas en agotadoras jornadas de varios días, hasta llegar a centros mineros que convocaban a gente de todas partes, incluso extranjeros venidos de tierras lejanas de ultramar, con costumbres misteriosas, religiones y lenguas desconocidas que a través de las décadas, por presión de fanáticos e intereses económicos, fueron perdiéndose y se sumieron poco a poco en el olvido.

“Vino, vio y venció”

Hoy por los lugares que paso ya nadie recuerda nada. Las nuevas generaciones centran su interés en el comercio, la minería artesanal y la pequeña producción que llevan a Uzhcurrumi en los días de feria. A este pueblo lo vi floreciente en los años 60 y 70 en la época de la carretera que unía a Santa Isabel con el Pasaje, pasando por los desfiladeros de Pacchamama, por San Francisco y Chilcaplaya.

La carretera fue construida durante una administración de Velasco Ibarra, con una solemne y bulliciosa inauguración en Pasaje. Su artífice, el ingeniero Isauro Rodríguez Loaiza, un lojano que “vino, vio y venció”, y se quedó para siempre, porque llegó a amar la tierra chabela. Colgados con sogas en las peñas construyeron la carretera, con dinamita y a pico y pala; todavía no se consolidaba la era del tractor. Por supuesto la obra tuvo un costo lamentable de vidas humanas. Hoy esa ruta se ha cerrado y desaparece lentamente; guarda placas recordatorias en rincones, es silenciosa y ya nadie pasa por allí, sólo las cabras de vez en cuando.

Vuelta a la República

Antes de Uzhcurrumi queda también de recuerdo un puente, muy angosto pero bien hecho, como los hacían antes, y en la roca está insertada una placa que recuerda a los ejecutores. ¡Ah, si ese puente hablara! En la honda quebrada forjada en siglos por el río, mucha agua ha corrido desde que hicieron ese paso, en el tiempo cuando pasaban veloces aunque cautelosos los bólidos Ford, Chevrolet e Internacional en las denominadas “Vuelta a la República”, el más esperado espectáculo automovilístico de verdaderos volantes. Casi ya han desaparecido todos. Quedan en la retina y en la memoria nombres como Jaime Endara, Luis “loco” Larrea, Salomón Dumani, Arturo Semería, el “gato” Cucalón, Otto Balduz, los hermanos Harb, Benavidez e incluso un peruano llamado Federico Pity Block; para los azuayos todavía son recuerdo borroso, los entonces jóvenes hermanos Picón de Girón y Gustavo Piedra Coronel de Santa Isabel, con poca suerte en esta clase de lides. No se ha sabido que alguien los haya rendido un homenaje a quienes en su momento unieron a nuestros pueblos de un modo muy sui géneris. Algunos eran gente adinerada que quiso dejar huella en pueblos y ciudades, cuando las carreteras asfaltadas todavía eran un mito. Para los niños de entonces, eran mejores héroes que los que hoy muestra la televisión.

“Si su hija sufre y llora…”

Uzhcurrumi, antes centro de comercio de cereales y origen del sacrificado trabajo y fortuna de algunos ciudadanos, pasó a la historia. El nuevo trazo de la carretera actual por Zarayunga, Las Palmas y Quera, le empujó a segundo plano, aunque para algunos como don Manuel, es mejor, “porque se vive en paz y sin la bulla de tanto carro”. Mientras tanto, los gallinazos, como desde hace mucho tiempo, siguen anidando en una gran piedra, confirmando el nombre quichua de Uzhcurrumi (piedra del gallinazo).

Desde este pueblo en un bus prosigo hacia el sur. Me distraen las leyendas interiores que todavía llevan algunos vehículos: “De mí te olvidarás, pero de lo que hicimos jamás”; “Pilas chicas, ayudante libre y disponible”; “Si su hija sufre y llora, es por un chofer señora”. ¡Qué cosas no!

La emboscada de Porotillo

El Jubones prosigue su marcha. Más abajo está Porotillo, junto a la quebrada del río Cune. Aquí hay que detenerse porque existe una historia sangrienta. Fue durante la invasión peruana de 1941. Miles de soldados del sur se habían tomado las poblaciones de Santa Rosa, Pasaje y otras, causando una verdadera tragedia en pueblos pobres, pacíficos e indefensos, incendiando, robando, destruyendo, violando a mujeres y matando sin miramientos, ante la impavidez, complicidad e ineptitud de un gobernante tristemente célebre, hombre que decían, muy culto e inteligente, pero que más obedecía a su supuesto ancestro peruano.

En esas circunstancias en Porotillo se preparaba una trampa. Un pequeño grupo de combatientes ecuatorianos tendieron una emboscada a los peruanos en un recodo del camino. El lugar era perfecto para el caso. Yo lo vi y medité muchas veces in situ. No podían fallar. Una ametralladora “ZB” y unos cuantos “máuser” castigarían ferozmente a una avanzada de cerca de 40 peruanos. La matanza fue casi total. El pánico se veía en el rostro de los invasores. La tragedia tiñó de rojo a Porotillo. Sólo dos se salvaron en el momento del tiroteo; se lanzaron al lecho del Jubones queriendo escapar de la furia de los defensores; pero el uno pereció ahogado y el otro, algunos días después llegó casi muerto al Pasaje para contar que toda la patrulla había sido aniquilada. Mi ex maestro de la escuela Honorato Vázquez, don Miguel Morales Villavicencio, que en paz descanse, nos contó a los niños con lujo de detalles el suceso; él tenía veinte años y fue actor en aquel aciago día. Lo que vino después ya es de imaginar. Los peruanos se enfurecieron, también se atemorizaron, pero bombardearon con su aviación pueblos como Santa Isabel, de modo infame, mientras enormes columnas de refugiados avanzaban a tierras azuayas; un avión llegó a Cuenca se dio una vuelta por El Vecino y cuando algún soldado quiso dispararle, un oficial le impidió; le faltaban pantalones. Nació un millonario que aprovechó la ocasión; fuimos humillados y ofendidos; y al término, fue amputado nuestro territorio. El mundo comenzaba a vivir la Segunda Guerra Mundial.

Prosigo desde Porotillo imaginando la tragedia. Recuerdos de una tarabita tendida sobre el Jubones, mis amores juveniles y el cruce del cable de acero una noche con trapecio, a pesar de que la “chillana” me pedía que no lo haga porque el río “devorador de hombres” estaba enfurecido, en fin, tantas cosas. Llego a Quera y retorno a casa. La historia y la noche, quedaron atrás.

César Pinos Espinoza.

Los Amantes en el Museo



Pintura del Museo de Santa Elena



Los Amantes de Sumpa en pueblos milenarios

Publicado por Diario El Mercurio, de Cuenca, Ecuador: 3 de octubre de 2010.

La pintura en este museo ubicado en el cantón Santa Elena, provincia del mismo nombre, es hermosa e impresionante. Dice con detalle muchas cosas sobre nuestros primeros habitantes costeños de hace 10 mil años. El artista ha plasmado de modo correcto una escena cotidiana que los identifica plenamente entre los pueblos de América del Sur. Camino por las calles de esta ciudad alegre y calurosa y en el rostro de muchos habitantes veo a los Vegas. No hay duda, la etnia estuvo dispersa a lo largo de una enorme zona que hoy corresponde a las provincias de Guayas y Santa Elena. Posteriormente sus descendientes poblaron hasta El Oro y Manabí. De acuerdo a las investigaciones incluso habitaron en la costa norte del Perú.

Las Vegas, 10 mil años de antigüedad

El sitio Las Vegas fue descubierto en 1961 por una expedición de la Universidad de Columbia, New York, bajo la dirección del investigador y científico Edward P. Lanning. El museo de sitio se encuentra hacia las afueras del centro cantonal y el Banco Central lo mantiene de excelente forma. Según los arqueólogos la cultura tendría entre 7 y 9 mil años de antigüedad, sin embargo, nuevos estudios en 1990 dijeron que el primer asentamiento de Las Vegas fue hace 10 mil años. Karen Stothert, antropóloga norteamericana, en 1972 determinó que se trata de una proto-cultura, lo cual ha sido aceptado por las universidades de Stanford, Yale y Harvard. Entonces, piso en el sitio funerario más importante del Ecuador, el entierro llamado “Los Amantes de Sumpa”. De la llamada “Civilización Caral”, en el norte de Lima, Perú, se dice algo similar en cuanto a antigüedad. Luego, es posible que las dos culturas--dado que los nuestros fueron expertos navegantes--incluso se relacionaron en algún momento. En los museos vemos algunas muestras de concha Spondylus, y como sabemos, este fue un elemento de mucho valor para nuestros ancestros costeños

Valdivia, pueblo laborioso y admirable

Qué lindo es todo esto, en el traslado de un lugar a otro no se siente ni hambre ni cansancio, ni molesta el calor. Los buses para viajar de Santa Elena a Valdivia son pobres y creo que sus propietarios no están en condiciones de tener sus vehículos como manda la ley y como es lógico, sólo les preocupa que anden como sea y tener pasajeros. Llegamos a Valdivia. Buscamos el museo y sin dificultad lo encontramos. No parece museo sino una casa cualquiera con unos cuartos en donde se exhiben piezas al parecer antiguas, aunque no hay que olvidar que en esos lugares la gente es muy hábil para fabricar objetos exactamente iguales a los antiguos, es decir, “figuras recién envejecidas para americanos”, como dice la canción de Piero. En todo caso, es un museo de buena voluntad y apasionamiento por parte del dueño. Valdivia es una cultura arqueológica precolombina que se desarrolló entre el 3500 a. C. y el 1800 a. C. en la costa ecuatoriana entre las provincias de Manabí y Santa Elena, una de las áreas más secas de nuestro litoral. Es la cultura más antigua de agricultores sedentarios y ceramistas del Ecuador y una de las primeras de Sudamérica, aseguran los entendidos. Dicen que vivían del cultivo de maíz, fréjol, yuca, calabazas, achira y algodón. De modo que la achira no ha sido exclusiva de Girón y otros rincones serranos. También eran pueblos cazadores, especialmente de venados, pescadores en mar abierto y recolectores de moluscos y crustáceos en playas, manglares y esteros.

Jocay fue una gran ciudad manteña

En América del Sur la presencia del hombre data de hace treinta mil años aproximadamente, la hoya amazónica era un inmenso lugar de bosque seco, lo que debe haber facilitado la expansión del hombre, no adaptado aún a la selva tropical. Por su parte Valdivia dio paso a la cultura Machalilla y luego a la Chorrera, transmitiéndoles muchos elementos culturales, especialmente aquellos relacionados con la innovación en la cerámica. Recién conozco que Jocay, hoy bajo la moderna urbe de Manta, era la gran ciudad manteña precolombina, que según el milanés Girolamo Benzoni (1550), viajero en América en los primeros momentos de la conquista, habría tenido más de 20 mil habitantes, de los cuales encontró solamente 50, cuando la visitó. Según nuestro amigo y ex compañero de aula colegial, el arqueólogo Ernesto Salazar González, de magníficos estudios en Europa y Estados Unidos, “el único arqueólogo que logró ver las ruinas de la ciudad fue Marshall Saville (1907), quien señala la existencia de restos de ‘cientos’ de casas y muchos montículos-probablemente tumbas- dispersos por todas partes. Jijón y Caamaño, que también la visitó, sólo pudo ver montones de huesos humanos apilados selectivamente, por cráneos, mandíbulas o piernas, reducidos a su mínima expresión”.

Pueblos que desaparecieron calladamente

De los “Amantes de Sumpa” se han dicho muchas cosas: que fueron jóvenes, que murieron juntos no se sabe por qué causa, que estuvieron solidarios en la muerte…De estos casos en la vida moderna también se dan cuando existe el auténtico amor. Pero esos jóvenes jamás se imaginaron que llegarían a ser tan famosos en la ciencia y la arqueología, pues el hallazgo causó conmoción en el mundo entero. Hoy reposan en una vitrina. En el sitio se descubrieron cerca de 200 osamentas, constituyendo el cementerio más grande de América de esa época, según manifiesta un documento del Banco Central. La desaparición de los habitantes costeños es un misterio. Posiblemente fueron víctimas de las enfermedades traídas por los extraños, o a lo mejor huyeron al interior, es decir, calladamente se hundieron en la noche de los tiempos, para luego reaparecer en los rostros y figuras de miles de modernos habitantes de la costa que hoy vemos.

César Pinos Espinoza

Guanazán, Paltacalo y Dorotea




La ruta escondida de Manú y Guanazán

Publicado en Diario El Mercurio, de Cuenca, Ecuador

Al paso entre Santa Isabel y El Oro, hacia la izquierda, siempre nos ha llamado la atención un trazado raro de líneas que son carreteras que se pierden poco a poco en lejanas montañas azules. El amigo Robert Álvarez me acercó un día para lograr una ranchera de transporte que salía apresurada hacia esos lugares. De allí comenzó una nueva aventura. Junto al llamado “control integrado” de la Policía se inicia el recorrido. Primero el caserío de Huascachaca (puente de soga), que según algunos fue una ciudad cañari, luego el puente angosto que conduce a Uchucay (tierra del ají) y Sumaypamba (pampa hermosa), ya de por sí lugares interesantes en jurisdicción lojana con cultivos de cebolla, frejol y frutales, para ascender lentamente hacia una vista espectacular. Desde aquí se observa la confluencia del los ríos León y Rircay que juntos hacen el Jubones (Tamal aicha=devorador de hombres) y el ingreso de éste en el gran cañón desértico con rumbo al sur para recibir las aguas del San Francisco que viene desde Pucará y cruzar por territorios orenses con destino al mar.

Antes era tierra olvidada

La “chiva” prosigue su ascenso, carretera en buenas condiciones aunque angosta, zona desértica y de topografía muy irregular con paisajes raros hasta llegar a Las Cochas. Este nombre se justifica, contamos más de nueve pequeños reservorios y lagunas; profundos cañones y abajo un riachuelo casi seco hasta llegar a Uduzhe. Son las 12h50, este pequeño caserío perteneciente a Manú y al cantón Saraguro está casi despoblado. María, una mujer joven me dice que su marido está lejos, y se ve triste. No falta una capilla vistosa y una escuela. Varios jóvenes conversan y se nota que están sin trabajo. Desde la parte más elevada de este lugar se divisa el Portete, Pacchamama, El Quingo y las montañas de Pucará. A las 13h40 escucho en mi pequeño radio “los rojosaurios” de La Roja. Por fin llega otra “chiva” casi llena de gente y con las justas me lleva a Manú. Son las 14h30. No habrá más recorrido este día, por lo tanto hay que buscar alojamiento y comida. Me informan que aquí funciona un colegio Técnico Agropecuario, una academia artesanal y una escuelita. Poca gente, pero me aproximo a unos ciudadanos que conversan plácidamente sentados en una vereda; ellos son Enrique Guzmán, Ayorge González y Víctor Manuel Aguirre. Comienzan las historias: “Ahora es fácil ir y venir de Santa Isabel. Cuando era muchacho se hacían siete horas por malos caminos a lomo de mula; a los enfermos les llevaban en macanas”, dice uno de ellos. Don Enrique cuenta que cuando joven se desmandibuló y lo tuvieron que llevar así al pueblo y allí le atendió el doctor Vintimilla. Después al regreso ya estaba comiendo mangos, recuerda, y todos festejan. Se acuerdan de don Rafael Guamán que llevaba mercadería desde Cuenca en las fiestas y ellos le compraban.

Se ha detenido el tiempo

Manú se encuentra a 2220 msnm. Hoy tiene facilidades para transporte a otros lugares, especialmente a Loja, Saraguro, Guanazán y Santa Isabel. Aquí el tiempo transcurre lentamente. Camino, tomo fotos, converso, observo, me sobran las horas y espero que llegue la noche. Desde este lugar se puede llegar al Cerro de Arcos (¿será el nombre por el médico e investigador ecuatoriano Gualberto Arcos?), monumentos pétreos naturales de formas raras; en 4x4 se llega en una hora, más dos horas caminando; también a la laguna Chinchilla, nombre que proviene de un pequeño roedor de pelaje muy estimado. En Manú me alojo en un hotel de “una estrella”-la chica que atiende- propiedad de la señora Vitalina Tituana. En el saloncito-comedor hay un buen número de fotos del Che Guevara. Converso con sus hijos Franco y Gerardo, visiblemente de pensamientos opuestos; el uno puso las fotos y admira al Guerrillero, el otro todo lo contrario, pero se respetan. Hablamos de las mujeres que piden caridad, del bono solidario en el cual “no están todos los que son ni son todos los que están”; hay críticas contra ciertos individuos que dicen ser revolucionarios pero en la práctica no lo son, en fin.

“Quemados como ratones”

En este lejano lugar sintonizan de día radios de Cuenca y de noche Telerama y Canal Uno. Yo les digo que desde Yunguilla en una noche despejada se ven luces; ellos aseguran que son las pequeñas poblaciones de Manú, Lluzhapa y Yúlug. Aquí cuentan que en tiempos pasados la gente comenzó a construir la carretera “a pico y pala”. En 1996 sembraron 900 hectáreas de pino en una comuna de la parte alta, pero luego “el suelo se hizo como de cemento”, y lo evidente: “antes el sol no quemaba tanto como ahora”, según Orlando Segarra; “la culpa es de los grandes”, acota Ayorge González, “nosotros moriremos quemados como ratones”, sentencia. El pueblo se encuentra ubicado en una pequeña hoya al pie del cerro de Zhatapal. Todos me preguntan qué hago por esas tierras y un joven colorado me dice: ¿no es de los italianos? No sabía el por qué de esa pregunta, pero en Guanazán encuentro la respuesta.

Paltacalo con historia

Instalado en mi “suit” duermo plácidamente y ya a las 06h00 estoy de pie para desayunar y esperar un bus hacia Guanazán. Guardo alguna inquietud porque en Santa Isabel me dijeron que por esa ruta asaltan a los vehículos, pero aquí me aseguran que eso sucedió alguna vez en la vía Guanazán-Uzhcurrumi, mas no ahora. Tras una hora y media de viaje llego a las 11h00 a Guanazán. Lo que más quería ver desde hace años es el cerro de Paltacalo, está allí como un cuerno; tiene historia: “El Ecuador fue un lugar de varias sedimentaciones”. Los hombres de la raza de Lagoa Santa, venidos del Brasil, y cuya presencia en los Andes se halla demostrada por el cráneo humano de Punín-cráneo de mujer, encontrado por el arqueólogo norteamericano H.E. Anthony en el primer cuarto del siglo XX- y por los huesos diseminados en la cueva de Paltacalo, los caribes, los mayas, los mochicas, marcaron la crónica de esa edad arcaica. El profesor francés Paúl Rivet encontró en los refugios rocosos, cerca de la cueva de Paltacalo, diecisiete cráneos humanos que ofrecían cierta similitud con los de los melanesios. Es decir, encontraron que el hombre de Oceanía tenía parentesco con el hombre primitivo ecuatoriano. Y eso no es todo: en el mundo cañari, la parte más alta del cerro de Paltacalo servía como momento culminante para los delincuentes, quienes eran lanzados al vacío como pena máxima. Los restos encontrados en la base de la montaña así lo evidencian.

En Guanazán busco a unos extranjeros, los italianos de que hablaba el “colorado” y sale a recibirme una hermosa chica de ojos azules de nombre Dorotea, tiene 19 años, es del norte de Italia, le gusta mucho el lugar y trabaja junto con otros paisanos en proyectos sociales, volverá en unos días a su tierra para obtener más dinero.

De Guanazán varios caminos

A partir de Guanazán se puede viajar a Zaruma en tres horas, pasando por Bellavista, Sabadel, Taurococha, Tambillo (al lado de Palenque) y Salvias. Mientras tanto otra “chiva” ya me pita, saldrá con rumbo a Uzhcurrumi y el Pasaje. El vehículo va lleno, la carretera es asfaltada y sinuosa, prefiero no ver los profundos abismos y pienso en otras cosas en espera de que transcurran los minutos. Pasamos por cerca de Zhigún y luego por Daliche; según me dijeron, este punto era hace muchas décadas paso obligado para los morlacos que viajaban hacia Portovelo, Piñas y Zaruma. Cambia la vegetación, del frío pasamos al calor, por ahí cerca está Abañín y luego a las 12h50 llegamos a Aguacate, después Unuyunga, Algodonal, Chillayacu y por último Uzhcurrumi, dos horas después de haber partido de Guanazán. Uzhcurrumi (piedra del gallinazo) luce triste, pasaron ya sus días de esplendor que conocí en los años 70.

César Pinos Espinoza

Luz y Guía, paraíso de aguas termales



Contados azuayos la conocen. Casi perdida en el bosque tropical y algo frecuentada por turistas de lugares cercanos como Naranjal, Ponce Enríquez, Balao Chico y recintos adyacentes, existe una zona con puntos dotados de aguas termales y entorno natural incomparable. Lo que los gobiernos seccionales no les ha dado por décadas, la naturaleza les ha entregado con mano generosa. El ingreso es por Balao Chico, un lugar de la ruta Machala-Puerto Inca. En 45 minutos por una carretera de pésimas condiciones se llega a Luz y Guía, recinto costanero de la parroquia Molleturo, cantón Cuenca. El pueblo muestra un retraso evidente. Los habitantes se quejan por la falta de atención en todo. Por esa razón, cada uno trabaja de acuerdo a sus iniciativas y vive “porque Dios es grande”.

Tierra pródiga y verde

La naturaleza es pródiga, la tierra produce cacao en abundancia, las naranjas casi no hay quien las chupe y los ríos Jagua y Frío, todavía llevan agua limpia. Esas razones, más las termas de agua caliente, son suficientes para un fin de semana alegre y amistoso de las familias y gentes que habitan en la zona. Manuel Peralta, de 80 años, está desde temprano en una esquina del caserío, sentado y viendo a la gente pasar. Dice que nació en Caña Quemada, del cantón Pasaje, que fue soldado de caballería y que ha estado por diversos lugares de la frontera, como Rancho Chico, Palmales, Quebrada Seca y otros que nos recuerdan los graves choques fronterizos de 1941, cuando generosos soldados ofrendaron su vida en defensa de la heredad territorial. Ellos se sacrificaron, y nuestros políticos hoy, ni siquiera se acuerdan de su ejemplo y más bien buscan llevar el agua para su propio molino. Don Manuel está en Luz y Guía desde hace 50 años. Ahora sólo se limita a recordar los tiempos idos y a saludar cada mañana con sus amigos que pasan: el lechero, el pescadero y uno que otro muchacho que se acerca a preguntarle algo.

Aguas calientes y curativas

José Alberto Machicela espera un bus que le lleve a Naranjal para hacer alguna compra, y como todos a esa hora, comenta sobre el último incidente: un chofer del bus que llegó la noche anterior, se puso a beber, luego se estrelló con el vehículo por allí y los dos únicos policías de la plaza le metieron preso. El lugar también es conocido como Zhagal (del quichua “pedregal”), fue una antigua hacienda llamada así y al parecer era de doña Hortensia Mata. De ahí las parcelaciones y aparición de cooperativas. Luego, en compañía del licenciado Luis Saquinaula, gerente de la Cooperativa de Ahorro y Crédito “Ahorrista Solidario”, de San Gabriel de Chaucha y cinco jóvenes más, emprendemos el viaje hacia el sector de “Aguas Calientes”. En 20 minutos llegamos. La carretera ya podemos imaginar, si la principal es pésima, este ramal es camino de cabras, pero como alguien dijo, mejor es eso, pues con una buena vía hacia la montaña, aumentaría la tala de árboles y la depredación de las especies animales que aún habitan.

Paraíso con piscinas naturales

En Aguas Calientes hay dos piscinas naturales, la una de unos 30 metros de largo por 5 de ancho; la otra es casi cuadrada, de 20 por 20 y una profundidad de 30 centímetros, pero lo admirable es la temperatura de las aguas, su pureza y transparencia, que dejan ver el fondo con arena blanca que cosquillea los pies. Un chorro algo grueso despide el líquido caliente por un extremo y casi al centro del estanque se ve burbujas que evidencian de modo casi imperceptible la penetración del agua, no se sabe desde dónde. El marco de vegetación tropical es hermoso, las aves cantan y un tenue calorcito da una sensación de paraíso como para abandonarse horas de horas. Nadie allí sabe nada, pero da la impresión de que el sitio fue conocido desde hace mucho tiempo por nativos indígenas y que fue lugar de recreo en épocas pasadas. Por allí cerquita pasa un arroyo muy manso con aguas tibias de escaso fondo y arenas igualmente blancas.

Presencia de la etnia shuar

Y retornamos. En la ruta Luz y Guía- Balao Chico nos detenemos para ingresar en otro lugar. Le llaman Parque Turístico Shuar. El ramal, como es de suponer, es de pésimas condiciones, sólo para 4 x 4. Marcia es una mujer indígena shuar pero tiene el apellido italiano Lequi, nos recibe muy atenta y cordial; a pesar de su apariencia todavía joven dice que tiene hasta nietos; no tenemos televisor, declara y se ríe; dice que el apellido propio de su padre era Wajai, pero que de pronto decidió inscribirse en el Registro con el apellido italiano. Hoy en el lugar existen 17 familias y un total de 75 personas. Los apellidos más frecuentes son Kitiar y Ankuash. El lugar turístico tiene 5 años pero sus antepasados llegaron hace mucho tiempo desde la amazonía ecuatoriana. Hoy tienen 470 hectáreas bajo su control, cuidado y responsabilidad, una parte es reserva ecológica; unas 50 hectáreas de más abajo son para cultivar. Arriba todavía viven, el puma o león americano, el jabalí, el armadillo, el oso y seguramente muchas especies más. Por allí vemos unas hormigas arrieras que trasladan en larga columna pedazos de hojas: “acumulan comida para el invierno, porque el agua no les dejará trabajar”, explica Marcia. El ambiente es caluroso, a veces hasta de 40 grados de temperatura, igual que el agua.

Para limpiar el cuerpo y el alma

Más allá encontramos al esposo Alex Vásquez (47), con su acento costeño, ágil y vivaz, nos comenta sobre los turistas, el tratamiento de barro y plantas medicinales que realiza y sobre el valor medicinal de la ayaguazca, tenida como droga por algunos, pero que según él, es un milagro de la naturaleza que limpia el cuerpo…y ojalá el alma. En pocos minutos nos da una charla sobre su trabajo y los elementos que utiliza; toma una concha spondylus, la toca, dice que sirve para convocar pero también para limpiar de malos espíritus el local, muestra frascos con brebajes, el lodo medicinal en frascos, me regala uno, habla de la piscina para el baño corporal con lodo, en fin. Todo para entender que para largo tendrá trabajo y clientes. Afuera mientras tanto, la gente sigue llegando, disfrutan del agua milagrosa y según dijo uno de los visitantes, a la vista costeño: “de aquí salgo nuevito y listo para camellar”. ¿Qué habrá querido decir?

César Pinos Espinoza