domingo, 12 de junio de 2011

Un día por los confines de Shaglli






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Ese 24 de mayo encontramos al pueblo de Santa Isabel algo tenso y silencioso. Cuestionaban a su Alcalde. Un grupo de simpatizantes campesinos lo respaldaba. El ingreso tiene un trazado simpático pero entendemos que existe algún proyecto para que se vea mejor. Nuestros objetivos están más arriba. Son pueblos y lugares muy atractivos pero que algo les hace falta. El desarrollo del turismo, fuente importante para los pueblos, exige mayor esfuerzo y visión por parte de autoridades, instituciones y pobladores.

Vista espectacular desde arriba

Primero, desde la parte alta un panorama enorme, una vista preciosa, como para que contemplen los pesimistas y los que no tienen aprecio por la vida y que en esos sitios podrían darse cuenta de lo grandioso de la existencia humana. Este mensaje no es para la generalidad de gente chabela porque ellos con su talante de bromistas y alegres hacen las delicias propias y ajenas cada día. De arriba se ve de todo: plantaciones, bosques, escasa vegetación primaria, pastos para ganado y ruina del ambiente, cañadas, colinas y montañas lejanas, bajo un sol que domina y se impone, como debió ser para los ancestros Cañaris. Todo invita a la armonía. “El amor de un ser humano por otro es tal vez para cada uno de nosotros la prueba más difícil, el más elevado testimonio de nosotros mismos; la obra suprema de la que todas las demás sólo son preparativos”, decía el poeta austriaco Rilke, pero añadimos, básicamente amor por la naturaleza.

Los niños extrañan a sus padres

Irrumpe el 4x4 a través de una ruta que merece ser mejor. Llegamos a Cañaribamba, pueblo que es indígena pero que declaran que no lo es. En verdad lo fue en el pasado cuando Salinas –nombre que fue quitado de una calle, como que se quisiera borrarlo de la historia de este pueblo—hizo fortuna con los esclavos indígenas. Hoy sólo quedan casi imperceptibles huellas, el caserío está solitario y con seguridad, aquí y en otros lugares, los niños extrañan a sus padres, que intentan volver, para comprarse un carro nuevo, aunque a sus hijos eso les importe un comino.

Los jóvenes y los flechazos de Cupido

Y entre conversa y conversa con Pancho Pizarro, sobre los tiempos pasados y la historia ecuatoriana, llegamos a Shaglli casi sin sentir. De común es un pueblo solitario pero ese día mostraba movimiento, los chicos del colegio con uniforme rojo y plomo, ensayaban alegres y bulliciosos con sus trompetas y tambores, y creo que también algunos sus primeros intentos de flechazos de Cupido. Esos recuerdos no se borran jamás, si no, pregúntenles a los que se casaron enseguida demasiado jóvenes y vivieron despechados por el resto de su vida. Y a propósito de la fecha, le consulté a una chica en Cuenca si conocía qué se celebraba ese día a nivel nacional. Me respondió: “Una guerra, no sé qué, que se ha dado por allá en Quito”. Caliente, caliente.

Múltiples lugares para turismo de aventura

Los jóvenes jugaban despreocupados, recreaban su invalorable fuerza campesina, aunque ya en el momento de precisar sus aspiraciones más tarde, miren de cerca las dificultades. Pero no están olvidados. Captamos preocupación por entidades y organismos por darles la mano. Por ejemplo, la Unita de Cuenca estuvo presente con un grupo de estudiantes de Turismo y Francisco Vintimilla a la cabeza. Su proyecto es atractivo y prometedor, se trata de diagnosticar el ámbito turístico, político, ecológico y productivo con el fin de establecer las potencialidades de Shaglli, para encaminar a los moradores hacia resultados a nivel regional y nacional, según se dijo. María José Miranda y Gabriela Nivelo, alumnas, nos contaron entusiasmadas sus propósitos y deseos de trabajar, aprender y aportar. Se habla de explotar el turismo sin dañar el ambiente. Claro que es posible. En verdad, por esa zona existen lugares y razones que atraen: Carachula, la llamada “ciudad de piedra”; montañas y pajonales para turismo de aventura, caseríos interesantes, rica producción de leche y truchas, Huasipamba y la “piedra movedora” y tantos aspectos más. Pero el eje vial es fundamental. Desde San Pedro de Shaglli hacia Huertas, Cuevas, Hornillos y el reservorio de Tasqui, la carretera deja mucho qué desear, con decirles que el jeep dañó tres llantas en ese trayecto de apenas diez kilómetros. Por allí cerca del proyecto de reservorio todavía asoman las “curiquingas”, con temor con temor sólo permiten acercarse hasta unos 50 metros porque luego levantan el vuelo y muestran toda su hermosa majestad de colores blanco y negro. Por allí pasan enormes volquetas que las ahuyentan y transportan la roca extraída del divino páramo que prodiga el agua.

En Tasqui construyen un reservorio

Continuamos por la ruta y a lo lejos divisamos el Shalo y el Barashigua, abrazando al poblado de Pucará. Ascendemos a Tasqui. Nuestros jóvenes guías, Patricio y Enrique, por supuesto están enterados de todo y nos cuentan muchas cosas. Las partes más altas del páramos están a una altitud de 4 mil metros, a 3651 metros se construye el reservorio, horadando el suelo para extraer materiales y aplicar cemento. Estará concluido en menos de dos meses dijo un trabajador, represará un millón de metros cúbicos. Del sistema de canales de distribución del líquido vital para riego, todavía nada se sabe. Retornamos. El “chaupa”, que vuela poco asoma por ahí; mirlos y otras aves, apenas se las ve, creo que por el ruido y los extraños, huyen; los humedales y las quínoas corren peligro. Hay que protegerlos. En el trayecto de regreso se observa un gran paisaje de grandes pastos y pocos arbustos nativos, los que todavía quedan. No hay que olvidar que la agricultura –aunque no lo aceptemos-.

Quesos, manjares, juegos y un emblemático “shilingo”

Llegamos a Shaglli…a comer pan, aunque le recordamos a Pancho que “no sólo de pan vive el hombre”. En Shaglli han comenzado un proyecto de internet banda ancha por parte del Gobierno Provincial y aunque los jóvenes aprenden rápido, se requiere de buenos instructores para que no se desvíe su atención hacia el spam, es decir la basura que envenena el alma y la mente. Mientras tanto los muchachos en edad despreocupada juegan a la carrera de ensacados, el huevo y la cuchara, la carrera de tres pies y la carretilla humana en su “fiesta del novato”. Por ahí un campesino muestra un “shilingo” nuevito y bien hechito, no queda más, son las “butacas” del transporte de ellos, el caballito de montaña o la mula que es todo fuerza, en lo único que se puede confiar. Una fábrica con 24 socios y 600 litros de leche diarios produce quesos, yogur y manjar, recibe la ayuda del Municipio de Santa Isabel y les va muy bien, “para qué”. A otras fábricas particulares igual.

Tony Meléndez es el mejor ejemplo

Para concluir, nuestra recomendación a que visiten Shaglli, que tiene gente buena, confiable y trabajadora, y sus hermosos lugares y paisajes como para volver siempre y desintoxicarse del bullicio de las ciudades, el horario y el insoportable pito de los vehículos. Quizás con más gente que ame deveras a la naturaleza se pueda concretar un turismo sustentable y respetuoso para cuidar lo que nos queda. También unas cuantas chicas de la Universidad de Cuenca han llegado, son de Medicina y se suman a la tarea con su respectivo proyecto. Al final, una sorpresa, en Santa Isabel encontramos a Pedro Zenteno; perdió una vez su brazo derecho en un trapiche, algo que nos estremece, está casado, tiene tres hijos y espera que el Conadis le pare bola. Decimos sorpresa porque todavía quedan personas que a pesar de su inferioridad de condiciones físicas, creen que es posible sonreír a la vida, pero esa sonrisa debe gestar optimismo a otros que a lo mejor “completos” han perdido la fe. Pedro y Tony Meléndez son el mejor ejemplo.

César Pinos Espinoza

cesarpinose@hotmail.com

www.proyectoclubesdecomunicacion.blogspot.com

Gualleturo, pasado y presente






Ducur es un punto en la vía al Guayas por Cañar, de ahí nos encaminamos hacia Gualleturo. La carretera no es mejor que la que conocimos hace 19 años. Sólo el puente en la Playa ha cambiado, es metálico y puede resistir los embates del río Cañar que baja de las alturas y va rumbo a la costa en donde causará estragos en épocas de invierno.
A partir de la Playa existe hoy una carretera que va hacia Ger. Hace años era sólo una trocha que en penoso viaje de tres horas conducía a ese poblado perdido en media montaña pero cargado de historia; allí conocí restos de una hacienda que fuera de doña Florencia Astudillo, acaudalada y solitaria mujer que vivía en ambiente feudal

Una historia singular

Allí nos enteramos de muchas cosas relatadas por indios ancianos que la conocieron y la sirvieron casi en condiciones de esclavos. Nos contaban que la “Niña” era buena con ellos y que cuando se le ocurría ordenaba que la lleven a su hacienda en Gapal de Cuenca. La llevaban en guandos, hacían tres días, descansando en tambos o en otras haciendas a lo largo de la ruta por Cañar. Cada uno de los veinte o treinta guandos, jóvenes y fuertes, debía llevar su propia tonga, un poco de carne seca y mote, mientras ella hacía cocinar un chancho gordo para alimentar en el camino a dos perros negros como el diablo que le acompañaban arriba. Relataban que al llegar a la hacienda de Chaguarchimbana en el Vergel, se subía al balcón y les lanzaba unas monedas, recomendándoles que no vayan a tomar trago y que lleven ropita para sus hijos. Eran apenas unos miserables centavos. Cuando les inquirí si la odiaban, los indígenas viejos en su quichua traducido por una chica de Cañar, decían que no, que la respetaban mucho. Esclavos que llegan a amar las cadenas que los oprimen, decía un amigo mío. La presencia de la Niña había causado honda impresión en los indígenas, que las noches la veían por los cerros “caminando con sus dos perros negros que botan candela por los ojos”. Alguien dijo: “está en el infierno y le acompañan los diablos”. El relato de Mama Úrsula es otra página de esta historia. Encontré a esa anciana que bordeaba los cien años, había sido la nana de la Niña; me contó algunos pasajes de la solterona misteriosa de presencia fugaz.

El Colegio celebra sus 30 años

El distinguido colegio David Mogrovejo Merchán, con 140 estudiantes y una veintena de maestros y maestras, algunos de ellos muy emocionados y diligentes ese día, cumplía 30 años de labor y creo que llegué a tiempo para la fiesta. Cualquiera diría “no me han invitado, pero tampoco me han dicho que no me vaya”. El licenciado Marcelo Velázquez es el rector que se muestra amable, empeñoso y atento en la celebración. Vemos a bellas chicas, como Angélica Rojas, la reina, y apuestos jóvenes, a preocupados padres de familia para que no falte el sequito de gallina runa y el buen canelazo. Hubo baile, cantó Edison Montero, imitando fielmente al desaparecido Sandro de América y no faltó la gallada con la que pronto hicimos amistad; de ellos, uno es un joven llamado Mitchel, venido de Texas, voluntario del Cuerpo de Paz que sabe de nutrición y se apresta a colaborar en esa comunidad; del resto, casi todos ex viajeros a la Yoni, la mayoría con plata y buenos recuerdos, aunque decían que en su Gualleturo querido están mejor y no lo volverán a dejar.
Con el rector y el inspector general Lic. Jorge Peralta forjamos proyectos: una biblioteca que refiera lo que se pueda del doctor José Peralta, nacido por allí nomás en Chaupiyunga; un encuentro de jóvenes con la presencia de delegaciones de Javín, Chontamarca, Suscal, Ducur, etc. Es decir con los más olvidados de las autoridades y supervisores. Es que nosotros vamos donde casi no va nadie. Si eso nos prohíben, será muy grave, como prohibir el respirar aire puro, el aire del conocimiento.

Tierra de José Peralta

Desde Gualleturo más hacia adentro, a unas tres horas de camino, está Chaupiyunga (medio-trópico), la tierra del gigante doctor José Peralta, canciller, diplomático, legislador, filósofo y escritor, nacido de una mujer humilde llamada Joaquina Peralta y de un cura de apellido Serrano; este ministro de Dios se perdió en el anonimato. Un obispo vio la inteligencia del niño campesino y abandonado y lo llevó para educarlo y de paso seguramente para proteger al cura. En efecto, dicen que lo educó con lo mejor de la época hasta resultar una obra brillante. Cuentan que dos hojas del libro de la fe de bautizos de Gualleturo desaparecieron misteriosamente cortados. Alguien quiso ocultar el lugar de nacimiento de Peralta, sin duda.
Hemos leído de él “Eloy Alfaro y sus victimarios”, sensacional, quizás de lectura obligada para todos los ecuatorianos. Lo cierto es que Peralta, con su monumento en la bajada del puente de Todos Santos en Cuenca, viene a constituirse en uno de los hombres más sobresalientes de la patria ecuatoriana, mientras su patria chica permanece olvidada y de la casita en que vivía con su madre en la tierra que visitamos, el tiempo de más de cien años se ha encargado de borrar toda huella.

Misteriosos petroglifos

Nos han maravillado desde hace décadas los petroglifos de Gualleturo. Existen por doquier en esa zona. El que conocimos hace años con el arqueólogo doctor Napo Almeida en un día de tempestad diluvial, ha quedado grabado en nuestra mente. Eran dibujos raros, rostros, líneas, espirales, ángulos, estrellas de cinco puntas, rectángulos, en fin. Algo querían decir artistas del comienzo de la era cristiana o antes.
Esta vez hace unos días nos acompañaban las chicas Dianita, Tania, Irene y Rosi, don Roberto y don Juan como guías hacia las piedras de Pucango. En el camino encontramos a doña Herlinda con sus 95 años a cuestas, pero dura como el roble, su esposo se fue a otras tierras hace 60 años, no ha vuelto, pero creo que las esperanzas no han muerto; tiene tataranietos que hasta ha perdido la cuenta. Luego vimos una piedra con líneas geométricas, círculos concéntricos y otros mensajes. Un rayo, alguna vez, partió a la piedra en dos.
Gualleturo es tierra rica en ganadería, llena de gente trabajadora y honorable. Hay que volver y existen buenas razones. Todavía no tenemos muy clara una buena parte de su historia, y sobre todo por el deseo de sembrar inquietudes en los jóvenes para que brillen y fundamenten su amor en su historia, en valores y su hermoso entorno natural.

César Pinos Espinoza