domingo, 2 de octubre de 2011

Gualdéleg, hermoso balcón yunguillano






Uno de los lugares más hermosos del valle de Yunguilla es sin duda Gualdéleg. Ubicado en la parte noroccidental del más extenso y placentero de los valles del Azuay, constituye un verdadero balcón natural formado por terrazas y pequeñas hondonadas en una altitud que fluctúa entre los 1500 y 1800 msnm y una temperatura primaveral que varía entre los 16 y 18 grados y una regular área de bosque protegido por la fundación Jocotoco, hábitat de especies de aves, plantas y animales en peligro de extinción. Alternan en el lugar cultivos de caña de azúcar, pastos, viviendas campesinas y fincas vacacionales, algunas de ellas hermosas y de buen gusto, como para descansar totalmente alejados del mundanal ruido y decir como el poeta: “Qué regalada vida / la del que huye del mundanal ruido / Y sigue por la escondida / senda por donde han ido / los pocos sabios que en el mundo han sido…”

¡Admirable en ciertos seres humanos!

En lo vial, el sitio de Gualdéleg podría tener un mejor aspecto si autoridades y moradores planificaran, por ejemplo un empedrado decorado con plantas del lugar y señalización. No hay duda, ganarían todos, por el atractivo turístico y la gran posibilidad de instalar pequeños negocios, eso sí, cuidando la naturaleza, la seguridad, el orden y el aseo. Existen lugares que pueden servir como modelo en Chile y en nuestro país. ¿Por qué no imitarlos? Tener todo un barrio o una vivienda bien arregladitos, si hay dinero, qué mejor. Yo llamo virtud ésta en los propietarios, porque todo se puede hacer con gusto y dedicación. No hay mejor satisfacción que vivir bien y como seres pensantes. Cuentan que el divino emperador Antonio no era virtuoso, era un estoico testarudo que no contento con mandar a los hombres, quería también que le estimasen, que se aplicaba a sí mismo el bien que hacía al género humano --es decir vivir bien, rodeado de cosas bonitas, atractivas y en orden-- que fue justo toda su vida --admirable en ciertos seres humanos-- laborioso --¡qué maravilla!-- visible en sus cosas, no mandadas a hacer simplemente sino producto de su espíritu y creatividad, ojalá con sus propias manos; que fue bienhechor por vanidad, y que no hizo más que engañar a los hombres con sus virtudes. Yo exclamo entonces: ¡Dios mío, dadnos con frecuencia semejantes bribones” (Voltaire. Diccionario Filosófico).

Historia de la primera Escuela

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Del ambiente pacífico, hermoso y fresco que rodea a las personas –igual que a los habitantes de Gualdéleg-- depende su carácter y actitudes en la vida. O.S. Marden dice: “Los médicos del porvenir serán a la par sicólogos consumados y educadores de las gentes, porque les enseñarán a pensar con rectitud, explicándoles que de buenos pensamientos deriva la buena conducta y que las condiciones fisiológicas son reflejo de las acciones morales presentes y pasadas y que por la transmutación del pensamiento es posible mejorar la conducta. Renovada la mente queda renovado el hombre” (El poder del pensamiento. Ed. Solar. Bogotá). Un día bañado de sol reluciente sirvió de marco para la inauguración de importantes mejoras en la escuela César Torres, del caserío Gualdéleg, de la parroquia Abdón Calderón, más conocida como La Unión, dice una crónica periodística, y buscando conocer de cerca todos esos lugares, hemos ido en un día similar. La historia de esta escuela se remonta a comienzos del siglo pasado, concretamente 1910, cuando el hoy patrono del plantel, don César Torres, había viajado a Colombia donde obtuvo todos los materiales necesarios para la enseñanza educativa. Al retornar al país, en su casa de habitación en Gualdéleg, destinó un cuarto para que funcione la primera Escuela. Con el paso de los años, sus hijos, Alejandro y Jordano, donaron el terreno para la primera construcción fabricada de adobe; posteriormente las autoridades educativas tomaron para sí la marcha administrativa y se procedió a la construcción de los otros pabellones y el resto de la infraestructura, con el apoyo del Consejo Provincial del Azuay y el Municipio de Santa Isabel, hasta la intervención del Club Rotario, para su reconstrucción integral.

José Peralta vivió sus últimos años

El doctor José Peralta, según narra Germán Ortega en “Vida y obra de José Peralta”, vivió sus últimos días en este valle. “Aquí, en Yunguilla, donde tantos momentos felices he vivido, donde me he refugiado de la ira del gobernante de turno y he guardado rigurosos destierros a lo ruso; he venido a pasar mis últimos años, a pensar, a reflexionar sobre la vida, sobre mi vida; rodeado por mi familia y por el olor dulce de la caña de azúcar, del naranjo y el cafetal. Veo mi pasado entre espesas brumas; busco siluetas claves para definir aquel tiempo vivido lentamente; no recuerdo mi infancia, sólo pequeños trozos como de fotografías borrosas, pero sé que no fue muy feliz. Nací en Chaupiyunga, de Gualleturo. La suave brisa que del lejano océano venía y el clima húmedo y cálido de sus montañas, me señaló, tal vez, para siempre. Sería toda mi vida un romántico idealista, soñador empedernido, que piensa que el hombre puede ser completamente libre. A mis ochenta años trato de recordar y escribir sobre mí mismo. Algunos pensarán que lo hago para justificar mis aciertos y errores, pero no, no escribo para el mundo, escribo para mí mismo; a esta edad en que siento que estoy más allá del bien y del mal me doy cuenta que no es necesario que los demás me estimen; me basta con mi propio juicio y el juicio de Dios, del cual el mío es parte. Mi padre, mi madre, ¿quiénes fueron? No hablaré de ellos, escribo sobre mí, no sobre lo que pasó antes de que yo existiera…” En lo demás --quizá sepan los lectores-- fue también Coronel de la República en la revolución liberal y las luchas contra el conservadorismo, filósofo y mentalizador de la nueva doctrina y representante del Azuay, es otro capítulo de la historia del Ecuador y del brillante aporte de este hombre.

Especies en peligro de extinción

Gualdéleg significa en lengua cañari “llano grande”, pero también podría provenir del quichua “huall” que significa “vuelta” y del cañari “delig”, “llanura”, es decir, “vuelta a la llanura”, que no le encuentro un sentido claro. En todo caso es un sitio muy hermoso de nuestra geografía azuaya, hábitat feliz del “sugsug” o mirlo, del “pichilig” o jilguero, de los bellos y laboriosos “chilalos” u horneros, del vivaz y atento “quillillico” o halcón, y del “palupishcu” o gorrión gris. Según conocimos, la fundación Jocotoco y sus investigadores encontraron especies de aves no vistas en mucho tiempo y a algunas las han salvado de la extinción. Han iniciado estudios de campo para monitorear el estado de conservación de las pequeñas poblaciones de ciertas especies. La reserva fue establecida en 1999 y comprende unas 80 hectáreas de matorrales celosamente cuidados. Allí se encuentran: el gavilán alicastaño que se alimenta de pequeños mamíferos y aves, se lanza al piso, generalmente en pastos abiertos para atrapar ratones, lagartijas y hasta saltamontes que son su alimento, es un excelente volador, por lo que también puede cazar en el aire. El mochuelo del Pacifico, es un búho pequeño con hábitos diurnos y nocturnos, su alimentación es muy variada, incluyendo libélulas, cigarras y lagartijas. El búho listado con pronunciadas orejeras, es una especie rara que asoma entre febrero y mayo y es posible escuchar su canto, está considerado vulnerable de extinción a nivel nacional. No existe mucha información sobre sus requerimientos de hábitat. Una especie de colibrí diferente a otras dos presentes en el país. El carpintero, que aparece a veces solo o con pareja, o en bandadas mixtas, se alimenta principalmente de larvas de insectos que encuentra al golpear ligeramente sobre la corteza de los árboles, sirviéndose de los ecos, que al parecer le indican dónde perforar, aunque en ocasiones se lo ve alimentándose de frutos. El chilalo u hornero del Pacífico, que habita bajo los 1500 msnm, pero a veces un poco más alto, es fácil reconocerlo por su canto repetitivo y sus nidos como horno de barro fabricados sobre las ramas gruesas de los árboles. Y así, Elenita del Pacífico, un pájaro pequeñito; el mirlo pizarroso; el matorralero cabecipálido del cual en la actualidad existen 38 parejas sobrevivientes; y el vaquero brilloso cuya hembra, “hecha la pilas”, deposita sus huevos en los nidos de otro llamado Atlapetes, para evitar el esfuerzo de construir un nido y alimentar a los polluelos. Al salir del cascarón los jóvenes invasores, “más pilas”, eliminan del nido los huevos de la anfitriona, quedando como únicos hijos a ser alimentados por la madre; esta actitud ha provocado el reducido número de Atlapetes, considerados ya en peligro crítico de extinción a nivel nacional e internacional. Como vemos, son lecciones de madre natura, que a veces no comprendemos, menos para llegar a practicarlas.

César Pinos Espinoza...

cesarpinose@hotmail.com

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