miércoles, 31 de agosto de 2011

Los furiosos padres de la patria


Lo que sucede en el Ecuador no es ninguna novedad en relación a la actitud de los legisladores a nivel de otros países, pero vale tocar el asunto. En todas partes se cuecen habas, es el dicho de nuestro pueblo. Muchos de estos hombres y mujeres, de padres o de madres no tienen nada, más bien son padrastros y madrastras del escándalo, el relajo y el mal ejemplo para las nuevas generaciones. En la Asamblea Nacional del Ecuador, antes Congreso Nacional, se ha visto de todo: insultos y gritos desaforados que hacen ruborizar a los muchachos malcriados de la calle; actitudes y desafíos que dejan como monjas de convento a mujeres furiosas de un mercado peleándose por su prometido; agresiones y metidas de la mano de hombres y mujeres con rostros tétricos y desencajados, de largo más violentos que hooligans resentidos por la equivocación de un árbitro que ha pitado en contra de su equipo.

Y todos se preguntan, ¿por qué será tanta pasión, tanta furia y desenfreno de estos hombres y mujeres de actitud arrebatada y terrible? No hay que devanarse los sesos ni ser un experto para hallar una respuesta. Es sencilla y llanamente porque se les va de las manos su cuota de poder y de dinero, su misión de defender obscuros intereses de grandes empresarios y sectores poderosos, que les tienen a sueldo, pagados para un tiempo determinado, que si no cumplen con su objetivo, no tendrán ni paga ni alargue en el camello. No es por más, ellos y ellas no defienden los grandes intereses nacionales, no luchan por la bandera de millones que sufren postergados en ambientes de pobreza e indignidad, ¡qué va!

Partidos y movimientos políticos con largas trayectorias de ignominia, vendepatrias y oportunismo, de derecha, de izquierda y de centro, de todo lado, a quienes los hombres y mujeres de bien, por suerte, ya les tenemos señalados e identificados con el dedo. Sus conocidos personajes insignia en campañas electorales han envejecido en la política, curtidos en la mañosería, empedernidos en la contienda, incluso ahora con nuevos ejemplares salidos de las canchas de fútbol, de los sets de televisión y de las universidades, cansados de lanzar piedras, de quemar llantas y agitar a ingenuos indígenas. Esa es la realidad ecuatoriana, que para cambiar, requiere del paso de dos generaciones, pero con estilo honesto, altruista, desinteresado, valiente y de sólida formación intelectual.

César Pinos Espinoza