sábado, 9 de octubre de 2010

Nazca, el misterio; Tacna, Arica y Antofagasta, la Guerra del Pacífico.




Publicado en Diario El Mercurio, de Cuenca, Ecuador

A partir de Lima la autopista hacia el sur continúa. Pasamos por cerca de playas y lugares de nombres diversos: Azul, Las Palmas, Los Cocos, Bonita, Barrancadero. A cada paso grandes letreros exigen una velocidad máxima de 100 km por hora; cada vez estaciones de peaje, de policía y control. Son las 9h30 y llegamos a Cañete, km 145, plantaciones de caña, maíz, col, girasol y viñedos. “Cañete capital del arte negro”, dice un letrero. Es una zona muy agradable. Aquí concluye la autopista pero prosigue una impecable carretera asfaltada. Es de día y un compañero gordo del lado duerme y ronca, a veces suena su celular, contesta y sigue roncando. Llegamos a Nuevo Ayacho, está en el km 195 y casi junto al mar, gran número de casitas pobres. En Chincha uno de los grandes murales: “Keiko fuerza 2010”; parece que el espíritu de Fujimori continúa con su hija. Enseguida Pisco y de ahí hacia la sierra la ruta a Ayacucho; publicidad de guano de las islas y a la izquierda entrada a la villa Túpac Amaru con cultivos y también montañas de arena. Su nombre enseguida nos recuerda la brutal ejecución del líder rebelde indígena. Enseguida un lugar verdaderamente hermoso, Paracas: bahía de aguas azules bajo un cielo también azul, es reserva nacional, playas, hoteles, turistas de todas partes, fauna marina, pescadores y botes para paseo. Es un paraíso. Aquí se desarrolló la cultura Paracas antes de los incas. No hay duda, el turismo es el fuerte del Perú.

“No puedes controlar al universo, pero al menos puedes sostener sus embates”, dice una frase en la película que vemos, mientras un letrero anuncia: “Bienvenidos a Ica” y asoma una estación de servicio que los peruanos llaman “grifo”. Es una ciudad grande y alegre, con amplias avenidas, árboles y de mucho movimiento, con una cantidad de taxis pequeños y taxi-motos. Al detenerse el bus para cambio de piloto y una vez que se mueve, no lo para nadie en ningún lugar no previsto.

Nazca y María Reiche

80 km antes de Nazca la vía es admirablemente plana y recta, luego aparecen pequeños valles verdes junto a Río Grande, Sacramento y Palpa, aquí el museo de “Las figuras de Palpa”; luego Ilipata con naranjos y otros frutales. Por aquí se encuentra el museo de María Reiche. Vemos las líneas en ese desierto inmenso pero sólo es posible apreciarlas mejor mediante un vuelo en avioneta a un costo de 50 dólares la media hora. Pero, ¿quién fue María Reiche Neumann? Esta mujer nació en Alemania en 1903 y murió en Lima en 1998. Fue llamada “La Dama del Desierto”. Llegó al Perú en 1932 como institutriz de los hijos del cónsul de su país; despedida por alguna razón se instaló en Lima como traductora del arqueólogo Paúl Kosok. Luego se vinculó con los geoglifos de las pampas de Nazca y se apasionó con ellos. Su teoría fue de que las líneas de Nazca representan el calendario más grande del mundo. Pensaba que los pobladores de Nazca habían utilizado esta área astronómica para conocer cuándo empezaba cada estación, cuál era la mejor época para cosechar y cuándo se iniciaban las lluvias. Según el arqueólogo italiano Orefici la cultura Nazca vivió en la costa septentrional y desértica del Perú entre el 400 y 650 d.C. Hasta ahora no existe un conocimiento exacto sobre cómo fue esa cultura. Sin embargo, algunos la ubican en el año 100 de nuestra era, pero expresan que desciende de una cultura milenaria de los tiahuanacos, esto es de 11 mil años a.C. Fue un pueblo “que recibió en determinado momento la visita de un dios salido del lago Titicaca. Eran ignorantes pero recibieron las enseñanzas de ese dios al cual llamaban Viracocha”.

Se trata de más de treinta figuras que representan a animales marinos y terrestres, otras son geométricas y humanas. Entre ellas un pájaro de casi 300 metros, un lagarto de 180 metros, un pelícano de 135 metros, un cóndor de 135 metros, un mono de 135 metros y una araña de 42 metros; la figura más pequeña encontrada hasta el momento es un espiral que tiene un diámetro de 3 metros; además constan: una ballena, un perro con patas y cola largas, dos llamas, diversas aves como la garza, la grulla, el pelícano, la gaviota, el colibrí y el loro. En cuanto a reptiles: un lagarto, que fue cortado al construirse la Panamericana Sur, una iguana y una serpiente; hay imponentes figuras de un mono, una araña y un caracol. Erich von Däniken, dijo que “el dibujo trapezoidal era una pista de aterrizaje para naves construida por extraterrestres que visitaron la Tierra hace mucho tiempo y el gigante retratado en la ladera de la colina (“El Astronauta”) es la figura del extraterrestre testimoniada por los nazcas”. Por otra parte, la tradición peruana dice que “hace mucho tiempo, sobre esta pampa descendieron unos seres que podían volar... Eran los Viracochas, los dioses llegados del Este, unos hombres buenos que trajeron la paz, la concordia y el progreso. Fueron esos dioses quienes dibujaron las primeras líneas y figuras. Después, nosotros, los hijos de los Viracochas, seguimos su ejemplo y aprendimos a dibujar en la arena. Ellos lo verán algún día y regresarán...” Estas misteriosas líneas, se extienden en un perímetro de 50 kilómetros de longitud y 15 kilómetros de ancho dentro de las pampas de Palpa, Ingeni, Nazca y Socos, entre los kilómetros 419 y 465 de la carretera Panamericana Sur. El suelo de la región es uno de los más secos y desérticos del mundo.

Un helado y adelante

El pueblo de Nazca en sí no llama mucho la atención, no tiene atractivos, salvo la cantidad de turistas de todo el mundo que llegan husmean y pasan. Mientras espero el nuevo transporte, voy a una heladería, pido un cono bien grande y me siento para saborear y descansar junto a unas bellas chicas holandesas. No saben nada de español, yo peor del holandés. Acudimos a la comunicación universal de la sonrisa y nada más.

A las 21h00 llega el gigante bus CIVA y en un sofá cama del segundo piso me dirijo a Tacna, la última ciudad peruana; cuesta 37 dólares, unos 110 soles. Llegaremos a las 10 de la mañana del jueves. No queda más que dormir porque no se ve nada. Sacudiéndonos un poco de la mala noche entre el bullicio de la calurosa Tacna vemos un taxi para visitar el “Campo de la Alianza”, lugar en el que se dio una batalla sangrienta entre chilenos, peruanos y bolivianos el 26 de mayo de 1880, en el marco de la Guerra del Pacífico. Primero se derrota Bolivia y se retira de la alianza y de la guerra con grandes pérdidas. Eso le costaría lo que hasta hoy lamenta, su salida al mar. Perú en ese desierto resiste. En el campo de batalla estuvieron cerca de nueve mil peruanos y bolivianos contra doce mil chilenos. Las bajas, 2500 muertos, heridos y prisioneros de la alianza, y 1700 muertos y heridos chilenos. Todo por los grandes depósitos salitreros. En horas de la tarde comenzaba la segunda parte del drama: la ocupación militar chilena de Tacna. Y vean esta nota de prensa del día siguiente: “La ciudad de Tacna parecía estar de fiesta, por doquier se veían izadas banderas italianas, francesas, inglesas, alemanas, suizas, españolas y hasta asiáticas”. (Corresponsal de guerra en Tacna. Diario El Ferrocarril. Santiago de Chile 27 de mayo de 1880).

Ahora en territorio chileno, Arica es muy bella

Pasando la frontera sin novedad a las 12h45 ya estamos al otro lado. En migración los chilenos son exigentes, pero quien nada debe nada teme. De aquí la autopista es magnífica y se va notando la diferencia. No veo casas pobres, los taxis son todos de color negro y junto al amigo argentino etnólogo Andrés Mansilla vamos al hospedaje en Casa Kolping, un excelente hotel familiar de 23 dólares la noche. Estoy muy lejos de mi hogar y siento nostalgia, pero no hay tiempo para lamentaciones. En la noche a un casino-que no es mi costumbre-pero había que probar de todo. Al día siguiente el objetivo es pasear por la ciudad de clima primaveral, lindas mujeres, calles peatonales, negocios ordenados y simpáticos y un restaurant para disfrutar de sabrosa comida. Luego al Morro, lugar en el que se dio una batalla en la referida Guerra del Pacífico, Igual que en Tacna, el lugar es un desierto, también tienen un museo que guarda los recuerdos de esos momentos no muy felices: armas, uniformes, banderas, fotografías, restos humanos, que solo evidencian esos desgraciados pasajes de la historia. La batalla de Tarapacá fue otra página bélica que se desarrolló en la localidad homónima, el 27 de noviembre de 1879, durante la Guerra del Pacífico. Se enfrentaron fuerzas chilenas y peruanas, con el triunfo de estas últimas, que se durmieron en los laureles y quizá por temor a un contraataque chileno no consolidaron su ganancia y después tuvieron que ceder el territorio.

Antofagasta y una salida al mar

A las 10h30 salgo rumbo a Antofagasta en TUR BUS. El desierto de Atacama es inmenso pero muy rico en salitre, plata, oro y sobre todo Cobre, por algo Chile es una potencia cuprífera en el mundo. Una gran valla en la carretera dice: “Cuando tomes, no lo tomes”, con la ilustración de un volante de automóvil. El viernes tengo la oportunidad de conocer algo de esta gran ciudad conocida como “La Perla del Norte”, con una cantidad de edificios de 20 y 30 pisos, armónicas avenidas bien mantenidas junto al mar y opulencia. Según conocí hoy existen aquí numerosas comunidades croatas, griegas, chinas,

arabes y bolivianas. Y algo curioso, en 1825, Bolívar creó el puerto de La Mar, para la salida al mar de Bolivia, entre las actuales ciudades de Tocopilla y Antofagasta. Hoy sólo quedar ruinas de ese lugar. El Tratado de Paz y Amistad entre Chile y Perú, suscrito el 20 de octubre de 1904 y promulgado el 21 de marzo de 1905, estableció las fronteras entre Chile y Bolivia. El territorio de Antofagasta quedó dentro de las fronteras chilenas. Así, Bolivia en una permanente y trágica historia de guerras contra Perú, Paraguay, Brasil y Chile, malos gobiernos, empresas y empresarios extranjeros voraces de sus riquezas, quedó al parecer para siempre sin una salida al mar. Muchos expertos lo aseguran, esto es poco menos que imposible. Y así con ese pesar y experiencias, continuamos rumbo a Santiago.

César Pinos Espinoza

domingo, 3 de octubre de 2010

“En Inca se bañaba en la piscina de El Chorro”





En torno a este singular paraje de Girón se tejen una serie de leyendas y conjeturas, desde el relato ingenuo y lleno de fe que habla de que la imagen del Señor de Girón y sus feligreses se paseaban por la noche en esos parajes, hasta la idea de que tesoros brillantes fueron hallados en cuevas del sector, e incluso la presencia del Inca para refrescarse en los hondos rodeado de sus mujeres y guardia personal. Todo esto y mucho más aumenta el deseo de conocer el sitio hermoso, fresco y verde, hoy incluso mediante la promoción ágil y empeñosa que ha emprendido el Municipio de Girón.

Como muchos sabemos, el Chorro de Girón se encuentra a cinco kilómetros hacia el oeste de la cabecera cantonal, hasta llegar a una altitud de 2.590 m.s.n.m. en el sector previo a la última cascada, y más arriba, sobrepasando los 3 mil metros de altura.

Patricio, un joven experto

La verdad, no hemos llegado hasta el filo de la montaña, lo haremos en algún momento, pero en días soleados el paisaje invita a una aventura de ese tipo, que de acuerdo a Patricio Culcay, un joven experto en montañismo y conocedor de esa montaña, lleva al rededor de seis horas hasta coronar el filo al borde de la cascada y muy cerca de la laguna de Sombrereras, que alimenta a las caprichosas y límpidas chorreras.

Visité por primera vez el lugar, hasta la segunda cascada, aproximadamente hace 40 años. Decían todos en Girón que el lugar era un misterio. Entonces, no había más que chaquiñanes para llegar al pie, todo era montaña virgen y abundaban los osos, venados, zorros, chucurillos, el puma o león americano, colibríes, búhos, el quillillico, el brujillo “con saco negro y chompa roja”, algunas aves raras, musgos, helechos, orquídeas y todo un mundo maravilloso que poco a poco parece esfumarse. El peor depredador se ha encargado de eliminar tan preciosos tesoros de la creación y la agricultura prepara el golpe de gracia.

La batalla de El Chorro

Según Rodolfo Pérez Pimentel, a fines del siglo XIX, el 23 de Agosto de 1.895 en el Chorro de Girón “se produjo una batalla entre liberales y conservadores. La victoria fue completa para los liberales; el coronel Antonio Vega Muñoz se retiró en desorden. Los jefes vencedores Manuel Serrano y José Gabriel Ullauri fueron proclamados Generales en el propio campo de combate y ya sin ningún impedimento hicieron su ingreso a Cuenca el día 25 ante la consternación de los azuayos”. Por supuesto, a muchos de la sociedad cuencana de esa época, “curuchupa y clerical”, no les debió haber gustado el acontecimiento. El 5 de junio anterior se había producido el triunfo de la revolución liberal y con ello la conquista del poder total del Ecuador. Pero la guerra no se había ganado; proseguiría por largo tiempo.

“El diablo escondía tesoros”

Todo lo que hoy contemplamos desde Girón hasta el filo de la montaña en referencia, fue antaño de un solo dueño. Luego aparecieron dos o más propietarios que parcelaron ese gran territorio desde el suroeste del Portete hasta el comienzo de los calientes desde San Gerardo hacia el sur. En todo caso el rio Chorro, más abajo llamado río Girón, era el centro de todo, de la riqueza natural, del atractivo de los pobladores, de sus creencias religiosas y sus leyendas. Hoy emociona ver toda esa enorme y hermosa zona. Por allí han pasado personajes y gente común, algunos que encontraron riquezas y mantienen el secreto hasta la actualidad, cuando es lugar de cita de aventureros de todas partes, de curiosos y gente que reflexiona y estudia o halla descanso y placer y de quienes simplemente encuentran aquí el lugar ideal para conversar consigo mismos y con Dios.

El Chorro es un conjunto de cascadas majestuosas de agua límpida y fresca. Arriba en la segunda, impresiona el paisaje de bosque nativo, aunque también ya se ve pequeñas parcelas, todo en medio de una paz increíble, propicia para el auténtico descaso. Por esos lugares encontraron restos arqueológicos, a no dudarlo de grupos cañaris, y estamos seguros, no solamente vestigios de cerámica, sino algo mucho más valioso: objetos artísticos de oro, recuerdo invalorable de culturas antiguas. Hace años me contaron que más abajo había “antimonio” y que se daban “ruidos” porque “el diablo escondía tesoros”. Después me di cuenta que bien podía tratarse de objetos de oro que el diablo del ser humano guardaba y mediante cuentos evitaba que se acerquen los posibles interesados para consumar un atraco.

El Señor de las Aguas

El agua que desciende de El Chorro es un milagro de Dios, específicamente para el pueblo de Girón, y por ello está presente desde tiempos de leyenda el Señor de Girón, llamado también Señor de las Aguas, Aquél que hace poco cuando se dio una gran sequía en la región, fue llevado a Cuenca y de inmediato hizo que se abrieran las llaves del cielo. Por eso la gente cree mucho en El, no por ciertos pastores e historias que han llevado a pedir perdón por deslices imperdonables, sino porque la fe mueve montañas y el Señor hace prodigios; no queda duda alguna. “Otra vez le han sacado a Éste”, dijo un desafortunado ciudadano de Girón un domingo cuando comenzaba la procesión del medio día. Quedó ciego para siempre.

Cuidado de la contaminación y daño natural

El Negro Aguirre en su restaurant “La Loma” del sitio principal del Chorro trabaja ya cerca de 15 años empeñado en cuidar ese santuario natural y saca provecho del turismo que cada vez llega en mayor número. La caminería es algo plausible, el control, de felicitar, pero hace falta algo más, una inyección económica estatal para mejorar la presentación de todo ese hermoso conjunto verde, pero sin olvidar que ante una mayor afluencia de gente puede darse de seguro mayor contaminación y daño natural.

La soledad del bosque y sus lugares de acceso invitan a la paz y el sosiego. Por eso la familia Culcay, más abajo, hace lo suyo. En efecto, Margarita, Zoila, Romelio, Patricio y Mirian, de modo laborioso, atento y humilde, siempre están prestos para brindar la más exquisita comida “al paso”, esto es: cuyes, truchas, empanadas, mote pillo, chumales, queso, agua de frescos, paseo a caballo, productos orgánicos y por supuesto el tradicional “canelazo”. El joven Patricio es el especialista que conoce como la palma de la mano el cerro sagrado y con él se puede contactar para evitar problemas en el tránsito hacia las cascadas; es un buen alumno del Negro Aguirre y con ello se garantiza la seguridad para los que quieran hacer montaña. Ya se viene el “control tarifado” pero también, como es obvio, habrá mantenimiento permanente de la vía. Hasta tanto, si quieres reconfortar el ánimo y dar descanso al cuerpo, prueba suerte en El Chorro de Girón, por allí dicen que ronda el espíritu del Señor de las Aguas.

César Pinos Espinoza

El impresionante templo de Pachacamac





Publicado en Diario El Mercurio, de Cuenca, Ecuador

Cuentan los cronistas que a Calicuchima o Calcochima, uno de los últimos guerreros quiteños defensores del Tawantinsuyo, habiendo caído en manos de los españoles en Cajamarca le esperaba una muerte espantosa. En efecto, para saber dónde había tesoros ocultos lo enterraron sólo con la cabeza al aire rodeada de fuego, pero el jefe indio en actitud heroica jamás reveló nada. Antes de ser quemado vivo gritaba ¡Pachacamac! ¡Pachacamac!, invocando a su dios, el todopoderoso e intangible como el Dios de los cristianos.

Pachacamac era considerado el “soberano del mundo”, “un dios sin piel ni huesos”, el creador de personas, plantas, animales y todo cuanto existe. Estaba ligado a varios elementos de la naturaleza, como el agua y fenómenos como los temblores, muy comunes en la costa pacífica del Perú. Sin embargo, lejos de ser quien protegía a las personas de los movimientos telúricos, era quien los provocaba y a quien había que agradar y ofrendar para evitarlos.

Cerca de Lima, Perú, recorro el enorme e impresionante complejo. ¡Cuánta grandeza e imponencia del pasado! Han transcurrido cerca de dos mil años y creo que desaparece poco a poco, como para evidenciar lo efímero de este mundo. Varias culturas ocuparon ese espacio y cada una contribuyó a través del tiempo: Lima, Ichsma, Wari e Inca. La relación con nuestras culturas ecuatorianas de la costa se dio sin duda alguna, pues en la Sala Museo Oro del Perú del Malecón de la Reserva se destaca a la concha Spondylus, única en su género, proveniente de los alrededores de Manta. Y Aquí el mito: “Pachacamac crea una pareja pero no los alimentos, y el hombre muere de hambre. La mujer desesperada pide ayuda al Sol, padre de Pachacamac, para que le provea de alimentos y no correr la mala suerte de su esposo. En respuesta el Sol le promete lo solicitado, pero a la vez la fecunda, procreando un hijo con ella para que sea su guardián. Al conocer Pachacamac la intervención de su padre, el Sol, furioso y muy celoso por la intromisión mata al niño y lo descuartiza en muchos pedazos. Desolada por la desgracia de su hijo la mujer entierra los pedazos ocurriendo un hecho prodigioso: de los dientes del niño brota el maíz, de sus huesos, las yucas y demás raíces, de la carne los pepinos y otros frutos. Desde entonces no se sufrió de hambre y se vivió en abundancia”. La época más antigua en Pachacamac corresponde a la cultura Lima, que va desde los inicios de nuestra era hasta el año 600, aproximadamente. Las primeras ocupaciones se iniciaron hacia el 200 a.C. Con la llegada de los Wari procedentes de Ayacucho hacia el año 650, Pachacamac extiende por primera vez su influencia a otras zonas de los Andes centrales. No hay evidencias de una masiva presencia en la construcción de inmuebles, a excepción del Templo de Pachacamac. El templo más antiguo de Pachacamac data posiblemente de los tiempos de Tiahuanaco-Wari con los llamados “adobitos”, unos ladrillos pequeños elaborados con una mezcla de barro y conchitas marinas. Un ídolo de madera encontrado, que representa al dios, no era de estilo incaico sino muy anterior, de acuerdo al investigador Alberto Giesecke (1938).

Entre 1200 y 1450 d.C. se desarrolla la cultura Ischma. Es época de esplendor del centro ceremonial con un urbanismo de corte religioso. En este momento se fortalece el Templo Pintado y se construyen los 15 Templos o Pirámides con Rampa y las dos calles principales. Los Incas, al llegar al valle (1450-1532 d.C.), establecieron nuevos centros administrativos, adecuando las construcciones preexistentes a las nuevas necesidades. Se construyó el Templo del Sol, el Acllawasi (para las Vírgenes del Sol), el Palacio de Taurichumbi, la Plaza de los Peregrinos, entre otros. Alrededor de 1450 d.C., Tupac Yupanqui viaja a Pachacamac, hace muchos días de ayuno y oración delante del templo, rogando ser conducido hacia la presencia de su dios. Realiza grandes sacrificios de llamas y queman muchas prendas de vestir, como era la costumbre. A Pachacamac acudían los peregrinos de todo el Perú en busca de soluciones a sus problemas o respuestas a sus dudas. En ese momento es que asume este dios el papel de oráculo. El siguiente relato fue escrito por Hernando Pizarro (hermano de Francisco) quien visitó y conoció personalmente al ídolo de Pachacamac en 1533. Resume con mucha exactitud cómo se podía llegar a él y consultarle:

"Este pueblo de la mezquita es muy grande e de grandes edeficios: la mezquita es grande é de grandes cercados é corrales... Para entrar al primero patio de la mezquita, han de ayunar veynte días: para subir al patio de arriba, han de aver ayunado un año. En este patio de arriba suele estar el obispo: quando suben algunos mensajeros de caciques que han ya ayunado su año, á pedir al dios que les dé mahiz é buenos temporales, hallan el obispo cubierta la cabeza é assentado. Hay otros indios que llaman pages del dios. Assi como estos mensajeros de los caciques dicen al obispo su embaxada, entran aquellos pages del diablo dentro de una camarilla, donde dicen que hablan con él; é quel diablo les dice de que está enojado de los caciques; é los sacrificios que se han de hacer, é los presentes que quiere que le traygan". Hernando Pizarro y sus compañeros provenientes de Cajamarca buscaban tesoros que en el santuario de Pachacamac habían en cantidades, querían completar el botín para el rescate de Atahualpa, pero, ya los indígenas habían escondido las joyas más emblemáticas. Por ello hicieron pedazos el ídolo principal de madera; lo ubicaron al violentar una pequeña cámara situada en la cima del llamado Templo del Sol, una estructura arquitectónica de factura incaica y la más extensa de las construcciones que conforman Pachacámac. Luego quemaron y destruyeron lo que les vino en gana. Con el arribo del arqueólogo alemán Max Uhle al Perú entre 1895-1896, se inician los trabajos de investigación científica. Uhle comienza su labor en Pachacámac en febrero de 1896 y concluye en diciembre del mismo año. El resultado de sus trabajos de campo fue publicado por la Universidad de Pensilvania en el libro Pachacámac (1903). Luego investigaron George E. Squier, Adolph Bandelier y Ernst Middendorff.

Pero la principal fuente de evidencias arqueológicas de Pachacamac corresponde a Uhle que excavó al pie del Templo Pintado; el informe contiene la más grande colección de entierros envueltos en finos textiles multicolores con la técnica y decoración propia de los Wari de Ayacucho. A esta zona arqueológica de Pachacamac de 465 hectáreas llegan cada día cerca de 500 turistas. Lo visitan niños, jóvenes y adultos mayores del Perú y de los más diversos lugares del planeta. Todos quedamos absortos ante tanta grandeza del pasado. ¿Cómo habrá sido en momentos de su máximo esplendor? La respuesta la dan los cronistas: Primero los curacas, cual verdaderos reyes que imponían su voluntad en ese centro político y religioso para todo una gran imperio. Casi al final los incas: Tupac Yupanqui, Huayna Capac, quizá Huascar, y Atahualpa hasta su ocaso el 29 de agosto de 1533, en manos de un audaz y desesperado aventurero, “cuando obscureció en la mitad del día”. Aunque el Cusco era el centro político, en Pachacamac los reyes debieron haber sido inalcanzables, intocables, invisibles y divinos en esos interminables aposentos, desde donde se ejercía el control religioso del gran imperio que comenzaba en el río Angasmayo, al sur de Colombia, se extendía por el actual Ecuador, proseguía por el altiplano boliviano y llegaba hasta el sur de Santiago de Chile y parte de los territorios de Argentina.

Una sensación de pequeñez se siente en el ambiente, en el polvo que a ratos se levanta, y de un paso raudo del tiempo, quizá para nada, para ser escombros, difíciles de imaginar en momentos de máximo apogeo, esplendor y belleza. Más allá, Lima, que tiene fresco el recuerdo de su derrota en Chorrilos, enciende las primeras luces de la tarde y se apresta a los sones, para festejar, como siempre, el término de un día más...


César Pinos Espinoza