domingo, 24 de julio de 2011

Conozca San Miguel de Patahuasi y La Iberia






Diario El Mercurio, domingo 24 de julio de 2011

Desde Agua Rica emprendemos el descenso hacia San Miguel a través de un chaquiñán fangoso, difícil y lleno de camellones. Días antes había llovido a cántaros y el camino era como dice la canción de “La burrita”, verdaderamente “culebrero”. A lo lejos se divisa los cerros de Patahuasi (“casa de la loma”) y Taquiculebra (“silo o granero de la culebra”); dicen que son volcanes, pues a uno y otro lado sale agua caliente una legua más abajo. Me aseguraban que en una hora llegaríamos al caserío nombrado, pero en realidad nos tomó más tiempo, a pesar de que Dianita, nuestra joven guía nos pidió que utilizáramos la acémila que muy temprano nos había traído para nuestra exclusiva comodidad; casi al rayar el día nos esperaba junto a la escuela de Agua Rica. Es admirable la fortaleza de las mujeres campesinas desde temprana edad. Ella nos contaba en el trayecto que dos veces por semana se dirige al caserío de La Iberia para estudiar en un colegio semi-presencial, siempre caminando por la misma senda de cuestas y descensos hasta tomar un bus desde Aguas Calientes hacia el centro de estudios. En terreno difícil, me decía, es mejor caminar “porque la acémila se puede caer y eso sería grave para usted”.

Una escuela bien equipada

Qué alivio llegar a San Miguel. Es un pequeño caserío ubicado en las estribaciones de la montaña en donde habitan unas 25 familias. La escuelita “José María Urbina” cuenta con una maestra, doña María del Carmen Montaño que sabe poner inyecciones y “no hace doler”; son 19 niños pero en total habitan unos 50; el local escolar es cómodo, tiene pupitres bipersonales nuevos que entregó el Gobierno Provincial del Azuay, pero tuvieron que pagar cincuenta dólares por el transporte hasta Aguas Calientes, desde donde los padres de familia los llevaron a la comunidad; disponen de un pizarrón electrónico y cinco computadoras; el Estado les entrega quince dólares por cada estudiante cada año para el pago de luz y hacen “bazares” para gastos varios de la Escuela; en cambio por allí cerca en el caserío “Bola de Oro” no tienen escuela y habitan 22 familias. Otras comunidades son “Tres Marías” y “El Aguacate”, que de parte de la Junta de Molleturo, “no reciben ni agua”, según dicen los moradores; posiblemente jamás han llegado al lugar “porque es muy lejos”. El niño Pablo Encalada (11) no tiene una mano, la perdió en un trapiche, caso muy frecuente; cuentan con la estructura para una nueva aula y justamente al día siguiente nos dirigimos juntos al lugar a orillas del río Chaucha para que transporten una parte de los materiales a lomo de mula.

Por la distancia los productos se dañan

Jacinto Peñaloza me obsequia una funda de quijos, una fruta agridulce parecida a los “gullanes”, de esos que abundan en San Fernando; cuentan que todo lo que siembran es para consumo propio porque si quisieran llevar a un mercado, como los más cercanos de Calderón y San Carlos a algunas horas de distancia y en acémila, llegarían estropeados. Me conceden hospedaje porque todavía no nos reponemos del viaje del primer día; de noche escucho en mi radio música de emisoras peruanas y de Guayaquil; me informo que el “call center” es carísimo para el IESS y no funciona, qué desilusión; que vuelve al fútbol Iván Kaviedes, qué alegría; que falleció Manolo Otero, qué pena; escucho la canción “Vuelvo a ti…” Nostalgia; que mataron a Facundo Cabral, “el décimotercer discípulo de Jesús”; Facundo también tenía cosas chistosas: un día llegó donde su abuelo, qué estás haciendo le preguntó, viendo básquet, le manifestó, cuánto van, 86 a 82, quién gana, el 86 “boludo”, le respondió. Vivo un mundo de silencio y lejanía, apartado totalmente del bullicio de las ciudades, de alguna manera es retiro espiritual. En el atardecer un sol rojo se despide mientras bandadas de loros bullangueros pasan contentos porque seguramente divisaron una chacra que en cuestión de minutos será para ellos opípara merienda. Por allí se ve al buitre, al gavilán, al tigrillo, y pasan cerca de nosotros unos guagras enormes y bravos que son llevados a la venta más abajo; dice la gente que esos animales “de pronto se endiablan”; bueno, da miedo verles y hay que alejarse, pero esos temibles animales, con los dueños, jóvenes y robustos, están familiarizados y bajan respetuosos.

Ninguna atención médica

Los moradores depositan su confianza en nosotros y nos cuentan sus penas; por ejemplo, Luz María Bone Minchala dice que le obligaron a pagar 120 dólares de luz; Segundo Concepción Fajardo 235 dólares y María Robertina Encalada 120, y apenas tienen un promedio de dos focos y ninguna refrigeradora ni licuadora, peor equipos de sonido, ni ducha, ni nada, porque se bañan con un buen jarro en la manguera de abundante agua. ¿Qué estará pasando? Los señores de la Empresa Eléctrica tienen la palabra porque este problema es frecuente. Y mientras meditamos sobre el caso del ya famoso y millonario “call center”, a veces bueno para nada, en estas comunidades no existe atención médica para niños ni adultos, peor medicamentos. Algo insoportable. Pero todo cambia con la amena conversación de don Braulio Fajardo (74); nos dice que los medicamentos caducados matan, que al aceite de oliva hay que sacarlo del embase de metal, que el trancazo se reconoce por la orina, que el zorro se come la miel con cera y todo, que la miel de las abejas asesinas también es buena y que los medicamentos naturales son buenos; algo para un buen conversador: solamente escuchar.

En la práctica, muchos niños se encuentran marginados.

Me entero que al menos 67 millones de niños en todo el mundo se ven privados hoy del derecho a la educación, especialmente en países donde la tasa de natalidad es muy elevada, de acuerdo a un informe del Consejo Económico y Social de la ONU, y que el presidente de la Asamblea General de ese organismo, Joseph Deiss, hace hincapié en “la importancia de la educación para alcanzar la felicidad individual y la prosperidad económica”, además de mejoras sociales como la autonomía de las mujeres y la reducción de la pobreza. Entonces me pregunto –en la práctica- particularmente en nuestro país, ¿quiénes se encuentran al margen de la educación porque ésta no es eficiente?

El historiador peruano Manuel Bilbao dice en su obra “La Historia del General Salaverry”: “Hecha la revolución independentista el Perú cayó en la miseria. La emancipación vino a ser un bien para cierta clase del país y ningún resultado físico ni moral para todos”. En verdad, la ley del progreso impulsó el carro de las ideas, y los americanos para dejarle correr derribaron el escollo que se oponía. Se emanciparon. Pero la emancipación no era el último paso. En el Perú como en nuestro país sucedió igual. Los sucesivos gobiernos no hicieron lo correcto y han mantenido en la ignorancia a los pueblos, a propósito o por ineptitud e incapacidad de ser auténticos gobernantes. He ahí lo que vemos casi siempre en las comunidades por donde transitamos.

Retorno por Aguas Calientes y La Iberia

Así pasamos la noche y muy temprano al día siguiente a levantarse y despedirse; más de una hora para llegar a Aguas Calientes, otra vez por “camino culebrero”, y por fin allí un baño reparador en la pequeña piscina de don José junto a la carretera; y proseguimos caminando hasta La Iberia por unos 45 minutos, para allí nuevamente pasar la noche porque no hay transporte. La carretera desde ese poblado la arregló algo el Municipio de Ponce Enríquez y está en regulares condiciones. El circuito concluye con el viaje en bus hasta San Carlos y luego por Naranjal a Jesús María y la vía Molleturo. Durante el viaje de retorno pensaba en lo que dijo un educador e inteligente observador por esos campos: “Aquí los niños no reciben caricias de sus padres”; casi no se ve esa buena costumbre, gesto fundamental. A lo mejor ellos no tienen la culpa, porque tampoco recibieron caricias de los suyos…

César Pinos Espinoza

cesarpinose@hotmail.com

www.proyectoclubesdecomunicacion.blogspot.com

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