sábado, 9 de octubre de 2010

Nazca, el misterio; Tacna, Arica y Antofagasta, la Guerra del Pacífico.




Publicado en Diario El Mercurio, de Cuenca, Ecuador

A partir de Lima la autopista hacia el sur continúa. Pasamos por cerca de playas y lugares de nombres diversos: Azul, Las Palmas, Los Cocos, Bonita, Barrancadero. A cada paso grandes letreros exigen una velocidad máxima de 100 km por hora; cada vez estaciones de peaje, de policía y control. Son las 9h30 y llegamos a Cañete, km 145, plantaciones de caña, maíz, col, girasol y viñedos. “Cañete capital del arte negro”, dice un letrero. Es una zona muy agradable. Aquí concluye la autopista pero prosigue una impecable carretera asfaltada. Es de día y un compañero gordo del lado duerme y ronca, a veces suena su celular, contesta y sigue roncando. Llegamos a Nuevo Ayacho, está en el km 195 y casi junto al mar, gran número de casitas pobres. En Chincha uno de los grandes murales: “Keiko fuerza 2010”; parece que el espíritu de Fujimori continúa con su hija. Enseguida Pisco y de ahí hacia la sierra la ruta a Ayacucho; publicidad de guano de las islas y a la izquierda entrada a la villa Túpac Amaru con cultivos y también montañas de arena. Su nombre enseguida nos recuerda la brutal ejecución del líder rebelde indígena. Enseguida un lugar verdaderamente hermoso, Paracas: bahía de aguas azules bajo un cielo también azul, es reserva nacional, playas, hoteles, turistas de todas partes, fauna marina, pescadores y botes para paseo. Es un paraíso. Aquí se desarrolló la cultura Paracas antes de los incas. No hay duda, el turismo es el fuerte del Perú.

“No puedes controlar al universo, pero al menos puedes sostener sus embates”, dice una frase en la película que vemos, mientras un letrero anuncia: “Bienvenidos a Ica” y asoma una estación de servicio que los peruanos llaman “grifo”. Es una ciudad grande y alegre, con amplias avenidas, árboles y de mucho movimiento, con una cantidad de taxis pequeños y taxi-motos. Al detenerse el bus para cambio de piloto y una vez que se mueve, no lo para nadie en ningún lugar no previsto.

Nazca y María Reiche

80 km antes de Nazca la vía es admirablemente plana y recta, luego aparecen pequeños valles verdes junto a Río Grande, Sacramento y Palpa, aquí el museo de “Las figuras de Palpa”; luego Ilipata con naranjos y otros frutales. Por aquí se encuentra el museo de María Reiche. Vemos las líneas en ese desierto inmenso pero sólo es posible apreciarlas mejor mediante un vuelo en avioneta a un costo de 50 dólares la media hora. Pero, ¿quién fue María Reiche Neumann? Esta mujer nació en Alemania en 1903 y murió en Lima en 1998. Fue llamada “La Dama del Desierto”. Llegó al Perú en 1932 como institutriz de los hijos del cónsul de su país; despedida por alguna razón se instaló en Lima como traductora del arqueólogo Paúl Kosok. Luego se vinculó con los geoglifos de las pampas de Nazca y se apasionó con ellos. Su teoría fue de que las líneas de Nazca representan el calendario más grande del mundo. Pensaba que los pobladores de Nazca habían utilizado esta área astronómica para conocer cuándo empezaba cada estación, cuál era la mejor época para cosechar y cuándo se iniciaban las lluvias. Según el arqueólogo italiano Orefici la cultura Nazca vivió en la costa septentrional y desértica del Perú entre el 400 y 650 d.C. Hasta ahora no existe un conocimiento exacto sobre cómo fue esa cultura. Sin embargo, algunos la ubican en el año 100 de nuestra era, pero expresan que desciende de una cultura milenaria de los tiahuanacos, esto es de 11 mil años a.C. Fue un pueblo “que recibió en determinado momento la visita de un dios salido del lago Titicaca. Eran ignorantes pero recibieron las enseñanzas de ese dios al cual llamaban Viracocha”.

Se trata de más de treinta figuras que representan a animales marinos y terrestres, otras son geométricas y humanas. Entre ellas un pájaro de casi 300 metros, un lagarto de 180 metros, un pelícano de 135 metros, un cóndor de 135 metros, un mono de 135 metros y una araña de 42 metros; la figura más pequeña encontrada hasta el momento es un espiral que tiene un diámetro de 3 metros; además constan: una ballena, un perro con patas y cola largas, dos llamas, diversas aves como la garza, la grulla, el pelícano, la gaviota, el colibrí y el loro. En cuanto a reptiles: un lagarto, que fue cortado al construirse la Panamericana Sur, una iguana y una serpiente; hay imponentes figuras de un mono, una araña y un caracol. Erich von Däniken, dijo que “el dibujo trapezoidal era una pista de aterrizaje para naves construida por extraterrestres que visitaron la Tierra hace mucho tiempo y el gigante retratado en la ladera de la colina (“El Astronauta”) es la figura del extraterrestre testimoniada por los nazcas”. Por otra parte, la tradición peruana dice que “hace mucho tiempo, sobre esta pampa descendieron unos seres que podían volar... Eran los Viracochas, los dioses llegados del Este, unos hombres buenos que trajeron la paz, la concordia y el progreso. Fueron esos dioses quienes dibujaron las primeras líneas y figuras. Después, nosotros, los hijos de los Viracochas, seguimos su ejemplo y aprendimos a dibujar en la arena. Ellos lo verán algún día y regresarán...” Estas misteriosas líneas, se extienden en un perímetro de 50 kilómetros de longitud y 15 kilómetros de ancho dentro de las pampas de Palpa, Ingeni, Nazca y Socos, entre los kilómetros 419 y 465 de la carretera Panamericana Sur. El suelo de la región es uno de los más secos y desérticos del mundo.

Un helado y adelante

El pueblo de Nazca en sí no llama mucho la atención, no tiene atractivos, salvo la cantidad de turistas de todo el mundo que llegan husmean y pasan. Mientras espero el nuevo transporte, voy a una heladería, pido un cono bien grande y me siento para saborear y descansar junto a unas bellas chicas holandesas. No saben nada de español, yo peor del holandés. Acudimos a la comunicación universal de la sonrisa y nada más.

A las 21h00 llega el gigante bus CIVA y en un sofá cama del segundo piso me dirijo a Tacna, la última ciudad peruana; cuesta 37 dólares, unos 110 soles. Llegaremos a las 10 de la mañana del jueves. No queda más que dormir porque no se ve nada. Sacudiéndonos un poco de la mala noche entre el bullicio de la calurosa Tacna vemos un taxi para visitar el “Campo de la Alianza”, lugar en el que se dio una batalla sangrienta entre chilenos, peruanos y bolivianos el 26 de mayo de 1880, en el marco de la Guerra del Pacífico. Primero se derrota Bolivia y se retira de la alianza y de la guerra con grandes pérdidas. Eso le costaría lo que hasta hoy lamenta, su salida al mar. Perú en ese desierto resiste. En el campo de batalla estuvieron cerca de nueve mil peruanos y bolivianos contra doce mil chilenos. Las bajas, 2500 muertos, heridos y prisioneros de la alianza, y 1700 muertos y heridos chilenos. Todo por los grandes depósitos salitreros. En horas de la tarde comenzaba la segunda parte del drama: la ocupación militar chilena de Tacna. Y vean esta nota de prensa del día siguiente: “La ciudad de Tacna parecía estar de fiesta, por doquier se veían izadas banderas italianas, francesas, inglesas, alemanas, suizas, españolas y hasta asiáticas”. (Corresponsal de guerra en Tacna. Diario El Ferrocarril. Santiago de Chile 27 de mayo de 1880).

Ahora en territorio chileno, Arica es muy bella

Pasando la frontera sin novedad a las 12h45 ya estamos al otro lado. En migración los chilenos son exigentes, pero quien nada debe nada teme. De aquí la autopista es magnífica y se va notando la diferencia. No veo casas pobres, los taxis son todos de color negro y junto al amigo argentino etnólogo Andrés Mansilla vamos al hospedaje en Casa Kolping, un excelente hotel familiar de 23 dólares la noche. Estoy muy lejos de mi hogar y siento nostalgia, pero no hay tiempo para lamentaciones. En la noche a un casino-que no es mi costumbre-pero había que probar de todo. Al día siguiente el objetivo es pasear por la ciudad de clima primaveral, lindas mujeres, calles peatonales, negocios ordenados y simpáticos y un restaurant para disfrutar de sabrosa comida. Luego al Morro, lugar en el que se dio una batalla en la referida Guerra del Pacífico, Igual que en Tacna, el lugar es un desierto, también tienen un museo que guarda los recuerdos de esos momentos no muy felices: armas, uniformes, banderas, fotografías, restos humanos, que solo evidencian esos desgraciados pasajes de la historia. La batalla de Tarapacá fue otra página bélica que se desarrolló en la localidad homónima, el 27 de noviembre de 1879, durante la Guerra del Pacífico. Se enfrentaron fuerzas chilenas y peruanas, con el triunfo de estas últimas, que se durmieron en los laureles y quizá por temor a un contraataque chileno no consolidaron su ganancia y después tuvieron que ceder el territorio.

Antofagasta y una salida al mar

A las 10h30 salgo rumbo a Antofagasta en TUR BUS. El desierto de Atacama es inmenso pero muy rico en salitre, plata, oro y sobre todo Cobre, por algo Chile es una potencia cuprífera en el mundo. Una gran valla en la carretera dice: “Cuando tomes, no lo tomes”, con la ilustración de un volante de automóvil. El viernes tengo la oportunidad de conocer algo de esta gran ciudad conocida como “La Perla del Norte”, con una cantidad de edificios de 20 y 30 pisos, armónicas avenidas bien mantenidas junto al mar y opulencia. Según conocí hoy existen aquí numerosas comunidades croatas, griegas, chinas,

arabes y bolivianas. Y algo curioso, en 1825, Bolívar creó el puerto de La Mar, para la salida al mar de Bolivia, entre las actuales ciudades de Tocopilla y Antofagasta. Hoy sólo quedar ruinas de ese lugar. El Tratado de Paz y Amistad entre Chile y Perú, suscrito el 20 de octubre de 1904 y promulgado el 21 de marzo de 1905, estableció las fronteras entre Chile y Bolivia. El territorio de Antofagasta quedó dentro de las fronteras chilenas. Así, Bolivia en una permanente y trágica historia de guerras contra Perú, Paraguay, Brasil y Chile, malos gobiernos, empresas y empresarios extranjeros voraces de sus riquezas, quedó al parecer para siempre sin una salida al mar. Muchos expertos lo aseguran, esto es poco menos que imposible. Y así con ese pesar y experiencias, continuamos rumbo a Santiago.

César Pinos Espinoza

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