domingo, 24 de octubre de 2010

Puerto Morona, una promesa nacional




Publicado en Diario El Mercurio, de Cuenca, Ecuador

Pasamos por el pueblito de Patuca y luego por la brigada del mismo nombre, ahora llamada Brigada de Guerra. Los auténticos héroes, los “rambos”, ya no están allí, pues luego de 15 años del hecho seguramente descansarán en sus casas, ojalá tranquilos y libres de pesadillas, contando a los suyos las hazañas del hecho infausto; de los otros, los antihéroes, en algún lugar vociferan todavía, sin provecho para la Patria. Pero ese no fue el motivo que nos llevó por esos lares sino otro, un proyecto auténtico, factible, hermoso, codiciado y a lo mejor de provecho para los ecuatorianos: el acceso a Puerto Morona y por ende al río Amazonas.

Personajes que fueron pioneros

Han transcurrido, según dicen, 23 años de la construcción de la carretera Méndez-Morona y hoy se retoma el intento, pues, no se sabe qué paso, pero el proyecto inicial materialmente se perdió en la selva. De lo que fue, queda ahora sólo un pequeño poblado casi perdido en la montaña y uno que otro caserío en la ruta. Se trata de San José de Morona, que según don Azhico Siranaula, un sanfernandense radicado allí desde hace 33 años, el nombre es por el ex general José Gallardo, quien igual que su compañero general Paco Moncayo, fueron los pioneros, vislumbrando la importancia de la zona para crear fronteras vivas y más tarde acceder al río mar, cuando el CREA era un poder creador y constructor.

Desde Patuca el proyecto es de 150 kilómetros y Fopeca trabaja intensamente; un 25% prácticamente está listo con asfalto, para el resto un gran equipo caminero, como pocas veces se ha visto, lucha contra la naturaleza y el tiempo, debiendo concluir en diciembre próximo. Algo improbable. Pero habrá que viajar nuevamente en noviembre para ver qué sucede. El bus de la Macas que nos transporta en cinco horas nos deja en Santiago de Tiwintza, esto es en la mitad del camino. Llegamos a las 3 de la madrugada, no hay alojamiento y toca hacer el intento de dormir prácticamente en la intemperie, “tapado con las manos” y como decía el recordado Cuco Sánchez, aceptando que “de piedra a de ser la cama y de piedra la cabecera”; de lo que sigue, nada. No hay más, a mal tiempo, buena cara.

Una familia con valores

En un modesto restaurant desayunamos, verificamos lo poco que ha avanzado esa cabecera cantonal en seis años de creación y a las 11h00 proseguimos con dirección a Yaupi. La vía no es diferente, pero está en construcción y en el punto se encuentra un campamento junto al río del mismo nombre con un monumento que parece ser del Teniente Ortiz, joven héroe de 1941 caído por esos lugares en defensa de la Patria. Cómo habrá sido ese rincón hace 70 años si hoy casi está perdido en el mapa. El río luego desemboca en el Santiago y pasando por el famoso Pongo de Manceriche, va a parar en el Marañón. Atravieso el puente caminando y en espera de otro bus que me lleve al destino final. Antes, descanso en la casa de Washington Zabala, un campesino joven que lo encuentro rodeado de sus cinco pequeños hijos, me recibe amablemente y luego su esposa me brinda un pozuelo con chicha de chonta, que para la sed y el calor no estaba mal. Me cuenta que navegando por esos lugares se llega al campamento Soldado Monge, nombre de un joven militar que antes del 95 hacía de correo pero al ser sorprendido por una patrulla peruana, fue asesinado. La familia que me recibe es generosa y me invita a volver; encuentro en ellos valores que a veces no existen en la ciudad: los niños le piden al papá ver una película de guerra, pero él les dice que no, y ellos le obedecen calladamente.

De Puerto Morona al Amazonas

A las 15h00 llega el bus, me despido y me embarco. En dos horas más llego a Puerto Cashpaine y enseguida a Puerto Morona. La carretera cada vez es peor, a veces el bus casi se detiene por lo difícil del camino. Puerto Morona no es el término de mi viaje pero sí el objetivo principal. El denominado puerto no es ninguna cosa del otro mundo: varias casitas campesinas, una tienda, un comedor y bajando un poquito, la gabarra para que pase el bus vacío, porque los 15 pasajeros debemos atravesar el río por un puente colgante de un poco más de cien metros de largo. Hace mucho calor en ese sitio, por allí veo una construcción a medio hacer, dicen que tiene fallas y que estaba destinada a un mercado libre o algo así. Lo cierto es que la intención es unir al puerto de Manta con Puerto Morona y de allí embarcar los productos por el río hacia el Amazonas, pasando por Iquitos hasta llegar a Manaos y otros lugares de Brasil. De igual modo, recibir todo el comercio posible desde Perú y Brasil. Es un sueño que puede tornarse en realidad quizá dentro de un año o más.

Un sueño que puede hacerse realidad

Proseguimos hacia San José de Morona, pequeño caserío solitario junto a cuya larga calle principal se encuentran algunas viviendas pequeñas, y ya en horas del crepúsculo pasan campesinos que retornan de sus labores finqueras; unos traen bagres grandes para su casa y algún otro producto. Jóvenes, chicas, niños y adultos pasan delante de nosotros, saludan sonrientes y van a sus hogares. Converso, les digo qué hago y les animo diciendo que en dos años ese pueblo será uno de los más hermosos y pintorescos y que yo a lo mejor retorne para quedarme a vivir en él. Mientras tanto llega la noche, las aves cantan, animales de la espesura gritan su naturaleza, y en el modesto hostal de cinco camas me apresto a descansar, haciendo un recorrido de los minutos y las horas vividas y proyectando en la mente lo que en verdad puede suceder cuando la promesa de una ruta hacia el Amazonas se cumpla, ojalá para hacer olvidar los trágicos momentos pasados y construir un futuro laborioso, de paz y amistad con pueblos y nuevos e insospechados ribereños del gran río.

César Pinos Espinoza.

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