domingo, 24 de octubre de 2010

San Carlos, cruce de varios destinos




San Carlos es un pequeño poblado caluroso que se encuentra en la jurisdicción del cantón Balao, provincia del Guayas; ha surgido gracias al milagro que ejercen las carreteras en múltiples lugares del país, pero por supuesto, también debido a la riqueza económica de ciertas zonas, en lo agrícola, minero, comercial, turístico, etc. Allí nadie sabe hoy el por qué del nombre, pero creo que es por San Carlos Borromeo, un santo que tomó muy en serio las palabras de Jesús: "Quien ahorra su vida, la pierde, pero el que gasta por Mí, la ganará". Dicen que el personaje renunció a sus riquezas y llegó a ser Arzobispo de Milán. Aunque, como en todas partes, las malas lenguas aseguran que fue por su parentesco cercano con el Papa. Por su humildad fue llamado “padre de los pobres”.

Hace doce años era insignificante

Conocimos el sitio de San Carlos con un poco de detenimiento hace más de una década, casi al tanteo, de noche, agotados por el cansancio, arribando desde San Antonio de Chaucha a pie, pasando por La Iberia, “cual caballeros de la triste figura”, cuando todavía ni se pensaba construir una carretera y existían aún grandes y preciosos cedros. Esa loca aventura conjuntamente con Arturo Peña nos dio un premio: “El mejor reportaje del año 1999”. Tiempos atrás sin darnos cuenta también habíamos pasado por San Carlos de día y de noche, cuando recién se utilizaba la vía Puerto Inca--Machala, entonces una novedad que conectaba al centro y norte del Ecuador con el Perú atravesando los puestos fronterizos de Huaquillas y Aguas Verdes. El pueblo en referencia no significaba nada hace diez años o más, tan sólo era un paso con cuatro covachas pobres. Hoy no es una maravilla pero vemos que ha progresado notablemente y al parecer va a superar una serie de problemas de orden higiénico, organizacional y educativo. Pero todos se preguntarán, ¿por qué tanto interés por un lugar que casi no figura en el mapa, si existen otros pueblos que más lo merecen? Pues porque vemos que es un cruce de varios destinos presentes y futuros para el turismo, comercio y otras actividades, como explicaremos luego.

Punto de partida hacia muchos lugares

El lugar es muy familiar para nosotros, tanto que cada semana saludamos con choferes de camionetas, dueños de negocios, pasajeros conocidos y personas de por ahí cuando pasamos a lugares como Pijilí, Calderón, La Iberia, San Gabriel de Chaucha, Balao Chico y Balao Grande, Tenguel, Naranjal, Luz y Guía, Ponce Enríquez, Jesús María o Shumiral, o cuando retornamos a casa por el Guabo y la Y de Machala. Como se puede ver, San Carlos es casi nuestro centro de operaciones, aunque no ofrezca mayor cosa recomendable, ni mucho menos en cuanto a alimentación y alojamiento. Lo decimos así, para no generar falsas expectativas, pero sí, para el caso de que alguien intente recorridos de aventura en lugares estupendamente verdes y hermosos, de gente alegre y sana y cuando aspiren a encontrar sitios fuera de lo común e historias con una variedad impresionante.

Como en “Ratas, rateros y ratones”

La vida no es fácil en este lugar, a veces hay que pasar por momentos difíciles, dice Gualberto Molestina, un comerciante joven. Cuenta que una noche tuvo que pasar de lo peor en la única pensión del lugar, porque tenía que viajar urgentemente y temprano a La Iberia. Eran las 22h00 y el conductor del bus que lo dejó en el cruce le aconsejó que vaya adormir en Naranjal, pero el apuro fue tal, que tuvo que quedarse en un cuartucho de mala muerte, junto a cucarachas, pulgas, mosquitos, ratas, mal olor y un calor sofocante. Me acordé enseguida del título de la película de Sebastián Cordero: “Ratas, rateros y ratones”, porque hasta la delincuencia asecha en esos casos. Relataba que la noche fue interminable, pero al fin amaneció y pudo viajar a su destino. Yo creo que no es ninguna cosa de otro mundo porque son pruebas que a uno le pone la vida para medir las aptitudes, templar el carácter para situaciones a veces más difíciles y hay que curtir el ánimo, siempre con el ideal estoico: “soporta lo que venga y renuncia a pensar que las cosas sucederán como tu deseas”. No hay que olvidar que nada de lo planificado resulta exactamente, y eso aguza la inteligencia para encontrar alternativas. De ahí surgen las sorpresas, que uno espera que sean buenas. Un amigo chileno me decía: La inteligencia del ser humano se mide por la capacidad que se tiene para resolver los casos con el menor porcentaje de posibilidades a favor.

Múltiples posibilidades de aventura y conocimiento

Pero ya en el plano real, a partir de San Carlos el viajero tiene múltiples posibilidades: por Balao Chico a las aguas termales de Zhagal y Luz y Guía; a las minas de oro de Pijilí; a los caminos de La Iberia y Chaucha, con parajes hermosos de calientes y ríos de agua limpia y fresca; por Balao Grande a este pueblo guayasense luchador y rico, con gente pobre, con rumbo a la isla Puná; por Tenguel, a las grandes haciendas, siquiera para verlas de lejos y a casas de pasado opulento; a lugares de rodeo con lindas montubias y vaqueros fuertes y diestros; a propiedades interminables que si continúan sin producir, irán a parar en manos de cooperativas; al intenso trajinar de Naranjal y sus habitantes laboriosos, aunque como decía un taxista: “ya no hay naranjas”; a Ponce Enríquez, famoso por sus minas y mineros, por las “boquitas pintadas” que cobran en piedras, y por la contaminación que producen; a Shumiral por las lindas mujeres; y a Jesús María, porque este punto nos señala el camino para volver a casa siguiendo una espectacular carretera de hormigón..

En San Carlos de todo un poco

En San Carlos vemos a gente pobre que trabaja en lo que puede, vendiendo frutas, comida, golosinas; gente rica de paso; trabajadores, mineros, jornaleros, rostros alegres, preocupados, apurados; policías que conversan con conductores de vehículos, no se sabe de qué; indígenas del norte, cuándo no; estudiantes, chicas y chicos con uniformes flamantes de mañana, por la tarde ajados y sudorosos; hay de todo. Algunos negocios han comenzado a instalarse: tiendas de abarrotes, de productos del campo, materiales de construcción, salones de comida que intentan ser aseados; tiendas de música pirateada con los favoritos Máximo Escaleras y el asambleísta Gerardo Morán, grabaciones ideales para llegar a la masa y dar tremenda fama a los artistas. Don Rafael, un viejo trabajador de 78 años, con un toque de tristeza y nostalgia, en el camino a El Recreo, me cuenta algunas cosas: “Trabajé desde joven y me fue bien, para qué, hice de todo, debía estar muy rico, pero la vida me jugó una mala pasada, mi mujer me abandonó y todo se derrumbó. Me han querido ayudar los de mi tiempo, pero ya no hay caso, creo que pasó mi tiempo…”

César Pinos Espinoza

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